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Admiro enormemente a la gente que tiene el don de embellecer y dotar de algo especial hasta el aire que respiramos. Y es que, en esta espera de algo más grande, que es nuestro paso por la tierra, tenemos la fortuna de contar con la compañía de personas que en su hacer y modo de vivir albergan la gracia de ayudarnos a intuir a Aquel que nos regala cada instante.
Siempre me ha atraído la belleza; es más, siempre me ha atraído el Misterio que envuelve la belleza. Y no me refiero exactamente a montañas sublimes o playas de ensueños, obras de arte o espacios hermosos excelentemente ordenados, que también. Sino sobre todo a esa belleza de los escondido, lo cotidiano, lo aparentemente insignificante e incluso adverso que, por suerte, también sale a nuestro encuentro.
Por razones que no voy a relatar aquí, he tenido que pasar unos cuantos días en una habitación junto a otra persona. Durante estos días he anhelado y perseguido intensamente esa belleza escondida en cada instante.
Y en escasos 20 metros cuadrados pensaba que a lo largo de gran parte de nuestra vida nos vemos inmersos en un ritmo frenético de obligaciones, horarios, circunstancias y actividades que nos alejan de esa belleza de cada segundo, de cada momento. ¡qué fácil e incuestionable nos parece! Pero, ¡qué difícil e inalcanzable se nos hace!
Así que, ante esta “bola” en que a veces se convierte la vida, yo os invito a que nos profesionalicemos en embellecer momentos. Pero profesionalizarse de verdad, hasta el punto de dejar entrever a ese Dios que, lejos de estar escondido, nos espera en cada instante.
Porque, aunque solo sea por practicidad, hacer más bonito cada momento es una herramienta potente a la hora de enfrentarse a las situaciones de cada día con un enfoque positivo.
– Vive y agradece el momento presente. Aunque tengas muchas tareas que cumplir siempre es posible realizarlas desde la plena consciencia de la gracia que contiene ese instante, aun siendo éste más o menos favorable. Tu actitud, a Quién pidas las fuerzas y donde pongas el foco serán imprescindibles a la hora de embellecer ese momento.
– Custodia y cuida cada detalle. Existe una manera muy fácil de embellecer nuestras jornadas y las de los demás. Fíjate en lo pequeño, lo sencillo, cuídalo y custódialo. A lo largo del día, siempre saldrá a nuestro encuentro la Belleza a través de hechos o personas que nos rodean. Y lo mismo para nosotros. Pongamos alma y corazón en regalar, a través de nuestro cariño y servicio, esos pequeños detalles que pueden cambiar una “mala mañana”.
– Sé feliz pase lo que pase. Cuando descubres que el miedo no te lleva a ninguna parte y tratas de embellecer cada momento, la vida se hace más vida, cada segundo se vuelve bello en sí mismo. De esta manera evitas perderte en el hoy por estar pensando en que sucederá mañana.
– Planea menos y vive más. Si algo bueno tiene el arte de embellecer momentos es que es apto hasta para el más desorganizado. Vivir intensamente teniendo presente la belleza de que el cotidiano es lo único que tenemos en nuestras manos. La mayoría de las veces, simplemente basta con abrir bien los ojos y dejarnos llevar, con la actitud humilde de quien no espera nada, pero, en verdad, busca el Todo.
Y, por último, como diría la Santa Madre Teresa de Calcuta: “Que nadie se acerque a ti sin que al irse se sienta un poco mejor y más feliz”.