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¿Deberes en verano? Lo mejor: lectura y cultura

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Ignasi de Bofarull - publicado el 11/06/21
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No a los deberes en verano, pero sí a un clima cultural y lector estimulante

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Esta es una propuesta basada en el sentido común, pero no es infalible. Puede ser complementada e incluso corregida por otra propuesta más afinada.

De entrada, depende. De la edad, del hijo, de las indicaciones del tutor escolar que nos puede haber puesto deberes para el verano de matemáticas y de ortografía. Si estas circunstancias que exigen repaso no se dan: el verano, las vacaciones, para mí, no deben ser sembradas de deberes escolares cuando los niños (o chicos) siguen su progreso escolar con éxito.

Consecuentemente proponemos unos deberes que no son deberes sino la necesidad de ser cultos con naturalidad en el discurrir del día a día de las vacaciones. Si estamos en una situación normal, una familia corriente, y tenemos un par de hijos de 8 y 10 años, se pueden hacer muchas cosas.

La tarea es apuntalar la lectura y generar situaciones en las que la cultura esté presente conforme a la edad.

Imaginemos una familia con un padre administrativo (y muy puesto en política) y una madre maestra (y muy lectora), con un niño (Miguel) curioso y una niña (Laura) enamorada del arte en todas sus facetas.

Para lograr el éxito es preciso reducir las pantallas al máximo pues no andan en consonancia con la lectura y con la cultura salvo que sean convocadas para obtener información o elegir una buena película para todos por la noche.

Es decir, estos niños no deben contar con un celular propio, y más bien deben manejar un par de bicicletas, y un grupo de niños de su edad que realicen actividades semejantes a las que voy a proponer.

“¡Qué difícil!”. Hay que apuntar alto y luego nos adaptaremos con flexibilidad. Pero volvamos al hilo.  

Y por cultura entiendo un amplio registro de actividades. Por ejemplo, la charla en las comidas. Los padres deben dirigirse a los hijos en términos correctos para ampliar su vocabulario que es una clave del progreso escolar.

Y si los hijos se equivocan en alguna palabra o concepto hay que repetirla o explicarlo sin hacer ostentación y sin molestar. O haciéndoles reflexionar a ellos. Rebotando la pregunta.

Se puede hablar de temas que surgen de la vida diaria en una dinámica reflexiva, al nivel de la edad de los niños. Si ha habido un tornado en Florida proponer hacer una consulta en la tableta (o móvil inteligente) para saber qué es exactamente un tornado.

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Y nada de engancharse a la pantalla. También hacer excursiones y planes a un castillo o a una ermita. De nuevo, partir con información para saber a dónde se va. La idea es lograr que le tomen gusto a la cultura, a la geografía, a las noticias de actualidad.

Imaginémonos que surge un tema político de carácter internacional: entonces es bueno aclararlo y, si es posible, seguirlo con prudencia, en el telediario, para saber cómo progresa ese tema.

O si en el pueblo de veraneo hay unas obras de alcantarillado y pavimentado enterarse de que tipo de elementos entran en esas obras.

Siempre hay motivos matemáticos para comentar la jugada: los millones de euros que la Unión Europea tiene previsto invertir en cada país para superar la crisis económica de la pandemia.

La misma pandemia ofrece incalculables preguntas que deben ser seguidas, expuestas, comentadas. Los porcentajes de vacunación o el grado de eficacia de cada vacuna en términos porcentuales.

“¿Y el deporte?”. Mucho deporte y excursiones que ofrecen de nuevo posibilidades en el mundo de la botánica: y vale la pena recoger hojas de árboles y quizá algún insecto. 

Cultura entendida en sentido amplio y trufada de palabras bien usadas que algunas veces los padres no dominarán. Por ese motivo hay que prepararse y reconocer como padres que no lo sabemos todo. Pero para ello está la posibilidad de informarse.

Creo en las tabletas, pero mucho también en las enciclopedias impresas. Si estamos en un apartamento alquilado de verano eso es difícil, si es una segunda residencia entonces puede haber enciclopedias en papel. “¡Es que no están actualizadas!”. Entonces hay que echarle un ojo a la tableta para ese caso concreto que es a menudo muy remoto.

Y nos vamos deslizando hacia los libros. También, desde luego, al buen cine. Clásicos que hagan pensar. No tanto películas de acción trepidante o sencillamente demasiado frívolas sino cine de historia, con referencias culturales, relacionadas con la naturaleza o la literatura: 'El mago de Oz' (1939); '¡Liberad a Willy!' (1993); 'La historia interminable' (1984, novela del escritor alemán Michael Ende publicada por primera vez en alemán en 1979).

O también 'Regreso al futuro' (1985); 'Jumanji' (1995); 'La princesa prometida' (1987); 'Tú a Londres y yo a California' (1998); casi toda la serie de 'Toy Story' (que empieza en 1995); 'War Horse' (2011).

Para mí la mejor y relacionada con este artículo es ‘Matilda’ (1996, basada en la novela homónima de Roald Dahl).

Hay que tirar de nuevo del DVD o saber qué película se elige. Los temas son innumerables y las películas deben ser comentadas antes y después de su proyección. Y a veces nos deben llevar a la enciclopedia.

Fíjese el lector que estamos hablando de cultivar la curiosidad, el asombro, la pasión por el conocimiento, la inquietud por resolver problemas o estar al día. No es nada fácil y las situaciones no se pueden forzar.

A veces los padres deberán preparar situaciones que a posteriori parecen causalidades pero que de azar tiene poco. ¡Ah, no se trata de hacer todo lo que proponemos sino de dar ideas!

Muchas de las conversaciones culturales y visitas, excursiones y películas nos pueden llevar a los libros y a alguna revista. ¡Qué maravilla si en el lugar de veraneo hay una biblioteca!

Pero dos días antes de irse de vacaciones hay que pasarse por la librería para que los cuatro, papá, mamá, Miguel y Laura elijan un libro o dos por cabeza.

Y es que la lectura se incentiva si todos leen: si del leer se hace un ritual, una solemnidad de silencio y de encuentro familiar. Para ello hay que apagar las pantallas. Y el padre puede leer prensa diaria y la madre la novela de esa autora que está pegando tan fuerte.

Los niños, Miguel y Laura, han de poder elegir sus libros. Aquellos que, aconsejados por el librero, están gustando más a niños de su edad.

Debe ser lectura elegida. Y no volúmenes largos, aunque ‘Harry Potter’ (1997 y siguientes) nos ha señalado que el tamaño del volumen nada tiene que ver con la pasión lectora. Si es así ‘Las crónicas de ‘Narnia’ (1950 y siguientes) es un clásico muy recomendable.

Para los más lectores ‘El señor de los anillos’ (entre 1954 y 1955).  Más aún, nadie dice que ‘Astérix y Obelix’ o ‘Tintín’ sean malas opciones. Están llenos de historia de Roma y del siglo XX respectivamente.  Los comics pueden ser el primer paso.

Y por qué no leer el diario deportivo con papá. Y por qué no una revista de muebles, o de moda. Lectura y lectura repartida en la mesa centro de casa, durante el curso, para “inclinar” gustos. Estanterías llenas, y lectura en la casa de veraneo.

Y si el veraneo es un viaje por Europa entonces aplicamos todos los criterios más arriba mencionados: preparar el viaje, geográficamente, políticamente, históricamente. Si el destino es París necesitamos urgentemente una buena guía impresa: ahora sí, bien gorda y con muchas fotos.

Desafiemos con un tono audaz, “Laura, llévanos a la ‘Torre Eiffel’ (1889), quien la construyó, en qué años, con qué material, con qué motivo”. “Y mañana nos llevarás al Louvre y por los menos nos explicas la ‘La Mona Lisa’ (1503-1519) de Leonardo da Vinci, no confundas con Leonardo di Caprio: y con alguna fecha, por favor”.

“Y tú, Miguel, que dices que quieres ser bombero, no has de explicar, te lo digo en francés, la ‘Cathédrale Notre-Dame’ (primera piedra: 24 de marzo de 1163)”. “¿Qué ha sucedido recientemente, cuándo fue el incendio? Pero primero un poquitín de historia”.

Está muy estudiado el hogar, la familia, las amistades conforman los futuros de los hijos. Los hijos progresan en sus estudios si las lecturas, los intereses, las carreras, las profesiones se viven, se maman (acépteseme el tono coloquial) en un ambiente cultural animado, entusiasta, natural, contagioso en el colegio, pero sobre todo en el hogar.

Y es verdad que los sociólogos de la educación señalan que este ambiente cultural exquisito es propio de las clases altas y que las clases más desfavorecidas carecen de él. Y entonces se establece una perpetuación de la desigualdad.

Los hijos de clases altas (y cultas) acaban siendo abogados o políticos y los de las clases más humildes acaban en los dignísimos trabajos manuales, a veces muy duros, cuando no en el fracaso o abandono escolar.

Pero también existen familias con mucho dinero y a la vez muy incultas, hasta horteras, que no valoran más que el éxito material.

Y, por fin, existen familias muy sencillas con mucha cultura, quizá no muy erudita pero sí llena de sabiduría, y con un respeto absoluto por la escuela y por todo lo que en ella sucede. Se empapan de lo que la escuela pide, recomienda, propone y van a las charlas grupales para padres y van a las tutorías para hablar con los maestros y profesores.

Los escuchan. “Tu hijo Miguel es un niño inquieto y quiere saber de todo. Ahora dice que quiere ser bombero, pero vosotros tirad de su curiosidad”.

Y otra maestra les dice a estos padres: “Laura es una amante del arte en todas sus manifestaciones y por ese hilo está encantada con la historia: dadle caña”. “Y Laura argumenta bien y lee con provecho: ¡tirad del carro!”.

Quizá la familia de Laura y Miguel no sea el mejor ejemplo de una familia humilde. Quizá sea una familia de clase media. Las familias humildes a menudo no toman el ascensor social a causa de las carencias económicas.

Sin embargo, las ambiciones culturales y lectoras de una familia, junto a otros elementos como el apoyo a la escuela, si pueden romper círculo vicioso de la pobreza. Los hijos de un maestro o una maestra es un ejemplo muy claro: son los que sacan las mejores notas en los colegios. Bueno, ¡no siempre!

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