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Los obispos colombianos hicieron un llamado “al diálogo, el respeto, la escucha del otro y la construcción conjunta, para superar los problemas del país”. Colombia estuvo afectado en las últimas semanas por violentas protestas, bloqueos de carreteras, problemas de abastecimiento y serias denuncias sobre abusos policiales y violaciones a los derechos humanos.
Durante la celebración de la Festividad del Sagrado Corazón de Jesús, el presidente de la Conferencia Episcopal Colombia, Óscar Urbina, afirmó que los conflictos que azotan a los ciudadanos, “especialmente a los jóvenes y los descartados”, solo se superan con “un corazón nuevo lleno de amor y misericordia”.
En la eucaristía central, celebrada en la Catedral Primada, en Bogotá, el prelado recalcó lo siguiente:
“Los conflictos, divisiones, violencias, injusticias e inequidades no tienen una solución mágica, pero sí se pueden superar con sensatez y valentía”.
Monseñor Urbina afirmó que “la violencia es la ruptura de la solidaridad”, y pidió a los colombianos renovar los corazones para que así “se pueden engendrar nuevos sistemas económicos, políticos y sociales”.
En 1902, cuando los partidos Liberal y Conservador libraban un conflicto bélico que dejó como saldo cerca de cien mil muertos y la destrucción de gran parte del país, el arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo, propuso la consagración al Sagrado Corazón de Jesús. Esto como símbolo de unidad nacional y reconciliación.
La idea fue acogida por el presidente encargado, José Manuel Marroquín. Fue él quien expidió el Decreto 820 y ordenó que, a cargo del Gobierno Nacional, se celebrara en todo el país una “solemne fiesta religiosa”. También dispuso que comenzara la construcción de una iglesia en honor del Sagrado Corazón de Jesús en Bogotá.
La orden presidencial se impartió el 18 de mayo y un mes después, el 22 de junio, el país celebró la primera fiesta en honor al Sagrado Corazón de Jesús.
A esta celebración, que desde un comienzo tuvo una connotación político-religiosa, le reconocen grande frutos los estudiosos del tema. Ellos están basados en que cinco meses después de la solemnidad, el 21 de noviembre de 1902, se firmó el Tratado de Wisconsin. Fue algo que trajo la paz para Colombia porque liberales y conservadores cesaron sus hostilidades y el país vivió algunos años en calma.
De igual manera, el templo empezó a construirse en esos años. Pero solo se terminó hacia 1916 cuando se le llamó oficialmente la Iglesia del Voto Nacional. Su nombre corresponde al deseo del arzobispo Herrera Restrepo de que en ese templo se hiciera realidad la promesa (voto) de perpetuar “oraciones por la paz, la concordia y la unión entre los colombianos y se consiga que vivamos todos como hermanos unidos por los vínculos de una misma fe”. Este templo, ubicado en un céntrico barrio de la capital colombiana, fue declarado monumento nacional en 1975.
La fiesta del Sagrado Corazón perdió su condición de oficial después de 1991, cuando se aprobó una nueva Constitución Nacional en la que se determinó el carácter pluralista y laicista del Estado colombiano. No obstante, la Iglesia la celebra como una solemnidad en todas sus parroquias. Lo hace en ciudades como Montería, en el Caribe, y Bochalema, cerca de la frontera con Venezuela, se realizan ceremonias y fiestas especiales.
Para el sacerdote Camilo Bernal, superior provincial de los Eudistas del Minuto de Dios, de la congregación de Jesús y María, “entregarle al país al Corazón de Jesús es pedirle que transforme las maneras de relacionarnos, es pedir que el amor de Dios sea derramado en cada colombiano y transforme las maneras de relacionarnos”.
Esta congregación fue fundada por San Juan Eudes. Fue él quien en su canonización recibió el título de padre, doctor y apóstol del culto al Corazón de Jesús y de María por ser precisamente quien propuso y extendió ambos cultos en el siglo XVII.
El Día del Sagrado Corazón, como también se le conoce popularmente, este año ha tenido como marco las difíciles circunstancias que vive Colombia desde hace más de un mes. Esto debido a un paro nacional convocado por sectores sindicales, y apoyado por miles de estudiantes. Las protestas han generado hechos violentos en ciudades como Cali, Popayán, Bucaramanga, Medellín, Barranquilla y Bogotá. En los disturbios han sido destruidos o afectados comercios, oficinas estatales. También el transporte público, las carreteras, la producción de alimentos y la movilización de los ciudadanos.
La Policía ha sido acusada de serios abusos y de violar los derechos humanos. El número de víctimas fatales, según la ONG Human Rights Watch (HMR), podría ser superior a 40 muertos. Mientras que para la Fiscalía General de la Nación esa cifra estaría en por lo menos 20 fallecidos. También se ha denunciado la desaparición de por lo menos 91, pero estas cifras están pendientes de verificación por parte de diferentes organismos.
Por su parte, el presidente Iván Duque, consideró que las protestas contra su gobierno tienen claras intenciones políticas de quienes “en su interés político no están a favor de la recuperación económica y buscan capitalizar el caos”.