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“Ah, sí, es el señor Paúl, ¿no?”, parece reconocer una residente del barrio parisino mientras pasea a su perro. Con su célebre solideo negro en la cabeza, la barba y el bigote bien cortos, su inmenso rostro se descubre a través de un juego de luces y sombras ante los ojos de los viandantes del barrio de Saint-Lazare.
Concebido como un panel publicitario, este gigantesco retrato mural de san Vicente de Paúl (1581-1660), canonizado el 16 de junio de 1737, es obra de Jean-Pierre Vasarely (1934-2002), conocido como Yvaral. Este gran artista plástico del op art o arte óptico explotaba la falibilidad del ojo humano a través de ilusiones ópticas.
Para realizar el retrato del fundador de las Hijas de la Caridad, Yvaral empleó láminas de aluminio inmóviles, una técnica que permite contemplar la imagen de una forma nueva: el viandante distingue más o menos los rasgos del rostro según su distancia y ángulo desde la calle.
A mediados de la década de 1980, la organización cristiana Maison Saint-Lazare intentó crear una obra de arte pública que diera a un parque en el cruce del bulevar Magenta y la calle Faubourg Saint-Denis. ¿El objetivo? Otorgar un lugar especial a su fundador en la historia de Francia y la del barrio.
El ayuntamiento aprobó en seguida el proyecto de Yvaral, muy conocido ya en esta época por su enfoque “digital”. El artista componía sus retratos empleando algoritmos, unos retratos como el de la Gioconda para el museo del Louvre, de Charles de Gaulle, de Marilyn Monroe o incluso de Amadeus Mozart. Sobre el modelo del fresco instalado a comienzos del año 1988, se puede ver cómo las sombras proyectadas por superficies dotadas de aletas perpendiculares permiten al espectador reconocer el rostro del señor Paúl.
San Vicente de Paúl, figura del renacimiento espiritual y apostólico del siglo XVII, vivía cerca de este lugar, en el priorato de Saint-Lazare. Desde muy joven, en cuanto descubrió su vocación, se entregó por completo a la población pobre con esa visión de la caridad a la cual sería fiel toda su vida: “Escuchando a los pobres se encuentra a Cristo; siguiendo el ejemplo de Cristo se enseña a Dios a los pobres”.
En efecto, todas sus grandes obras derivan de aquí. Primero su combate contra la miseria espiritual, para el cual reclutó a sacerdotes y los formó para esta misión fundando la Congregación de la Misión (1625), la cual se estableció en el priorato de Saint-Lazare (de San Lázaro) a partir de 1632, de ahí el nombre de lazaristas. Luego, su lucha por auxiliar la miseria del cuerpo al fundar las Hijas de la Caridad (1633), con Louise de Marillac, la primera orden femenina sin clausura. Más tarde se le añadirá la obra de los niños expósitos a partir de 1638. Al mirar hoy su mural, el infatigable hombre parece decir a los transeúntes, casi en tono de disculpa: “Dios nos pone en la necesidad de hacer cosas por encima de nuestras fuerzas”.