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África, tradicionalmente lugar de destino de evangelizadores, envió hace 24 años una misión a América, integrada por cuatro hermanas Oblatas Catequistas Pequeñas Siervas de los Pobres. Originarias de Benín, se establecieron en la población de Calamar, al norte de Colombia, para servir a los pobres, ancianos y niños abandonados.
La misión les fue encomendada por el cardenal Bernadin Gatin. En 1980 este obispo había estado en la ciudad de Cartagena como enviado especial del papa Juan Pablo II al jubileo en honor de san Pedro Claver. En este caso, el jesuita español que se santificó por la caridad con que atendió a miles de esclavos negros que por ese entonces no eran considerados seres humanos. Al encontrar en tierras colombianas tantos descendientes de africanos, quiso que algún día llegaran evangelizadores de su mismo origen y cultura, para proponerles el Evangelio de Jesucristo.
“Para realizar esta nueva evangelización, de cara al tercer milenio, van ustedes ahora a la Iglesia local de Cartagena de Indias, donde, precisamente, hermanos nuestros originarios de África les esperan para ser evangelizados, juntamente con los demás habitantes de aquel territorio, en el que San Pedro Claver, esclavo de Cristo, se dedicó a sanar heridas de los cuerpos y de las almas de los primeros africanos que allí llegaron desde nuestras tierras del golfo de Dahomey”.
Así les dio Gatin el encargo a las Oblatas Catequistas. Estas religiosas conmemora los 25 años de presencia en el país suramericano. Están celebrando un jubileo desde el pasado mes de febrero y hasta febrero de 2022.
“Es el momento de dar gracias a Dios por su amor y su fidelidad. Evaluar lo que se hizo, lo que hay que mejorar y proyectar para el futuro”, dijo a Aleteia la hermana Adélaïde Yolande Ahossi, quien dirige la obra.
La apertura del año de preparación pastoral y jubilar tuvo lugar en la parroquia Inmaculada Concepción. Fue el 16 de febrero. Desde entonces realizan novenas, peregrinaciones y eucaristías como preparación de los primeros 25 años en Colombia. Lo hacen en reconocimiento y agradecimiento a Dios por las maravillas que ha hecho en su vida.
En ese primer viaje llegaron Emilienne Vodunnou, Agathe Aholoukpe, Marie Rose Podanhoue y Adélaïde Yolande Ahossi, quienes se establecieron en Calamar, población a orillas del río Magdalena con cerca de 25 mil habitantes. Años después empezaron una labor pastoral en la ciudad de Barranquilla. Hoy son diez hermanas en total que se dedican a evangelizar a través la catequesis, la educación integral –la salud– el acompañamiento espiritual, trabajo social y la promoción femenina.
La hermana Adelaida (como fue convertido su nombre al español) nos cuenta que Benín es un país de África occidental que fue colonizado por los franceses e independizado el 1º de agosto del año 1960. Ocupa un área de algo más de 114.760 kilómetros cuadrados, en la que residen aproximadamente 12 millones de habitantes.
“Como los colombianos especialmente los calamarenses, los benineses tienen fama por su hospitalidad y amabilidad en su acogida. Como los caribeños, los benineses expresan su amor y su alegría a través de la música”, agrega.
En el mismo sentido, la hermana Marie Rose o María Rosa relata:
Hoy la comunidad de Calamar les agradece haber formado varias generaciones de jóvenes gracias a su trabajo en el colegio del municipio, su incansable catequesis y la acogida para todos los que las necesiten. “Siempre tienen una sonrisa en los labios y acogen con una sonrisa a todos los que sirven y los que llegan a Calamar. Están dedicadas a todo lo que tenga que ver con el servicio a los más necesitados”, asegura monseñor Jorge Enrique Jiménez, exarzobispo de Cartagena.
El padre Carlos Alfredo Roncancio, quien fue párroco de Calamar y trabajó con ellas durante cuatro años, dijo en un video que “gracias a sus súplicas tenemos la posibilidad de contar con esa fuerza que sostiene el trabajo pastoral, la vida de una comunidad”.
Otro de los pastores de la iglesia que trabaja de cerca con ellas y las acompaña en esta celebración es el padre Rafael Castillo. Se trata del director ejecutivo de la Corporación Desarrollo y Paz del Canal del Dique y Zona Costera. En una columna escrita recientemente, recuerda que como Pequeñas Siervas de los Pobres, “las hermanas llegaron con una gran conciencia de que Jesús no necesita de poderosos que protejan la misión de sus discípulos porque, sencillamente, el poder no transforma ni cambia corazones”.