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Los sueños, metas, experiencias de la juventud marcan, a menudo, las decisiones que cambiarán o definirán, en varios aspectos, lo que será de nuestra vida en la adultez.
El encuentro con Jesús nos transforma, y cuando este nos sucede en la juventud, definitivamente, influye en lo que sigue para nosotros.
Varios de los personajes presentes en las Sagradas Escrituras, en los que nos podemos inspirar, conocieron a Jesús cuando eran jóvenes, y este encuentro cambió sus vidas para siempre.
Su historia es una de las más inspiradoras de la Biblia. Aun siendo joven (a los 17 años) tuvo que pasar por grandes pruebas y sufrimientos: el desprecio de sus hermanos, el exilio, el olvido y la soledad.
Pero, como es frecuente, Dios se vale de la oscuridad para hacer grandes obras: hizo de José un hombre fuerte, compasivo, justo y generoso.
La búsqueda de su identidad, el perdón ofrecido a sus hermanos y la memoria de su Padre, son experiencias con las que cualquiera de nosotros puede identificarse.
Y nos hacen caer en la cuenta de que Dios siempre cumple sus promesas y transforma los corazones de los que se mantienen unidos a Él.
Meditar en la actitud de Samuel siendo un joven dispuesto nos ha sacado más de una vez del sueño y la comodidad en nuestra vida.
Con su “Habla Señor que tu siervo escucha” (Samuel 3, 10) nos enseña, que, aun siendo pequeños, podemos ser maduros, felices y libres en la medida en que nos mantenemos disponibles la Señor, sea lo que sea lo que Él nos pida.
Rut, cuyo nombre significa “compañera”, fue una joven moabita que regresó con su suegra Nohemí, a Belén para hacerse cargo de ella.
No tenía por qué hacerlo pues no era su obligación. Dejó su tierra, su religión y abrazó el pueblo y la fe de Nohemí.
Se casó luego con Booz y su hijo primogénito, Obed, fue padre de Isaí y abuelo del Rey David.
La historia de Rut es sin duda una de las historias más bellas del Antiguo Testamento.
Rut, aunque era muy joven, es para nosotros modelo de mujer fiel, noble y llena de coraje. La fidelidad y fortaleza de Rut son comparadas con las de María.
La historia de David nos muestra cómo desde la inexperiencia y fragilidad, Dios nos hace expertos y fuertes.
Su obra se realiza en David porque Él lo quiere y David se dispone, se deja encontrar y responde con valentía:
Un joven publicano insatisfecho y buscador, que se había acomodado a las riquezas y facilidades de este mundo, al que Jesús, solo con mirarlo, le revela el vacío de su alma.
Bastó que Mateo viera al Señor para que dejara todo y lo siguiera.
Ojalá todos, como Mateo, podamos ver a Jesús que se cruza con nosotros en el camino y nos llama por nuestro nombre. En nuestra juventud o adultez el encuentro con Jesús nos cambia la vida.