Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Esta semana, me llamó la atención un término. Quizá despertó mi atención porque lo leí en varias revistas y en varias publicaciones de Instagram, o quizá porque hasta entonces no lo había escuchado nunca: “paisaje de aprendizaje”.
Es un método pedagógico que intenta despertar el interés, estimular a los niños, colocándolos en un escenario inmersivo y personalizado, creado para motivar de distintas formas y a través de todos los sentidos del alumno.
Son talleres multidisciplinares, que están obteniendo grandes resultados en cuanto a la aceptación de los niños y en cuanto a la manera en que promueven su interés y su estimulación. Los niños pasean desde la imaginación hasta la creatividad, para conseguir el conocimiento. Este método pedagógico necesita de un ingrediente insustituible: un buen maestro. No un multilicenciado con triplebymáster, no. Un maestro que sea capaz de volver a mirar la naturaleza, la vida, el mundo, con ojos de niño.
Esta última frase, “volver a mirar con los ojos de un niño”, me la enseñaron Rubén y Pachu, @pompasdeelefante, cuando me hablaban de su manera de gestionar las vacaciones en su Bu-bus. Ellos adaptan su furgoneta para poder pernoctar en ella. Ellos, y sus seis pequeños.
Hacen la comida con la ayuda de un hornillo. No usan maletas: todo va en cajas. Y sus hijos son de esos pocos niños de nuestro mundo que saben encontrar su juguetería en la naturaleza: caracoles, piedras para pintar, palos… Disponen de un universo tan grande de juguetes que no tendría sentido reducirlos a una caja o a una maleta. Mira conmigo sus fotos de viaje y estaremos de acuerdo en que esta familia consigue convertir sus vacaciones, su historia familiar, en un “paisaje de aprendizaje” al alcance de todos los bolsillos.
Pero concentrémonos en ese regalo que nos traen los niños. La oportunidad de tener nuestro momento @pompasdeelefante, la oportunidad de apagar nuestro ruido interior, de redescubrir la vida desde los ojos de un niño, de volver al asombro:
Cada instante se puede convertir en un “paisaje de aprendizaje”, pero esta vez no necesitarán fotos: lo verán desde las primeras filas, lo olerán, lo escucharán en vivo; será un paisaje… más completo, más perfecto, con sólo dedicarles un poco de atención. No sé si eres de los padres que consideran un imprescindible de la maleta “los libros de vacaciones”, pero, sacando partido a estos “paisajes de aprendizaje naturales”, y completándolos con ratos habituales de buena lectura, estarán bien alimentados culturalmente hablando.
Una de las grandes dudas que acompaña a estos talleres en la época escolar es cómo evaluar. No me gustaría, y no es mi propósito, meterme en un jardín tan complicado, pero sé una forma en la que podemos valorar nuestro “paisaje de aprendizaje familiar”. Me la dieron las hermanas del “Hogar de la Madre”.
Ellas organizan campamentos de verano para niños y adolescentes, campamentos sin móviles (no tengo manos para aplaudir más fuerte esta decisión), y, cuando salen de excursión, miran al cielo y se preparan para la foto, la foto que dispara Jesús, la foto que veremos cuando lleguemos al Cielo, la foto donde queremos salir bien. Creo que no habrá mejor evaluación que mirar al cielo todos los días, aunque sólo sea un segundo, y preguntarle: ¿Qué tal hemos salido? ¿Te ha gustado la foto?