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“Son muchos los que han tenido que salir de sus casas en mi comunidad. Ahora viven en la calle con miedo, esperando que todo se calme para regresar. Me encuentro entre quienes huyeron. Tuve que resguardarme en la casa de unos sacerdotes amigos. Todos hemos sentido terror y miedo, pero debemos seguir adelante en nombre de Dios”.
El testimonio es de Ángelo Rangel, un joven venezolano de 28 años de edad, quien de repente, como el resto de sus vecinos, se encontró entre el fuego cruzado de la policía y grupos armados. Su comunidad, El Cementerio, sufrió parte de los enfrentamientos que recientemente sacudieron la Cota 905 y varias zonas del suroeste de Caracas.
Acostumbrado a la solidaridad con los más necesitados, Ángelo no se dejó vencer por la temporal adversidad. Afianzado en Dios y en el acompañamiento de sus vecinos, ahora atiende un nuevo grupo de personas vulnerables: los desplazados por la violencia.
“Nos organizamos y junto a valiosas personas de El Cementerio, les brindamos algo de comer, beber y apoyo espiritual a quienes bajaron a la calle principal escapando de los enfrentamientos”, dijo en mensajería de voz para Aleteia. “Me duele esta situación. Tengo el corazón roto, pero debemos seguir adelante sacando lo mejor de nosotros”.
No es la primera vez que Ángelo entrega alimentos preparados a los más vulnerables de su comunidad. En la iglesia parroquial -San Miguel Arcángel- ayuda al párroco a mitigar el hambre de niños y adultos, constató Aleteia. Igualmente a quienes viven en la calle.
Es una ayuda temporal, pero su deseo es que la gente pueda comer dignamente.
“El venezolano no se ha resignado. Lleva una vida de sobrevivencia. Estamos en una guerra donde el que no corre no se salva. Eso no quiere decir que no aspire y no quiera un cambio”, declaró recientemente a El Nacional. “Yo siento que los venezolanos todavía estamos esperanzados, aunque sea difícil”, aseguró el joven caraqueño.
El equipo de Ángelo Rangel lo conforman jóvenes desde los 17 años y algunos adultos que superan los 37. Muchos de ellos vinculados a la parroquia local. Son diversas las actividades que han emprendido, causando un significativo impacto en la comunidad.
En junio de 2020, comenzaron a elaborar caretas anti Covid-19, para prevenir la carencia que sufren los sanitarios en los hospitales públicos y privados. La idea de las caretas se presentó ante las muertes masivas del personal sanitario debido a la falta de equipos.
“Hace tiempo realicé una careta como parte de un proyecto educativo. Lamentablemente llegó la pandemia del coronavirus, y las cifras de muertos entre los trabajadores de la salud: médicos, enfermeras, técnicos, camilleros y otros, se incrementó por falta de material de bioseguridad. Fue ahí cuando tomamos la iniciativa de realizar una careta y entregárselas para apoyarlos en su protección”.
“Pensamos que nosotros como ciudadanos teníamos que avanzar y dar ese paso. Aunque le corresponde al Estado Venezolano la protección del personal que labora en los hospitales y ambulatorios, los ciudadanos debemos involucrarnos. Y nosotros no nos íbamos a quedar esperando por el gobierno. Por eso nos activamos”.
Las caretas elaboradas por Ángelo y sus amigos han sido entregadas en donación en el hospital Miguel Pérez Carreño, hospital Vargas, J. M. de los Ríos y Hospital Militar Carlos Arvelo, entre otros centros. Otros médicos los han contactado personalmente.
La iniciativa se llama Re Proyecta País. Los jóvenes trabajan con “las Tres R”: Reciclar, Recrear y Reconciliar. Lo explica así: Reciclar ayuda al medio ambiente. Recrear enlaza con la formación de los jóvenes en los espacios como canchas, liceos, callejones de la comunidad y en el bien propio. Reconciliar busca el reencuentro de los venezolanos.
“No tenemos colaboración de ONG nacionales o del estado que nos ayuden”, dijo al preguntársele de dónde sacan dinero para comprar alimentos y demás bienes con que luego sirven a la gente necesitada. “Muchos vecinos realizan sus aportes”, indicó.
“Pero estamos a la disposición de todo el que quiera ayudar o participar con su colaboración. Aquí no hay color político. Lo que queremos es trabajar por nuestro país y que esto no sea para odiarnos sino un punto de encuentro para unirnos”.
En la búsqueda de alternativas para jóvenes y adultos de El Cementerio, a fin del año 2020, lograron que se les impartieran cursos de panadería. “Eso nos permitió obtener mucho ayuda, incluso económica”. Hicieron pan de jamón y hasta los vendieron. “Para ello contamos con los vecinos que prestaron hornos para cocinar el pan”.
También han pintado canchas deportivas y murales alusivos a la paz, la solidaridad y la fe en las calles de su comunidad. Acompañan a los ancianos, a quienes les ayudan a reparar las goteras de sus casas, aunque algunas sean producto de las “balas perdidas”.
Reconoce que El Cementerio ha sido un sector peligroso, pero en vías de cambio. “Lo queremos porque es nuestra zona de residencia. Poco a poco se están logrando los cambios. Muchos ya lo ven como un espacio de unión y de paz, para salvar vidas. Por la gracia de Dios sabemos que podemos aportar algo para mejorar nuestra realidad”.