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David, cuenta la historia, era un joven pastor “rubicundo y atractivo” que, contra todo pronóstico, se enfrentó y derrotó a Goliat en un combate cuerpo a cuerpo. Eso es lo que dice la Biblia. Al menos, si uno está leyendo el primer libro de Samuel (1 Samuel 17, 49-50):
El problema está en que la Biblia no contiene solo un relato de la muerte de Goliat. Hay otro en el segundo libro de Samuel, y aún un tercero en el primer libro de Crónicas. Cada uno de ellos cuenta una historia diferente. Esto no es de extrañar. La Biblia a menudo nos proporciona historias diferentes, aparentemente contradictorias, que se refieren a más o menos los mismos eventos, y más o menos a los mismos personajes. Pero estas aparentes “contradicciones” no deberían asustar al lector en absoluto. Todo lo contrario.
Estas diferencias ayudan al lector a tener en cuenta que la Biblia no es un libro, sino más bien una colección de varios libros separados, la mayoría (si no todos) de ellos hechos a partir del entretejido de diferentes fuentes, tanto orales como escritas. También es el producto del paciente, minucioso, y delicado trabajo de generaciones y generaciones de escritores, compiladores y editores inspirados. Es una antología de textos escritos, editados y codificados a lo largo de milenios.
Además, estas diferencias nos ayudan a recordar que hay muchos géneros literarios diferentes en la Biblia, enriqueciendo nuestra comprensión y apreciación de la misma.
Como se lee en el Dei Verbum (III, 12) del Papa Pablo VI, “la verdad se expone y expresa de manera diferente en textos que son de diversa índole histórica, profética, poética o de otras formas de discurso. El intérprete debe investigar qué significado pretendía expresar el escritor sagrado y qué expresó realmente en circunstancias particulares mediante el uso de formas literarias contemporáneas de acuerdo con la situación de su propio tiempo y cultura”. Podría darse el caso de que los tres relatos diferentes de la muerte de Goliat no intentan presentar al lector solo una verdad histórica, sino también una moral o espiritual.
El Verbum Domini (112) del Papa Benedicto XVI señaló los múltiples efectos beneficiosos de esta apertura hermenéutica (una palabra que Benedicto repite una y otra vez en esta exhortación apostólica) cuando se trata de textos bíblicos difíciles: “La Sagrada Escritura contiene valores antropológicos y filosóficos que han tenido una influencia positiva en la humanidad en su conjunto”. Quizás algunos de estos valores estén en juego en estos tres relatos diferentes de la muerte de Goliat.
En el segundo libro de Samuel, no encontramos a David sino a un tal Elhanán de Belén matando a Goliat. El texto dice lo siguiente (2 Samuel 21, 18-19):
¿Hay alguna diferencia entre el Goliat de David y el de Elhanán? Ambos libros, 1 Samuel y 2 Samuel, parecen referirse al mismo guerrero gigante filisteo. De hecho, la descripción del armamento de Goliat es exactamente la misma en ambos. Al igual que en el texto citado anteriormente, el primer libro de Samuel también dice “el asta de su lanza era como viga de telar” (Cf. 1 Samuel 17, 7).
En el tercer relato de la muerte del guerrero filisteo, que se encuentra en el primer libro de Crónicas, la famosa lanza se describe exactamente en los mismos términos. Además, el texto es casi una copia de 2 Samuel. Crónicas es, de hecho, un libro mucho más tardío. Solo que, sorprendentemente, no es Goliat quien muere. El texto dice lo siguiente (Cf.1 Crónicas, 20, 5):
Entonces, según el primer libro de Crónicas, Goliat tenía un hermano. La introducción de este nuevo personaje parece resolver las inconsistencias entre los dos libros de Samuel: no fue Goliat sino su hermano, Lahmi, a quien Elhanan mató. Esto no es inesperado. Incluso una lectura superficial de Crónicas sería suficiente para darse cuenta de que estos son libros evocadores que intentan narrar el glorioso pasado de la nación, y del reino y la autoridad de David en particular.
Pero, ¿Quién es este asesino de gigantes, Elhanan, al que se le atribuye haber matado a Goliat, a su hermano o a ambos? ¿Cómo llegaron a la Biblia estos relatos tan diferentes de lo que pudo haber sucedido en el campo de batalla? ¿Es necesario armonizar estas narrativas aparentemente contradictorias? ¿Si es así, por qué y cómo?
Una posible respuesta a la mayoría de estas preguntas es relativamente sencilla. El segundo libro de Samuel presenta a Elhanan como miembro del ejército de David; de hecho, podría haber sido uno de los famosos Gibborim, las fuerzas de élite de David, una especie de versión davídica de los Caballeros de la Mesa Redonda de Arturo.
En ese sentido, la expresión “David mató a Goliat” se parece mucho a “César derrotó a Vercingetorix” o “Escipión derrotó a Aníbal”. Incluso si estos guerreros legendarios nunca se enfrentaron entre sí en combate cuerpo a cuerpo, seguimos diciendo que derrotaron a sus adversarios. Presentar a David venciendo a Goliat en duelo (como lo hace el primer libro de Samuel) intenta resaltar su coraje, determinación y liderazgo.
Es decir, es hasta cierto punto irrelevante si Elhanan es el héroe en el germen histórico de la historia, como se presenta en el segundo libro de Samuel. La proeza de David, como la hallamos en el primer libro, sigue siendo uno de los relatos más inspiradores que uno puede encontrar no solo en la Biblia, sino también fuera de ella.
Su valiente desafío de un enemigo aparentemente invencible, armado solo con lo que sincera, auténticamente y verdaderamente es, es todo lo que querríamos encontrar en un héroe épico. Y ciertamente proporciona mucha inspiración y confianza en nuestras propias capacidades.