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Uno de los hábitos más perjudiciales que puedes tener en una relación es mirarte el ombligo.
Con eso quiero decir que, si te preocupas tanto por tus propias frustraciones, luchas y deseos, no puedes pensar en nada ni en nadie más.
He adquirido este peligroso hábito poco a poco a lo largo de mi matrimonio. Un pensamiento se acerca sigilosamente y, de repente, todo lo que puedo ver es lo duro que trabajo por nuestra familia y lo injustamente equilibrada que está la carga de trabajo.
Pienso en mil cosas que mi marido debería estar haciendo para ayudar más. O incluso si reconozco que él ayuda, simplemente me concentro en cómo debería hacer las cosas a mi manera (que, por supuesto, siempre es la mejor manera porque, bueno, es mi manera).
Aquí hay un breve ejercicio mental para ayudar a corregir esa actitud increíblemente dañina.
Piensa en lo que os motiva en un período de 24 horas. Imagina qué luchas tenéis y cuáles son vuestros niveles de estrés en diferentes puntos de vuestra rutina. Para mí, el ejercicio podría tener un aspecto similar al siguiente:
El marido se despierta temprano, antes que los demás. Utiliza este tiempo de la mañana para orar, hacer café, hacer pan o lavar los platos y prepararse para su día.
Luego se va a trabajar, lo que significa pasar la mayor parte de las próximas ocho o nueve horas mirando una pantalla y navegando por todas las frustraciones y alegrías de ser un empleado y compañero de trabajo en una oficina.
Quedo con él para almorzar la mayoría de los días y luego le recojo de su trabajo al final de su jornada. En casa, casi de inmediato, cenamos con nuestros hijos y luego tratamos de pasar la siguiente hora antes de acostarnos haciendo algo en familia.
Luego hay un par de horas de inactividad antes de que se vaya a dormir, durante las cuales generalmente intentamos hacer algunas tareas mientras hablamos y nos ponemos al día (si ninguno de los dos tiene otros compromisos).
La primera vez que hice este ejercicio me concentré en cuánto tiempo tiene mi marido para sí mismo en un día. Y descubrí que casi todo el día lo pasa trabajando o sirviendo a nuestra familia de alguna manera.
Ese primer pequeño descubrimiento fue enorme para mí. Es difícil poder quejarse, sobre lo dura que es tu vida o lo mucho que haces por todos los que te rodean, cuando te das cuenta de que la persona que tienes a tu lado está haciendo lo mismo.
¿Tu pareja está haciendo todas las cosas que crees que debería hacer de la manera que crees que debería hacerlas? Probablemente no. Pero ¿está él (o ella) haciendo lo que cree que es importante para tu bienestar y de él mismo? Casi seguro es que sí.
Por lo tanto, utiliza este ejercicio para ayudarte a darte cuenta de las formas concretas en que él se ocupa de ti y de tu vida.
A continuación, me concentré en las causas del estrés de mi marido y en las partes de su día que podrían ser más difíciles que otras. Me di cuenta de que en los desplazamientos de casa al trabajo por las mañanas y del trabajo a casa por las tardes/noches es donde tiene que hacer más esfuerzos mentales.
Dado que estos son malos tiempos para él, yo podría ayudarle mejor si no introdujera más factores estresantes en esos momentos. Donde antes podría haber intentado usar esos momentos para traer pensamientos negativos a mi mente, o no haber notado realmente lo que estaba sucediendo, ahora puedo añadir algo de conciencia a esas transiciones para que sean más fáciles y suaves para él.
Eso podría significar elegir no mencionar mi propio estrés en esos momentos, o simplemente asegurarme de estar tranquila para ayudar a fomentar una atmósfera pacífica mientras él se mueve en el mismo entorno día a día.
Estos ejercicios pueden ayudarte a ponerte en el lugar de tu cónyuge para comprenderle mejor. Si eres honrada y objetiva con esto, y puedes dejar tu frustración en la puerta, puede aumentar tu comprensión, empatía y gratitud.
Y a veces, ese pequeño cambio de perspectiva es todo lo que se necesita para actualizarse y reiniciarse.