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Al final del día regreso a decirle a Jesús todo lo que me ha pasado. No siempre lo hago todo bien. Fracaso en muchas de mis empresas, pero no me desanimo.
Jesús me envía cada mañana al mundo a llevar su palabra y su esperanza. Y me espera al final del día dispuesto a escuchar todas mis aventuras. Y yo se las cuento.
Le importa todo lo mío. Lo bueno y lo que no es tan bueno. Mis éxitos y sobre todo quiere escuchar mis fracasos.
No se ofende cuando creo haberle ofendido. Ni se escandaliza cuando le cuento mis cobardías.
No se sorprende al hablarle de mis miedos y perezas, de mis desidias y desencuentros. Me mira conmovido.
Él me envió como oveja en medio de los lobos. Sabía que me jugaba la vida. Pero nunca en todo el día dejó de acompañar mis pasos desde lejos.
Y al final del día sale a mi encuentro feliz de verme regresar a casa. Así quiero que sea cada uno de mis días.
Agotado vuelvo a casa y caigo feliz en sus brazos. Y torpemente le cuento lo que Él ya sabe pero quiere oírlo de mis labios.
Luego Él me invita a descansar a su lado, en un lugar tranquilo. Y yo voy con Él. ¿No es eso lo que he deseado todo el día?
Sí, quiero descansar con Él. Porque sé que mi vida a su lado es como la que describe el salmo:
"El Señor es mi pastor, nada me falta
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término".
Jesús es mi lugar de descanso permanente. Mi oasis en medio del desierto de la vida. Es mi sombra bajo la luz del sol poderoso que amenaza con quitarme la alegría.
Jesús es el lugar en el que soy yo mismo. Allí donde no tengo miedo a nada y soy feliz. Donde no tengo que demostrar nada. Ni ser impecable, ni inmaculado. Allí donde puedo ser yo mismo en mi pobreza.
Y su mirada se posará sobre mí levantándome de mi cansancio.
Me dirá que descanse, que no tenga miedo, que la vida es corta y hay que vivirla con la paz muy dentro grabada en el alma. Así quiero vivir yo cada mañana.
En ocasiones siento que no sé descansar. Vivo volcado en todo lo que sucede a mi alrededor y no desconecto de mis obligaciones.
Me creo indispensable. Y no corto, no descanso, no me ato a Jesús olvidando todo lo que me quita la paz.
Pero Jesús me dice que vaya con Él y descanse. Que en sus manos no tengo nada que temer.
No tengo que estar a la altura y ser perfecto. Ni tengo que haber sido fiel siempre. No tengo que estar enojado conmigo mismo por todas mis caídas.
Porque Él ya me ha salvado. Y sus palabras me calman. ¿Podré conciliar el sueño? Quiero tener el alma en paz y a su lado todo parece más sencillo.
Veo a tantas personas que no saben descansar. Yo mismo a veces caigo en hábitos que me cansan, vivo volcado en el mundo y me inquieto.
Todo lo que escucho o recibo como impulso de fuera me pone nervioso y me hace perder la paz.
Entonces Jesús me dice que sus prados son verdes y que a su lado no tendré que temer los lobos de este mundo que me amenazan día y noche. Y no tendré que haber triunfado en todas mis empresas, porque Él me guarda.
El miedo desaparece porque estoy a su lado. Y recuerdo la letra de una canción:
"Tengo tanto guardado, tantas palabras, mil silencios callados dentro del alma, voy tejiendo esperanzas con manos sabias, voy surcando los mares sobre tus aguas. Tantos miedos guardados, tantas preguntas, tus palabras me calman son mi descanso. Quiero darte la vida sin pedir nada. Quiero ser sólo tuyo cruzando mares. Tantas veces he huido lejos de casa. Me he dejado perdidas mis esperanzas. Y tú has vuelto a buscarme tanto me amabas. He sentido tu abrazo, eso bastaba. ¿Dónde iré sin ti, dónde estaré si no me guardas? ¿Dónde huiré de ti, vives en mí, dentro del alma?".
Es lo que quiero sentir al dejar mi cabeza descansar en su regazo. Y confiar que su abrazo repondrá todas mis fuerzas.