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Cómo salvar nuestras almas en el último instante

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Claudio de Castro - publicado el 25/07/21
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Recuerdo un tío de mi esposa Vida muy enfermo. Una noche fuimos a visitarlo y le pregunté: “¿Está preparado?” Me miró con serenidad y respondió: “Estoy listo Claudio, con mis maletas preparadas para cuando me llame el Señor”.  

Estaba tranquilo, había recibido el Sacramento de la Unción de los Enfermos.

Pero, en caso de una tragedia, lejos de toda posibilidad de conseguir un sacerdote, ¿cómo hacemos?

La guerra espiritual que se desarrolla ante nosotros y nuestra salvación eterna son temas  que siempre me han inquietado.

No me canso de hablarte de ello. Lo haré una y otra vez hasta que este tesoro llegue a todos.

Piénsalo, con esta dolorosa pandemia, miles personas han muerto sin poder tener un sacerdote que los asista, en su paso a la eternidad.

Muchos contagiados del Covid-19 morían solos.  Según los medios noticiosos, han muerto más de un millón de personas, solo en Brasil son  514.000. 

¿Cuántos pudieron tener acceso a un sacerdote y recibir los sacramentos? Hablamos de la eternidad, no es cualquier cosa. Pero casi no pensamos en ella.

La Iglesia que es Madre y maestra nos brinda un medio eficaz para salvar nuestras almas de la condenación en casos extremos -como accidentes y ahora esta pandemia-, o cuando estamos en momentos críticos y no podemos acceder a un sacerdote para confesarnos.

Es tan sencillo que sorprende.

Primero la pregunta: “¿Puedo salvar mi alma si muero sin tener a un sacerdote que me confiese en mi último momento?”

La respuesta es “Sí”. 

Es una noticia tan importante, y maravillosa que no puede pasar desapercibida. 

Te ruego la compartas con cuantos puedas.

Pero,  ¿dónde encuentras esa buena noticia? Está  en el Catecismo de nuestra Iglesia. Te copiaré textualmente lo que dice.

El papa Francisco lo ha recordado por esta pandemia:

Amable lector, ahora lo sabes, la Misericordia de Dios es infinita y está al alcance de todos.

Comparte esta noticia, habla de esto, ayudemos a salvar almas, la tuya, la mía, la de millones de personas en el mundo.

¡Dios te bendiga!

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