Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
A las 10.00 horas de esta mañana, domingo 17, monseñor Rino Fisichella, celebró, en representación del papa Francisco, la misa en la Basílica Vaticana en la Primera Jornada mundial de los abuelos y los ancianos.
“Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar. Ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, “la fragancia de la memoria”.
Recoger, conservar con cuidado, custodiar a los abuelos ha sido el llamado urgente presentado en la homilía preparada por el Papa para la ocasión y que fue pronunciada por mons.Fisichella durante la celebración eucarística, después del anuncio del Evangelio: «Recojan los pedazos que han sobrado, para que no se pierda nada» (Jn 6,12).
“Y nosotros, ¿qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos compañía o llamamos por teléfono a un anciano para manifestarle nuestra cercanía y dejarnos bendecir por sus palabras?”, cuestionó.
“Sufro cuando veo una sociedad que corre, atareada e indiferente, afanada en tantas cosas e incapaz de detenerse para dirigir una mirada, un saludo, una caricia. Tengo miedo de una sociedad en la que todos somos una multitud anónima e incapaces de levantar la mirada y reconocernos”.
“Los abuelos, que han alimentado nuestra vida, hoy tienen hambre de nosotros, de nuestra atención, de nuestra ternura, de sentirnos cerca. Alcemos la mirada hacia ellos, como Jesús hace con nosotros”.
El Papa indicó que los abuelos “habiendo tenido una vida a menudo muy sacrificada, no nos han tratado con indiferencia”, sino que “han tenido ojos atentos, llenos de ternura”.
Y añadió: “Cuando estábamos creciendo y nos sentíamos incomprendidos o asustados por los desafíos de la vida, se fijaron en nosotros, en lo que estaba cambiando en nuestro corazón, en nuestras lágrimas escondidas y en los sueños que llevábamos dentro”.
Asimismo, invitó a no perder “la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos”.
Preguntémonos: “¿He visitado a los abuelos? ¿a los mayores de la familia o de mi barrio? ¿Los he escuchado? ¿Les he dedicado un poco de tiempo?”. Custodiémoslos, para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros, hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida”.
“Hermanos y hermanas, los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron.
“Por favor, no nos olvidemos de ellos. Aliémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca. Custodiémoslos con amor. Y aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Saldremos mejores. Y, juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios”.
Un pacto generacional entre “jóvenes y ancianos, el tesoro de la tradición y la frescura del Espíritu. Jóvenes y ancianos juntos. En la sociedad y en la Iglesia: juntos”, escribió el Papa de 84 años que se presentó como anciano, entre sus pares.
“Después de que todos comieron, el Evangelio refiere que sobraron muchos pedazos de pan. Ante esto, Jesús da una indicación: «Recojan los pedazos» (Jn 6,12).
“Un pedacito de pan podría parecer poca cosa, pero a los ojos de Dios nada se debe descartar. Es una invitación profética que hoy estamos llamado a hacer resonar en nosotros mismos y en el mundo: recoger, conservar con cuidado, custodiar”.
El arzobispo Rino Fisichella ha justificado, en primer lugar, la ausencia del papa Francisco debido a su convalecencia y quién hubiera querido estar en la misa dedicada a los abuelos.
Ante 2500 fieles presentes, especialmente de la diócesis de Roma, el Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización sostuvo:
“Queridos hermanos y hermanas, queridos abuelos, ustedes esperaban justamente a Papa Francisco. El Papa les saludará al final celebrando el Ángelus. Ustedes saben que para él estos días son días de convalecencia.
Nosotros deseamos que (el Papa) no se canse más, para que pueda pasar estos últimos días en reposo, recupere sus fuerzas y su ministerio pastoral. Celebramos esta santa eucaristía sabiendo que estamos en comunión con todos los cristianos repartidos en todos los rincones del mundo”.
Bajo el lema: “Yo estoy contigo todos los días”, la jornada ha sido instituida por el papa Francisco para demostrar cercanía, solidaridad y reconocimiento a los abuelos y personas mayores.
Sobre todo en este tiempo de pandemia en el cual las personas más vulnerables han sufrido momentos de soledad, de abandono y/o de enfermedad.
El Pontífice ha aprobado un documento de indulgencia plenaria en el marco de esta jornada que beneficia a los ancianos y a todos los fieles que visiten a los abuelitos o personas frágiles y les demuestren especial afecto, atención y cuidado.