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Decidir no es nada fácil, aún más cuando nos enfrentamos a dos cosas buenas. Se trata de priorizar, pero no siempre está tan claro qué es lo mejor.
Los sentimientos de culpa están a la vuelta de la esquina, el miedo de haber tomado la decisión equivocada está al acecho y el temor al fracaso nos hace dudar.
El discernimiento es la habilidad de juzgar sabiamente y la capacidad de escoger cuidadosamente entre varias opciones.
Consiste en ser capaces de tomar decisiones cotidianas en sintonía con la realidad, con la propia conciencia y, si somos creyentes, con el Evangelio.
Siempre tenemos que discernir. La vida cambia, somos seres dinámicos y necesitamos estar abiertos al discernimiento constante.
La pregunta que nos debemos hacer es: ¿tenemos a Dios en cuenta en las decisiones de nuestra vida?
Por eso (si quieres tomar en cuenta a Dios en tus decisiones cotidianas) te dejo estas cuatro claves para decidir bien:
1Siempre habrá efectos secundarios
Cualquier decisión genera decepción en alguien. Quizás alguien se haya sentido traicionado o descuidado. Es obvio que lo que piensan los demás influye en nosotros y, más aún, nos afectan las decisiones de los demás, pero esto no es lo más importante.
Debemos aprender a poner nuestra mirada en lo que realmente importa. Hay decisiones que no pueden esperar.
2Lo bueno y lo mejor
¿Cómo saber lo que es verdaderamente importante? No todas las decisiones son entre lo bueno y lo malo. De hecho, la mayoría no lo son. Entonces, ¿qué priorizar? La decisión se hace difícil cuando las dos opciones son buenas.
Hay dos preguntas fundamentales que nos debemos hacer:
¿Soy totalmente libre al momento de tomar esta decisión? Todo discernimiento debe hacerse en libertad. Nuestra libertad puede estar condicionada, pero si somos capaces de mirar con objetividad, siempre podemos decidir en libertad, purificando nuestras intenciones.
¿Qué es lo que Dios me pide en este momento? A partir de nuestra experiencia con Él, buscarlo en el corazón y en todas las cosas, encontrando la belleza en la realidad, no usándola para nuestros fines.
3Siente para elegir
De hecho, hay una frase clave que se convierte en criterio de decisión: entra en contacto con lo que siente tu interior, con lo que piensa tu corazón.
En el momento de decidir, ¿cuál es el sentimiento profundo que mueve nuestra interioridad? Detenerse a mirar esto significa no tomar una decisión precipitada, sino escucharnos a nosotros mismos.
Tomar decisiones es de valientes, no por el riesgo de equivocarnos, sino porque implica ser sinceros y honestos con nosotros mismos sin justificaciones ni disfraces.
Muchos piensan que al optar por una cosa y no por la otra es mucho lo que se pierde, y sí, en algún punto pasa esto.
Pero, si lo miramos correctamente nos damos cuenta que no dejamos, elegimos. Elegimos desde la libertad, y, ¿qué nos puede hacer más felices?
Cuando seguimos los deseos auténticos de nuestro corazón, este se hace más grande, se ensancha.
4Elige como Jesús
Buscar en nuestras decisiones obrar con una recta intención, con transparencia, teniendo en cuenta nuestro bienestar, pero también el de los demás.
Mirar hacia dónde se inclina nuestra razón y cómo esto mueve nuestro corazón y ser capaces de ser libres ante cualquiera de las opciones: sana indiferencia.
Lo único que mueve a Jesús es hacer la voluntad de su Padre. Eso debe mover nuestras decisiones también. Con el fin claro (Dios), todo lo demás es un medio.
Jesús tiene la libertad de dejar lo que está haciendo, tiene el coraje de decepcionar, tiene la fuerza de posponer lo demás por lo más importante.
¿Cómo decido yo?