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Para hablar sobre la felicidad tenemos que partir del hecho de que el hombre es egoísta.
Nacemos egoístas, incluso amamos lo que hacemos, por razones, en algún punto, egoístas. Nos cuesta pensar en el dolor ajeno y nos preocupamos más por el dolor en nuestro dedo gordo del pie.
Pero este deseo de felicidad, de querer cosas que nos llenen por completo, no puede ser solo un deseo autosuficiente y ególatra.
¿Dios se equivocó al poner ese anhelo autorreferencial en nuestro corazón? No. No se equivocó.
Nos dio otros modos, otros ángulos para superar nuestro egoísmo y permitirnos salir del centro de nuestro yo. Gracias a Él tenemos mil posibilidades de encontrar una alegría duradera.
El hombre nace como una circunferencia con el eje en el centro de sí misma. Toda gira hacia ese centro, todo debería subordinarse a él.
Pero el alma, lentamente, comienza a descubrir que hay algo por encima y fuera de esa circunferencia, algo que le afecta también a ella, algo que lo trasciende y lo impulsa a salir de sí mismo.
Esto es lo lindo y lo difícil: poner la mirada en ese nuevo centro y cambiar.
Por eso, no se trata de enojarse con el egoísmo propio (este hace parte de nuestra naturaleza limitada).
Se trata de lograr que ese centro de gravedad pese menos, que se expanda cada día, que salga de sí.
Para ello es muy importante no olvidarnos que ese centro siempre pesará y que toda la vida tendremos que luchar un poco con él.
Se me ocurre que esa lucha será más fácil si en ese esfuerzo por salir de nosotros mismos no terminamos poniendo el centro en otras cosas, que, aunque no seamos nosotros, terminan siendo distracciones, máscaras de libertad y autenticidad (con las que luego tendremos que luchar) sino que buscamos poner ese centro en algo duradero y estable.
Acá tres cosas, que considero podemos poner en nuestro centro:
1Reconocer, agradecer y disfrutar lo que tenemos
Como dice Martín Descalzo: "no tener que esperar a encontrarnos con un ciego para enterarnos de lo hermosos e importantes que son nuestros ojos. No necesitar conocer a un sordo para descubrir la maravilla de oír".
2Tener algo hacia lo que dirigir nuestras energías
A veces nos hace falta algo que centre nuestra existencia, y si no lo tenemos, considerar como importante caminar hacia eso incesantemente, aunque sea con algunos retrocesos. Aprender a aceptar la lenta maduración de las cosas, comenzando por nuestra propia alma. Aspirar siempre a más, pero no a demasiado más. Dar cada día un paso.
3No olvidarnos de las pequeñas felicidades del camino
La tercera, y creo la más importante: detenernos a mirar, encontrar la alegría en lo cotidiano, luchar por las felicidades que se construyen y que no llegan por arte de magia: