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De pocas palabras, carácter recio, sencillo, compasivo y tierno. Así describen al siervo de Dios Rafael García Herreros quienes tuvieron la oportunidad de conocer y aprender del sacerdote colombiano. En este caso un hombre que fue durante muchos años la ‘conciencia’ de un país en el que dejó un gran legado.
“Era de pocas palabras pero muy profundas, de mirada penetrante y una gran ternura. Sus enseñanzas y ejemplo fueron decisivos para mí”, asegura Gloria de Bravo, quien desde hace muchos años vive en el barrio Minuto de Dios, donde lidera una comunidad carismática.
Con el mismo cariño y admiración, el también sacerdote eudista Bernardo Vergara se refiere a quien fue su maestro. “El padre García Herreros (1909-1992) fue la conciencia de Colombia frente a todo tipo de violencia. Han pasado los años y sus palabras siguen siendo proféticas, sufrió mucho por el daño que los colombianos se hacían unos a otros”, recuerda.
Al igual que ellos, los religiosos y laicos de la comunidad eudista del Minuto de Dios en Bogotá destacaron las virtudes del sacerdote. Su causa de beatificación tuvo un importante avance hace algunas semanas, al ser reconocida la validez jurídica del proceso diocesano (realizado en Colombia) por la Congregación para las Causas de los Santos, en el Vaticano.
Para Gloria de Bravo y su familia es una noticia que estaban esperando, porque fueron testigos de una vida de santidad. “Ayudó a mi familia cuando yo todavía era niña", contó en su entrevista con Aleteia.
"Llegamos a Bogotá huyendo de la violencia política, mi papá era alcalde del pueblo donde nacimos y lo intentaron matar varias veces. Éramos siete hijos y mi mamá un día dijo que iba a pedir ayuda a ese padre que salía en televisión”, prosiguió.
Así fue como les asignaron una casa en el Minuto de Dios, barrio que el sacerdote inició y fue calificado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como modelo de erradicación de la pobreza.
Eran viviendas dignas, porque “él quería que viviéramos como seres humanos, no en casas que parecieran alcancías. También dejó los patios abiertos para que los vecinos se hicieran amigos y las señoras conversaran mientras hacían los oficios domésticos. Ese era su sueño, que fuera una comunidad solidaria y progresista”. Allí creció Gloria, mientras asistía a las formaciones para jóvenes que ofrecía el sacerdote y le fue tomando gran cariño, que se convirtió en verdadera amistad.
Cuando se casó y formó una familia, también les entregaron una casa en el Minuto de Dios, donde aún vive con su esposo:
“Yo me siento en un palacio, en mi corazón hay un profundo agradecimiento. Me formé en la Renovación Católica Carismática, que el padre trajo a Colombia después de un viaje a Estados Unidos; él encendió el fuego del Espíritu Santo en el barrio, en cada calle había un grupo de oración”.
Con el pasar de los años, el sector, naturalmente, cambió, pero las enseñanzas de García Herreros perduran en los corazones de los millones de colombianos que aprendieron de sus mensajes y se beneficiaron de sus obras, gestadas a través de la Corporación Minuto de Dios en toda Colombia y en algunos países de la región.
Testigo de ello fue el padre Bernardo Vergara, quien compartió con García Herreros los últimos 17 años y vio cómo su vida se fue desgastando después de años de excesivo trabajo. El hoy siervo de Dios lo apoyó en la creación de la Fundación Eudes, para acoger a los enfermos de SIDA, cuando se empezaron a conocer los primeros casos de la enfermedad.
“Mi intención siempre fue aprovechar todo lo que él era y por eso mi cercanía, para aprender. Teníamos gran empatía y una complicidad en los buenos términos”, expresó.
También menciona la inmensa capacidad de su maestro para adentrarse en el ámbito de la familia, de los jóvenes, de los artistas y para aprovechar las tecnologías en favor de las comunicaciones.
“Ante todo fue un místico, interesado en conocer la voluntad de Dios para su vida y eso lo llevaba a incursionar en lo inimaginable frente a las realidades del país. Él sufría mucho por la guerra, por la corrupción, por las brechas entre ricos y pobres, por los desastres naturales… y su llamado fue a superar la inequidad y entender que todos los colombianos tenemos derecho a mejores oportunidades”, dijo a Aleteia.
Como testigo y amigo que fue, asegura el padre Bernardo que al sacerdote García Herreros “las cosas siempre le salían bien porque tenía el aval de Dios”, en cual coincide con Gloria, porque para ella “cuando la obra es Dios, a través del hombre, nunca se acaba. Mire no más lo que dejó: colegios, universidad, emisora de radio, parroquias, grupos carismáticos, barrios completos y muchas obras sociales más”.
Y es tan valioso y prolífico el legado del sacerdote colombiano, que Jean-Michel Amoriaux, superior general de la Congregación de Jesús y María – padres eudistas, dijo a Aleteia que impulsará la traducción a otros idiomas de libros que recogen la vida de Rafael García Herreros, “porque ya es una figura importante para la Iglesia universal y debemos conocerlo, no solo en los 20 países donde está nuestra comunidad, sino en todo el mundo”.
Al tiempo que se va impulsando la difusión de su obra, continúan las oraciones por el avance del proceso de beatificación y posterior santificación y la súplica de un milagro a través de su intercesión.