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Un día oí decir que "cuando nace un hijo, nace un padre también". Me hizo pensar. En efecto, por mucha experiencia que tuviera a los 30 años, empezó una nueva fase en mi vida cuando nació mi hija.
Mi trabajo diario empezó a requerir trabajo extra en casa. Cuidar a nuestra bebé fue algo nuevo tanto para mi esposa como para mí. Crecimos y fuimos más allá de nuestra zona de confort. Valientemente enfrenté su primer baño y el primer corte de uñas, y abracé a nuestra hija durante sus vacunas. Así es como este nuevo padre nació.
Tres años después, llegó nuestra segunda hija. Me convertí en padre por segunda vez, ahora con un poquito más de experiencia con el cuidado que necesita un bebé, pero aún así definitivamente un nuevo padre para esta nueva bebé.
Volverme padre significó que tenía mucho que aprender. Libros, charlas y conversaciones con otros hombres que habían sido padres más tiempo que yo. Además, aprendí mucho de ls Biblia.
En el Evangelio, Jesús describe a Dios como un padre misericordioso. En la parábola del Hijo Pródigo (Lc 15, 11-32), nos dice que, a pesar del sufrimiento causado por la ida de casa de su joven hijo y sus malas decisiones, el padre lo recibe de vuelta con amor y compasión. En este sentido, Jesús nos enseña que, como padres, siempre debemos estar dispuestos a recibir de vuelta a nuestros hijos con gran amor.
En otro pasaje bíblico, Jairo, el jefe de la sinagoga, le pide a Jesús que ayude a su hija que está enferma. Jesús le dice que tenga fe, y el milagro sucede en su casa (Mt 9, 18-26). Este texto nos muestra que, como padres, siempre debemos interceder por nuestros hijos.
Otro ejemplo es san José, padre adoptivo de Jesús en la tierra. Un hombre de pocas palabras y mucha acción, que fue capaz de cuidar al niño Jesús y a su madre María.
Cuando me convertí en padre, intenté acercarme todavía más a Dios, renovar mi fe, y pedir a san José que intercediera por mí en mi misión como padre. También fue momento de mirar hacia atrás, a mi infancia. Si llegué hasta aquí, es porque también tengo a un gran padre, que siempre está a mi lado, y no escatimó en nada para proveer a su familia de comodidad y bienestar para que pudiera crecer en el ambiente armonioso de un hogar cristiano.
Con la inspiración del Espíritu Santo y el ejemplo recibido en casa, estoy tratando cada día de ser un mejor padre para mis hijas, que ahora tienen 19 y 16 años.