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Allí bien puede haber comenzado el planeta. Al menos, eso piensan los científicos. Para los pemones, el espíritu protector de la etnia habita allí, en una formación que, sin dudarlo, los científicos sostienen que es el génesis de la Tierra.
La cueva se localiza en el valle de kamarata y kanavayén auyán-tepuy, parroquia Santa Elena de Uairén, en el parque nacional Canaima del Municipio Gran Sabana -estado Bolívar- en Venezuela.
Es una cueva de cuarcita, una roca resistente a la erosión. No es una formación común, sino que cuenta con muchas entradas de aire, estalactitas y estalagmitas coloridas, agua mineral pura, cascadas de 70 metros de altura salas que miden 130 metros de ancho por 200 metros de largo y diversos túneles que conectan con la cueva entera.
Allí habitan los guacharos, pajarracos que anidan en el suelo, un comportamiento no visto antes por la ciencia. Entre las peculiaridades de esta cueva figuran las salas, cámaras y galerías de colores azulados, rojizos, morados y blancos causados por la mineralización. Es como entrar en el ficticio planeta Kripton -cuna de Superman- pero sus estalactitas, en lugar de transparentes, despliegan el brillo de mil colores. Otro dato es que la fauna y flora aislada de los tepuyes solo se da en esta cueva.
Es probablemente la cueva más larga del mundo y se interna en las profundidades del mítico cerro Auyantepuy, que en lengua indígena significa Montaña del Diablo. Un verdadero paraíso natural. Fue descubierta en el año 2011 por el piloto venezolano Raúl Arias, y explorada dos años después por el espeleólogo Freddy Vergara con su equipo de 14 acompañantes. Eran 7 italianos y 7 venezolanos. En el recorrido pudieron llegar a los 15 km de longitud y bajaron 280 metros desde el acceso hasta el final de su recorrido. Según los cálculos de su explorador tiene aproximadamente 25 km de longitud y se ubica a una altura de 1 500 metros sobre el nivel del mar.
El Auyantepuy no es solo el tepuy más imponente de Venezuela, sino que en su interior alberga esta impresionante cueva. Imawarí Yeutá es un nombre de origen indígena y significa “la cueva donde habitan los dioses de la montaña" según la lengua pemona.
Se trata de una cueva de cuarcita ubicada en el lado este del Auyantepuy. Los primeros y hasta el momento los únicos en adentrarse a las profundidades de esta cueva han sido los integrantes del mencionado grupo multidisciplinario de venezolanos e italianos, quienes realizaron el primer descenso en la cueva durante el mes de marzo del 2013.
Su origen es bacteriológico, al respecto, el espeleólogo venezolano Freddy Vergara explicó que este tipo de cuevas tienen un origen bacteriológico pues “se producen por la acción de bacterias extremófilas (que viven en condiciones extremas), que de cierta forma logran debilitar el núcleo de la cuarcita, lo arenizan y hacen que se erosionen y formen estas estructuras maravillosas, vivas”.
Los colores azulados, amarillos, rojos y purpuras de sus salones, cámaras y galerías se deben a la mineralización. En esta cueva evoluciona la vida por aislamiento.
Dice el periodista Haiman El Troudi que son 22,2 kilómetros certificados en un recorrido, donde la penumbra da paso a un mosaico de colores en estalactitas, estalagmitas y rocas milenarias, cascadas de hasta 70 metros y cientos de pequeños túneles que se intercomunican con exóticos salones.
"Es como si hace millones de años Dios hubiese tomado plastilinas de colores y las hubiese amasado en este lugar". Aquí la comparación de los expedicionarios ante la maravilla cromática que testificaron sus ojos.
En una ocasión voló hasta allá el actor Harrison Ford, quien fue a Venezuela a conocer las maravillas naturales de esa parte del país. Se quedo sin palabras. El Indiana Jones, el arqueólogo aventurero, encontró en Venezuela algo mejor que el arca perdida.
En su portal Lo Afirmativo Venezolano, El Troudi explica que Imawarí Yeutá significa la cueva donde habitan los dioses de la montaña en lenguaje pemón, pueblo ancestral que de nuevo demuestra su inmensa sabiduría sobre la naturaleza. Es que solo un poder divino pudo haber creado y cuidado tan maravilloso y misterioso escenario, oculto durante millones de años entre una de las formaciones geológicas más antiguas del planeta. Dicen los expertos que si la erosión de cien metros de carbonato de calcio toma cien años, el cuarzo se erosiona un metro en un siglo.
Fue el piloto venezolano Raúl Arias quien sospechó la existencia de una cueva en el lado este de la turística Montaña del Diablo al observar lo que parecía una cascada a la inversa, imagen producida por la expulsión de las nubes que rodean la grieta de entrada a la cavidad debido al fuerte viento que allí sopla. La entrada se percibe a través de la cima del viento. Aquí una grieta desde donde se puede ver “un lugar subterráneo muy amplio, que además contaba con un río que fluía”, según describieron.
Hay salones gigantes donde impacta un estallido de colores, donde destacan matices del azul, el rojo, el naranja, el amarillo, el púrpura y el blanco, pintando estalactitas, estalagmitas y rocas milenarias. Durante la exploración, determinaron que la cueva se ramifica en cientos de pequeños túneles que, a su vez, se comunican con esos espectaculares salones.
En el año 2013 se realizó la primera expedición con un equipo multidisciplinario conformado por los expertos venezolanos e italianos. A lo largo de 15 días, en condiciones climáticas difíciles, cuidaron cada detalle para proteger el delicado ecosistema de la cueva durante su exploración.
En el plano espiritual -siguen contando los cronistas- el descubrimiento de la Imawarí Yeutá se ha constituido en una especie de verificación de la existencia de una leyenda pemona. La misma habla del corredor de los espíritus. Es una cueva a través de la cual los espíritus que cuidan los tepuyes pasan desde el Valle de Kamarata hasta el Valle del Churum, sector en el que se encuentra la caverna.
Coincidencia o no, lo importante es que la expedición a la Imawarí Yeutá contó con el consentimiento del pueblo pemón luego de una serie de reuniones en la que los exploradores lograron convencerlos de su respeto por el valor tanto espiritual como científico de la cueva, sin intención mercantilista alguna.
Aún quedan cuevas por explorar. Y lo que desde el cielo les parecía un gran monstruo es, posiblemente, la cueva de cuarcita más larga del mundo.