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Aunque unos pocos países han autorizado la eutanasia, la mayoría de los países en el mundo no la aprueban: supongo que este dato ya significa algo en sí mismo.
México, desde donde escribo, es uno de los países que no la aprueba. Así, la Ley General de Salud establece en su artículo 166 Bis la prohibición de la práctica de la eutanasia, entendida como homicidio por piedad, lo mismo que el suicidio asistido, conforme lo señala el Código Penal Federal. En tal caso se estará a lo que señalan las disposiciones penales aplicables[1].
Pero no es de esto de lo que quiero hablar hoy, sino de los cuidados paliativos, y ello porque este sábado día 9, como cada segundo sábado de octubre, se celebra el Día Mundial de los Cuidados Paliativos. El lema de este año es: “No dejar a nadie atrás: equidad en el acceso a los cuidados paliativos". ¿Por qué este lema? Porque el 88% de las necesidades mundiales de cuidados paliativos no están cubiertas. Un dato dramático, se mire por donde se mire.
Las personas habitualmente no pensamos en el tema de la muerte sino cuando no queda más remedio, cuando nos enfrentamos de manera ineludible con ella, en nosotros mismos o en una persona amada. Y aquí es en donde quiero situar mi primera recomendación: dado que somos seres finitos, frágiles y vulnerables, conviene pensar en estos temas, hacer una preparación adecuada para una buena muerte. Los cuidados paliativos deben preocuparnos a todos. Como escribió José Ortega y Gasset, “después de siglos de huir de la muerte, hace falta fomentar en nosotros el arte de morir”.
Los cuidados paliativos son esenciales para aliviar el dolor y el sufrimiento físico, psicológico, social y espiritual. Los cuidados paliativos deben integrarse en el sistema sanitario de todos los países. Hay que formar, apoyar, equipar y financiar al personal sanitario para garantizar la equidad en el acceso a los cuidados paliativos para todos, niños y adultos, porque los niños también se mueren.
La historia de los cuidados paliativos tiene su origen en Europa, en la segunda mitad del siglo XX, en donde se conocieron como hospices, espacios para que el enfermo recibiera en la fase final de su enfermedad un apoyo de confort, bienestar, alivio del dolor y soporte emocional y espiritual que lo ayude a vivir sus últimos días con respeto y dignidad. Es en países como Inglaterra en donde empieza a tomar forma esta filosofía; este modelo de atención en el final de la vida: Cicely Saunders y el St. Christopher's Hospice son nombres ineludibles al hablar de esta historia. En España la primera unidad de cuidados paliativos se abrió en el Hospital de la Santa Creu de Vic en Barcelona en 1987[2].
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que los cuidados paliativos son un enfoque que mejora la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento por medio de la identificación temprana de factores adversos al confort y problemas agregados de índole psicológica o espiritual[3].
Con el propósito de difundir esta modalidad terapéutica, la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor y la Federación Europea de la IASP establecieron en el año 2004 que el segundo sábado de octubre se celebrase el Día Mundial de los Cuidados Paliativos. A día de hoy, por desgracia, pocos hospitales cuentan con un servicio establecido de cuidados paliativos, y buena parte de los servicios que existen no cuentan con los recursos necesarios para hacer su trabajo[4].
En México la Ley General de Salud en Materia de Cuidados Paliativos establece[5]:
Salvaguardar la dignidad de los enfermos en situación terminal, para garantizar una vida de calidad a través de los cuidados y atenciones médicas, necesarios para ello.
Garantizar una muerte natural en condiciones dignas a los enfermos en situación terminal.
Establecer y garantizar los derechos del enfermo en situación terminal en relación con su tratamiento.
Dar a conocer los límites entre el tratamiento curativo y el paliativo.
Determinar los medios ordinarios y extraordinarios en los tratamientos.
Establecer los límites entre la defensa de la vida del enfermo en situación terminal y la obstinación terapéutica.
Una Ley que pocas veces se cumple, ante una falta generalizada de apoyo económico efectivo, de personal sanitario conocedor de los cuidados paliativos. Presentándose una paradoja de justicia, principalmente en la población vulnerable. Un hecho que, tristemente, se agudiza en estos tiempos de pandemia por el SARS-CoV2.
Pero esto no sólo sucede en mi país, en muchos otros territorios existen magníficas leyes sobre esta materia que no se cumplen por una notoria falta de compromiso político, que se traduce en una crónica insuficiencia de dotación económica. Pura demagogia. Por ello, y sería la segunda gran afirmación que quiero formular en este día: proporcionar cuidados paliativos seguros y eficaces es un imperativo ético, y no hacerlo es una grave violación de los principios éticos y jurídicos fundamentales.
Los cuidados paliativos son una valiosa herramienta para la atención y apoyo a los pacientes, familiares y personal de la salud, no sólo en el aspecto sanitario, sino también uno muy importante y que no debemos de soslayar, que es el espiritual, en el sentido amplio del término. Ya que el enfermo necesita en esos momentos tan difíciles como son el final de la vida, en donde la existencia más fuerte busca la esperanza de una mano amiga, de alguien que le dé consuelo y apoyo, acompañamiento y soporte. La ciudadanía debe estar enterada de esta alternativa viable para mitigar el sufrimiento.
La pandemia por el COVID-19 debe ser una oportunidad para que se hagan realidad los cuidados paliativos, procurar que exista personal capacitado en cuidados paliativos, garantizar el acceso a los medicamentos (en especial los opioides), concientizar a los cuidadores familiares de la existencia y bondad de los cuidados paliativos, instalar o fortalecer los servicios de cuidados paliativos en los hospitales. Un día nosotros mismos los podemos necesitar.
Eduardo García Solís
Médico
Comisión de Bioética del Estado de Campeche (México)