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Fue la última de las grandes regentes de la historia de España. María Cristina de Habsburgo estuvo al frente del país durante dieciséis años. En ellos se ganó el respeto de los políticos y el cariño de su pueblo.
No fue fácil para esta mujer sobria y estricta dejar atrás su vida en el Este de Europa donde llevaba un tiempo ejerciendo como abadesa. Pero supo aceptar sus responsabilidades dinásticas. A lo que nunca renunció fue a sus principios ni a sus creencias.
María Cristina de Habsburgo Lorena había nacido el 21 de julio de 1858 en el castillo de Gross-Seelowitz, situado en Moravia. Como hija del archiduque Carlos Fernando y la archiduquesa Isabel de Austria, formaba parte de la familia Imperial.
Como miembro de tan ilustre dinastía, María Cristina, conocida en su entorno más íntimo como Crista, creció y se educó en un ambiente refinado recibiendo una formación excepcional para las mujeres de su tiempo.
Cuando tenía dieciocho años, la joven princesa ingresó en el Capítulo de Nobles Canonesa de Praga, del que su propia madre la nombró abadesa. El Capítulo había sido fundado por la emperatriz María Teresa de Austria en 1755 en el palacio Rosenberg, en el centro de Praga.
La institución debía estar dirigida por una archiduquesa imperial soltera que guiaba los pasos de las jóvenes canonesas. Todas ellas, que vivían una vida monástica pero no tenían que cumplir con el voto de castidad, podían dejar el convento para contraer matrimonio.
Mientras María Cristina llevaba una vida tranquila y piadosa como abadesa del Capítulo de Nobles Canonesas, lejos de allí, en España, fallecía la reina María de las Mercedes. Su esposo, el rey Alfonso XII, quedaba desolado pero pronto tuvo que asumir la necesidad de contraer un nuevo matrimonio para dar un heredero al trono.
Entre las candidatas, se puso el foco en la corte de Viena. María Cristina fue llamada a abandonar su cargo de abadesa y a emprender un largo camino hasta España para contraer matrimonio con su soberano. La boda tuvo lugar en la basílica de Atocha el 29 de noviembre de 1879.
Empezaba entonces una nueva vida para la princesa austriaca. Ahora como reina consorte, María Cristina siguió llevando una vida austera, muy similar a la que había llevado en Praga.
La reina soportó con resignación la soledad de una corte que la veía como una extranjera devota y rígida mientras se la miraba con desdén por no poder dar un heredero a la corona. En 1880 nacía María de las Mercedes y dos años después María Teresa.
Cuando el 26 de noviembre de 1885 fallecía Alfonso XII, la reina estaba embarazada. El 17 de mayo de 1886 nacía el futuro rey Alfonso XIII. Empezaba entonces una larga regencia de María Teresa de Austria en la que demostró, como ya hiciera en su papel como abadesa, que era capaz de dirigir con resolución y diligencia.
María Cristina reordenó el caos que se había apoderado de palacio. Además, impulsó obras de beneficencia y mantuvo una vida basada en la fe y la familia. Su papel como regente le valió el título de "Reina discreta".
Además de velar por el buen gobierno del estado, estuvo siempre vigilante en lo que a la educación del futuro rey Alfonso XIII fuera acorde al cargo que debería asumir.
Cuando su hijo alcanzó la mayoría de edad, María Cristina de Habsburgo se retiró de la primera línea política aunque asumió el cargo de consejera del trono desde el que continuó asesorando al rey.
Ahora que tenía más tiempo, la Reina Madre intensificó sus obras de caridad y terminó ganándose el cariño de un pueblo que siempre la había visto como una extranjera. Sobrevivir a sus dos hijas supuso para ella un duro golpe que solamente pudo sobrellevar refugiándose en sus labores caritativas y en la oración.
El 6 de febrero de 1929 fallecía en el Palacio Real de Madrid.