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Las versiones sobre el retiro, hace un par de años, de la estatua de Cristóbal Colón que figuraba entre los principales monumentos del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, han sido varias, contradictorias y poco consistentes.
Primero se dijo que la estatua, con gran cantidad de pintas llamando “genocida” al "Almirante de la Mar Océano", fue retirada de su sitio (la famosa “Glorieta de Colón”) porque necesitaba ser restaurada. El paso de los años la había ido deteriorando su estructura.
Después, con la fiebre de derribar estatuas y monumentos a figuras del pasado colonial (San Junípero Serra, Isabel la Católica, el propio Cristóbal Colón, entre otros) que ha asaltado a los que protestan en diversos países de América, se dijo que se iba a retirar porque “corría el riesgo de ser derribada”.
Finalmente, ni lo uno ni lo otro. La estatua fue recolocada en la zona de Polanco –una zona en la que, por ejemplo, las calles tienen nombres de literatos o de políticos extranjeros—en la que seguramente nadie la verá con rencor ni será parte de reivindicaciones de todo tipo que han tomado a las estatuas por asalto.
La estatua de Colón fue realizada por el escultor Charles Cordier en el último tramo del siglo XIX y se encontraba en un lugar central de la Ciudad de México.
Con el objetivo de reivindicar a las mujeres de los pueblos originarios de México, la gobernadora de la capital del país, Claudia Sheunbaum y su equipo de asesores han decidido que sustituya a Colón “La Joven de Amajac”, una escultura original que fue encontrada a principios de este año en el Estado de Veracruz.
Se trata, según dijeron los organizadores de esta sustitución, de una pieza arqueológica que representa a "una joven mujer de élite, posiblemente gobernante". Fue encontrada por unos campesinos de la comunidad de Hidalgo Amajac, en el municipio de Álamo Temapache, en Veracruz.
De acuerdo con información del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la figura pertenece a la cultura huasteca y data del periodo posclásico tardío (1450-1521 D. C.). Fue elaborada en roca caliza, mide casi dos metros de altura, 60 centímetros en su parte más ancha y alrededor de 25 centímetros de grosor.
Por la postura y los atuendos no se trata --subrayan los arqueólogos del INAH-- de una deidad, sino de una dama de la sociedad huasteca. Una persona notable que merecía ser inmortalizada en piedra. Como las estatuas que los modernos hoy derriban.
Según las autoridades capitalinas, con “La Joven de Amajac” se rinde honor a la mujer indígena actual y, al mismo tiempo, a todas las mujeres de los pueblos originarios. Antes se había dicho que la estatua de Colón iba a ser sustituida por “Tlali”, una escultura de una mujer indígena realizada por el escultor Pedro Reyes.
Todo esto se dio en el entorno del 12 de octubre, fecha en que en México se celebraba “El Día de la Raza”. Al conmemorarse los 500 años de la caída de México-Tenochtitlan (13 de agosto de 1521) y el bicentenario de la consumación de la Independencia (27 de septiembre de 1821), “La Joven de Amajac” será el símbolo del orgullo del pasado prehispánico de México.
De hecho, el 12 de octubre ha sido rebautizado como el “Día de la resistencia indígena” en México. Y a Cristóbal Colón se le ha ido relegando al basurero de la historia. Porque la historia se está reescribiendo en México desde Palacio Nacional.
