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Rezar es un encuentro personal con Dios, una conversación. En esta era tecnológica proliferan aplicaciones móviles que ayudan a orar cuando no tienes tiempo libre. Su aportación es impagable, pero también entraña algunos riesgos si acabamos limitando nuestros momentos de oración a ratos en donde otros guían a través del Smartphone o la Tablet.
La falta de tiempo suele ser la principal causa para sacar un rato diario para la oración. Actividad frenética del día a día, trabajo, niños, tareas del hogar…. Ciertamente a veces resulta complicado encontrar tiempo para acercarse a la iglesia y ponerse delante del Sagrario, o encontrar un momento de sosiego sin interrupciones en casa para ponerse en presencia del Señor y hablar con Él.
Algunas Apps facilitan el encuentro con Jesús cuando se da esta falta de tiempo. Es el caso de “Rezar en el Metro”, “IPasion” o “10 Minutos con Jesús”, que te permiten escuchar audios en streaming o descargar el material como meditaciones, conferencias, oraciones del devocionario... Así, se puede rezar con los auriculares yendo al trabajo o a la escuela en transporte público, en el coche aprovechando los desplazamientos, etc. Su éxito es incuestionable y su labor enorme.
Sin embargo, estas mismas aplicaciones han advertido en sus propios contenidos que no se debe limitar la oración con Dios a estos ratos donde nos guían. Por eso, piden complementarlo con oración personal, con meditación particular.
Un claro ejemplo son las meditaciones que se pueden escuchar cada día en estas apps. Un sacerdote, bien basado en el Evangelio del día, bien en alguna efeméride o santoral, lleva una meditación en la que habla a Dios, en la que explica y ofrece formación, y en la que el oyente se suma a esa oración.
El usuario de la app reza, se suma a esa comunicación con Dios, pero es otro el que la conduce. Al terminar el tiempo estipulado se termina la guía. Entonces el orante puede terminar la oración.
Los responsables de esos contenidos recomiendan que los usuarios sigan, que no apaguen su oración cuando paren el móvil. Que mantengan un rato de intimidad con el Señor en el que hablen, le cuenten, escuchen a raíz de lo que les puede haber inspirado el audio. Advierten del peligro de sólo escuchar la homilía, sin dar un paso más y profundizar en lo escuchado en un bis a bis con Jesús.
La Biblia y los Evangelios son fundamentales en la vida del cristiano. Son la Palabra de Dios, y la Palabra es Dios. A través de ella, Dios habla en particular a cada cristiano. Se comunica por ella, habla directamente al corazón. ¿Cuántas veces se ha podido abrir la Biblia y leer un versículo aleatoriamente y descubrir con gozo que justo Dios te dice algo en esa frase? Es el Espíritu Santo que sopla a través de las Escrituras.
Por eso, el cristiano debe trabajar la Biblia, conocerla, leerla, rezarla, meditarla, entenderla. Es la fuente de la que mana todo. Nada puede sustituir eso. Una buena opción es leer el Evangelio de cada día y poder acompañarlo con alguna de las homilías escuchadas, pero siempre complementarias.
Una cosa es que el ritmo vertiginoso del día a día complique encontrar huecos de calidad para rezar y haya que aprovechar los trayectos, y otra muy distinta es que las herramientas para facilitar la oración en forma de app se conviertan en sustituto habitual de los ratos de oración. El Señor lo pide claramente:
Jesucristo lo pide, entrar en tu cuarto, en lo secreto, porque el Padre ve en lo escondido. Cualquier lugar es bueno para rezar, para estar en presencia de Dios, pero en la intimidad de la habitación, Dios y tú estaréis a solas. Siempre hay que buscar esos momentos, sin renunciar a ellos, sin asumir que por la falta de tiempo no hay que buscarlos.
Si hay algún sitio ideal para rezar es delante del Sagrario. Allí, bajo la forma de pan y vino se encuentra realmente Jesucristo, con su Cuerpo y con su Sangre. No es un recuerdo, es presencia real. El milagro de la Eucaristía. El Señor se queda en esa caja para escucharnos, para que le acompañemos.
Ponerse delante de él, mirarle, hablarle, cara a cara, puede darnos momentos de oración de gran intensidad. Y encima estamos con Él, le acompañamos como a nuestro mejor Amigo, como a nuestro Salvador. Él se ha quedado en la Eucaristía por nosotros, no podemos olvidarlo. Mejor aún, un rato de acción de gracias después de comulgar, con Cristo mismo dentro de nosotros, dentro de nosotros con su presencia viva.
La fe cristiana es para vivirla en comunidad, para compartirla. Los encuentros personales con el Señor son esenciales, tanto como rezar en comunidad. La Santa Misa es el mayor ejemplo. Pero también la oración. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20)”, dice el Evangelio.
Es también una presencia real del Señor, en medio de la oración, cuando se reza en comunidad. La familia es la iglesia doméstica, la primera escuela de fe, un lugar que debemos cuidar porque además sirve para formar y enseñar a rezar a nuestros hijos. Buscar esos momentos de oración en familia y en comunidad deben ser una prioridad que no puede quedar relegada por la oración con las apps.