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Jerzy Popieluszko: Le gustaba la gente y la vida, sin embargo, se estaba preparando para morir

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Monika Burczaniuk - publicado el 19/10/21
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Żoliborz todavía lo recuerda simplemente como Jerzy, un sacerdote de aspecto juvenil, que fumaba Chesterfields y tenía un perro negro llamado Tajniak (Oficial de la Policía Secreta)

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Testigo de la verdad, mártir de la fe, patriota, legendario capellán del movimiento de la Solidaridad. Todos los términos encajan perfectamente con la imagen del asesinado en 1984, ahora beato, el P. Jerzy Popiełuszko. Sin embargo, Żoliborz todavía lo recuerda como Jerzy (Jorge) simplemente,un sacerdote de estatura juvenil, que fumaba Chesterfields y tenía un perro negro llamado Tajniak (que en español significa: Oficial de la Policía Secreta).

Alfons Popiełuszko nació el 14 de septiembre de 1947 en Okopy, un pequeño pueblo de la región polaca de Podlasie. Fue el tercero de cinco hijos de Marianna y Władysław Popiełuszko. Heredó su nombre de bautismo de su tío, el hermano de su madre, un soldado del Ejército Nacional, que fue asesinado por el ejército soviético a la edad de 21 años.


Cuán firmemente establecida estaba la fe de la familia Popiełuszko demuestra la muerte de la hija menor del matrimonio, Jadzia, que enfermó gravemente y murió a la edad de menos de dos años. Sin embargo, los padres aceptaron lo sucedido según el principio de que “Hay que ser perseverante y duro. A donde Dios los lleve, de allí los sacará”, dijo Marianna Popiełuszko.

Ciertamente, la actitud de confianza y la transmisión de valores fundamentales de una manera sencilla pero muy significativa, sobre todo la fe y el respeto por los demás, no dejaron de tener trascendencia en la vida posterior de Alek Popiełuszko, quien de joven no destacó con nada especial.

Aunque se esforzó mucho y fue un estudiante concienzudo, no logró resultados académicos sobresalientes. Nadie pensó entonces que, el monaguillo de la iglesia de S. Pedro y Pablo de la cercana aldea llamada Suchowola, será conocido en toda Polonia dentro de una docena de años. Después de graduarse de la escuela secundaria en 1965, decidió ingresar al Seminario Teológico Superior Metropolitano de Varsovia. Fue aquí donde cambió su nombre a Jerzy Aleksander.

La etapa que dejó una huella permanente en la vida de Jerzy (en términos de desarrollo del carácter, pero también de su salud, que resultó gravemente dañada) fue su servicio militar obligatorio en Bartoszyce, en una unidad militar altamente estricta, especialmente con seminaristas. Allí experimentaron muchas humillaciones y dificultades relacionadas con su fe.

No podían asistir a la misa y, a veces, se les privó del acceso a los sacramentos durante meses. También eran efectivamente interrumpidos en sus oraciones (por ejemplo, organizando alarmas). Todos los símbolos religiosos estaban prohibidos. En sus cartas al padre espiritual, el p. Czesław Miętka, Jerzy escribió sobre "un cabo que, queriendo hacerle la pelota a un oficial, le ordena que se quite el rosario, porque" no es un anillo de bodas para llevar en el ejército". A pesar de su pequeña estatura, Jerzy le respondió de forma brillante: "según para quién".

No se quitaba el rosario, lo que hacía que el "cabo" intentara llevarlo al oficial. No tenía la intención de doblegarse, y sus colegas, que probablemente ya conocieron el valor de aquel chico del seminario de Varsovia, se levantaron en su defensa. De todos modos, hasta hoy, 19 de octubre, viajan de toda Polonia para visitar su tumba.

Aunque Jurek conocía las consecuencias de su comportamiento, actuaba abiertamente con indiferencia ante el sistema. En otra carta al P. Miętka escribe: “En realidad, todavía no me han dado ningún día libre. Una vez, sin el conocimiento del comandante del pelotón, llevé (supuestamente) el dinero al PKO (Caja Polaca de Ahorros) y por eso me regañaron. Pero valió la pena porque usé este tiempo para ir a la Iglesia. Lo que más cabreó al teniente fue cuando, después de 2 horas y media de su conversación conmigo, comencé a bostezar estúpidamente. Le mostré que no me importaba mucho su charla.

Fue implacable y consistente. Esto probablemente lo hizo atraer a tanta gente a la Iglesia. A veces totalmente sin evangelización ni proclamación del Kerigma, solo con su presencia, como en el caso de Danuta Szaflarska.

Se conocieron en el pasillo durante una de las audiencias judiciales de los trabajadores arrestados de Ursus y Huta Warszawa. Se presentó a ella con las palabras: "Soy el sacerdote Popiełuszko" y le ofreció café. Con el tiempo, la actriz llegó a la iglesia, enfatizando que no era creyente y que estaba allí por motivos políticos. Él la preguntó si quería confesarse, ella dudó si hacerlo después de 40 años, y el p. Jerzy la animó diciendo: "Se supone que “al por mayor” es más fácil". Entonces ella se convirtió. Fueron amigos hasta el final de la vida y probablemente todavía toman café juntos.

Se ganó la simpatía de personas de todos los ámbitos de la vida: médicos, trabajadores, artistas y muchos, muchos otros. ¿Cuál fue su fenómeno que continúa hasta el día de hoy? Le gustaba la gente y la vida. Apreciaba los momentos sencillos y los pequeños placeres, apenas se quejaba. Aunque tenía razones.

Tenía mala salud, a menudo estaba enfermo y, por lo tanto, no podía asumir sus funciones como vicario. Pero siempre lo ha sido. Para unos un sacerdote, para otros Jurek o Jerzy (Jorgito o Jorge). Además de ser un "chico genial", había algo extraordinario en él.

“(…) Quien le escuchaba… se aferraba. (Fue) un hombre que penetraba con su mirada”, dice Michał Staniszewski de Huta Warszawa, quien conoció al p. Jerzy durante la Santa Misa en Huta. Más tarde, asistió regularmente a misas mensuales por la Patria.

“Fue increíblemente necesario. Estos sermones tuvieron tanto éxito que se empezó a pensar que no era necesario tirar ladrillos a esos agentes de la ZOMO (Guardias Motorizados de la Milicia Ciudadana). Solo tenías que ser tú mismo y resistir. Hablamos con nuestros colegas muchas veces de que él no era de gran estatura, pero que era increíblemente fuerte. No lo vi desesperado, roto, a pesar de los golpes que le cayeron”, recuerda Staniszewski.

La vida del padre Jerzy fue una liturgia. Sacó fuerzas de la oración, que enfatizó muchas veces. En las últimas semanas de su vida, actuó como si estuviera preparado para lo que estaba a punto de sucederle. Pagó las cuotas, habló del funeral. Como él mismo dijo, "estaba dispuesto a todo", pero sólo por el amor a Cristo. En una de las últimas conversaciones con su hermana Teresa Boguszewska, dijo: “Si muero, no será por nada, no por vandalismo. Si muero, será solo por la fe. Y el mundo lo sabrá.

Así sucedió, se enteró el mundo, como lo demuestran millones de peregrinos en su tumba en Żoliborz de Varsovia. La gente todavía recuerda que le gustaba recibir flores.

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