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"Hay muy pocos lugares, si es que hay alguno, donde la tragedia de los abusos sexuales no haya ocurrido en la vida de la Iglesia”, dijo el cardenal Seán Patrick O'Malley, Arzobispo Metropolitano de Boston y Presidente de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, a los participantes en la conferencia: "Promover la salvaguarda de los niños en el tiempo de Covid-19 y más allá" que se celebra en Roma.
El cardenal ha hecho hincapié en la escucha de los sobrevivientes de abusos: “Tenemos que crear una cultura dentro de nuestras organizaciones que crea en el testimonio de un superviviente, que mitiga el silencio nacido del miedo y de los retrasos a la hora de abordar situaciones que ponen en peligro a los niños y los adultos vulnerables”, sostuvo.
Proteger a los menores, responsabilidad sagrada
En su intervención por vídeo en la reunión de clausura del Proyecto Safe, dirigido por la Comunidad Papa Juan XXIII y con la colaboración de Acción Católica Italiana, el Centro Deportivo Italiano y el Departamento de Sociología de la Universidad de Bolonia, el cardenal sugirió implicar también a "las mujeres y a los hombres que de niños y jóvenes sufrieron la falta de normas de protección" porque "son los compañeros privilegiados en nuestro camino de conversión hacia una cultura de la protección”.
"Proteger a los chicos y a los adultos vulnerables es una responsabilidad sagrada de la que no podemos abdicar", pero "incluso las políticas de protección más rigurosas, los programas educativos y los servicios de apoyo a las víctimas son inútiles si no se revisa periódicamente su aplicación y eficacia". "La verificación periódica de las normas por parte de terceros debe formar parte de sus planes de acción para mejorar los servicios de protección”.
Los abusos durante la pandemia
Asimismo, el experto en abusos ha expuesto las nuevas formas de atropello contra menores y adultos vulnerables en tiempos de la pandemia y de la aceleración tecnológica en la comunicación a distancia.
“Debemos dar la máxima prioridad a la protección y la seguridad. Consideremos las medidas de distanciamiento social impuestas por la pandemia mundial y la realidad virtual que se ha impuesto a la realidad cotidiana de los jóvenes.
Durante los últimos dos años, la escuela y la interacción social han estado muy lejos de lo que eran. La facilidad con la que podíamos reunirnos con la familia, los amigos, para actividades planificadas o espontáneas. Sabemos que la pandemia de conoravirus ha aumentado la desigualdad de los niños vulnerables”.
Sucesivamente, el cardenal O’Malley ha citado un estudio de la ONU sobre la venta y la explotación sexual de niños, que en tiempos de la pandemia “ha cambiado las actividades de los autores (de abusos), ya que los delitos son cada vez más frecuentes en Internet”.
“Además, un reciente informe de Save the Children sobre el impacto oculto de la crisis del COVID reveló que un tercio de las familias tenía un hijo o un empleado doméstico que había denunciado violencia. Los medios para denunciar los abusos deben ser publicados y accesibles. Y ahora más que nunca en línea.”, sostuvo.
Abusos entre los jóvenes
Otra cara del abuso es aquel que se comete entre pares, es decir entre jóvenes y niños de la misma edad. “Hay un crecimiento exponencial del abuso entre iguales, tenemos que promover una cultura en la que los niños, los jóvenes y sus familias sepan que pueden hablar, que estén informados de con quién pueden hacerlo.”
El cardenal ha propuesto mejorar las condiciones para escuchar a potenciales o posibles víctimas de abusos: “Que cuando lo hagan, serán escuchados. Y que cuando haya riesgo de abuso, se tomen medidas concretas; las políticas comprensibles y de fácil acceso sobre medios sociales y protección de datos son un componente importante para mitigar el riesgo de abuso sexual.”, destacó.
Al mismo tiempo, sin embargo, dijo que “tenemos que promover una cultura de salvaguardia para garantizar que los niños y los adolescentes a nuestro cargo, sus padres y educadores tengan un entorno organizado en el que puedan plantear preguntas difíciles con la confianza de que serán escuchados con seriedad”.
“Esto es esencial para cualquier asociación de la Iglesia y de la sociedad en general que trabaje con menores o adultos en riesgo”, añadió.