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Últimamente nos están llegando muchos casos al Instituto Coincidir, pidiendo acompañamiento para solucionar una cuestión tan íntima y personal como son las relaciones sexuales en un matrimonio.
Vienen buscando ayuda porque necesitan solucionar sus diferencias, bien por falta de comunicación o por una comunicación defectuosa y/o destructiva para cada uno de ellos.
Una buena comunicación necesita no sólo saber qué decir y a quién, sino cómo decirlo y cuándo. Por ello, en una relación de pareja no sólo estaremos hablando de dos tipos de comunicación (verbal y no verbal o gestual), sino que entra en juego otro tipo de comunicación mucho más íntima y exclusiva como es una relación sexual.
Vivimos en una sociedad en la que a veces lo urgente hace que no nos demos cuenta de lo importante. No sólo los compromisos laborales inundan nuestra agenda, sino las salidas con amigos, actividades extraescolares, organización en la casa, atender a los niños, practicar algo de deporte, ver alguna serie, etc… y llegamos agotados al finalizar el día, lo que puede provocar un espaciamiento, a veces inconsciente, de los encuentros íntimos de la pareja.
En esos encuentros íntimos se genera una hormona, la oxitocina, que es la hormona del vínculo. Esta hormona hace que nos sintamos más unidos a nuestro cónyuge cuando mantenemos una relación sexual, unión en el sentido de plenitud.
¿Qué está pasando?
Tanto el hombre como la mujer hemos sido creados con deseo sexual, para amar y ser amados. Cuando uno se enamora, se enamora de toda la persona, no sólo de un cuerpo bonito. La persona es todo, por eso una relación sexual en el matrimonio es la expresión máxima del amor entre un hombre y una mujer.
La ausencia de este tipo de relaciones en una pareja puede ser muy variada, desde la distancia física por cuestiones laborales a que exista algún tipo de dificultad física o problema psicológico (depresión, estrés, ansiedad, adicción), etc.
Igual que cada persona pasa por diferentes momentos o crisis evolutivas, un matrimonio puede pasar también por ciertas dificultades en su relación, incluidas las relaciones sexuales y su forma de vivirlas.
Una relación sexual en un matrimonio es la consecuencia de conocerse íntimamente un hombre y una mujer. Es mucho más que un mero acto físico, es la donación y la entrega de dos personas que se conocen y se quieren. Es un encuentro con el otr@, en el que te digo que te amo también con el cuerpo, siendo en esa fusión de TÚ y YO en NOSOTROS, una sola carne, un matrimonio.
El hecho de que este gesto desaparezca en la vida de una pareja, como ya hemos dicho, puede devenir por diferentes causas, por eso en un matrimonio es vital detectar qué está pasando y buscar soluciones.
Tres opciones para arreglar el problema
A veces, la solución pasa por acudir a un especialista. Otras, necesitaremos salir de la rutina para preparar esos momentos. Y otras muchas, practicar para dialogar de manera constructiva con nuestro cónyuge, dejando a un lado los reproches, los silencios y las faltas de respeto, buscando momentos juntos en los que podamos reencontrarnos y reconocernos en el momento actual, en definitiva, pasando tiempo juntos. Esto no significa que automáticamente resurja la espontaneidad, pero sí sabemos que el roce hace el cariño y a veces, ese roce viene de la mano de las palabras, de los gestos de ternura, del tiempo que dedicamos al otro y de reconocer la valía y dedicación del espos@, de sentir admiración y de hacer cosas por nuestro cónyuge.
Como dice Gary Chapman en su libro los cinco lenguajes del amor, “el número de maneras para expresar el amor dentro de un lenguaje del amor sólo lo limita la imaginación de cada uno”.
El paso del tiempo que puede causar mella en las personas, la fuerza de la gravedad en los cuerpos, las manías o las mochilas de cada uno, no son impedimento para acercarnos a nuestro espos@. A veces, habrá que adaptar nuestra forma de demostrar el cariño, hablando por ejemplo de cómo estás, de cómo estoy, de qué necesito de ti y qué necesitas tú de mi. Escuchando atentamente al otr@, acogiendo. Así, poco a poco irá surgiendo el reencuentro.
El dejar las cosas pasar no ayuda a regar esa intimidad, a nutrir nuestro amor más profundo para con la otra persona, ya que el distanciamiento físico, generalmente conlleva distanciamiento emocional y al revés ocurre lo mismo.
Por eso, si detectamos que algo no funciona en nuestra relación, estamos a tiempo de cambiarlo, a querer también se aprende y en el matrimonio necesitamos querer querer.
Ya lo dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia, 142: “ Por algo será que un amor sin placer ni pasión no es suficiente para simbolizar la unión del corazón humano con Dios”.