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Todo discurso sobre la mujer y el feminismo se ruboriza ante la historia de Sor Agnese Moretto, de 81 años. Su vocación precoz la ha llevado por todo el mundo, de Libia a Nueva York, de Calcuta al Congo.
Precisamente en África en 2017 fundó una nueva congregación inspirada en el carisma de santa Teresa de Calcuta.
Salirse de los esquemas
La hermana Agnese relató recientemente las etapas importantes de su vida al periódico veneciano Il Gazzettino. Haber nacido contra viento y marea ya deja huella clara en su itinerario humano.
Su vocación a la vida consagrada se manifiesta en una etapa temprana, a los 14 años ingresa en el convento. Ya tiene claro a quién quiere servir, a los pobres. Por eso, después de su noviciado en un convento de Padua (que también le había permitido entrar en el corazón de una misión educativa en Libia), la hermana Agnese Moretto siente la necesidad de dar un paso más afuera, o mejor, estar aún más profundamente en contacto con los últimos.
Se confía a la que se ha hecho sierva de los intocables, santa Teresa de Calcuta. La conoció y en 1974 ingresó en la orden de las Misioneras de la Caridad. Una conversación entre las dos fue determinante para trazar el curso impredecible del misterio de Dios.
Quien usa la medida de Dios se sale de los esquemas. Le preguntas por Calcuta, te envía a Nueva York. Seguir los pasos de este Dios es deshacerse de todo patrón, arrojarse fuera del área cómoda de los propios cálculos; e ir a buscar la mano de los necesitados en las esquinas más olvidadas del mundo.
Desde el Bronx a los moribundos de Calcuta y a las mujeres caníbales en el Congo
Y la Hermana Agnese se fue a Nueva York. Seguir es uno de los verbos más atrevidos del cristiano: obedecer el camino que otro tiene en mente para ti, estimar el valor impredecible de un diseño opuesto a los propios proyectos.
Durante años, la hermana Agnese Moretto sirvió a los pobres del Bronx, y ese fue el camino, más largo, para llegar a Calcuta.
Allí, entre los intocables de la India, ella cuidaba a los moribundos, los lavaba y los preparaba para morir. ¿Hay una obra más inútil a los ojos del mundo?
Y el empuje incandescente pero silencioso de este carisma invisible llevó a Sor Agnes a dar un paso aún más fuera de todos los esquemas. Durante los últimos cuatro años ha estado en el Congo, lidiando con otra franja de la humanidad que la mayoría alejaría incluso de sus pensamientos.
La sonrisa de Dios donde lo humano provoca rechazo
Hoy, a la edad de 81 años, la hermana Agnese ha elegido vivir en Butembo Beni, en el Congo. Siempre barrios marginales, al borde del bosque, a casi 2.000 metros sobre el nivel del mar, en el Ruwenzori.
"Vine aquí porque la situación en estos campos es terrible. No solo hay guerra civil e indiferencia por la vida humana. Aquí todavía se practica el canibalismo".
Llegó por sí sola hace cuatro años. Encontró una población diezmada, que aún practica sangrientos ritos ancestrales.
De la India al Congo, por tanto. La presencia de Sor Agnese hoy está junto a mujeres igualmente "intocables".
Y es aquí donde ciertos discursos contemporáneos sobre la mujer se sonrojan ante un encuentro con algo que a nuestros ojos puede parecer inaceptable. Escribimos mil discursos sobre el terreno que merecen las mujeres admirables (empresarias, políticas, intelectuales). Pero hay que agradecer que haya alguien que no tenga miedo de convertirse en cercano para mujeres a las que nadie se atreva a mirar. ¿Qué tiene que decir la voz cristiana a las mujeres que todavía practican el canibalismo?
Cosas así ya no ocurren en el mundo civilizado. ¿Estamos seguros? El canibalismo en su forma tribal nos repele, pero no nos escondamos detrás de un dedo. Cuántos niños, aún no nacidos, (y también cuántos otros seres humanos adultos) son sacrificados en nombre de una supuesta libertad que es la máscara de un egocentrismo voraz y ciego.
La misión de la Hermana Agnese no es tan distante como parece, su trabajo – mirar, buscar, estar con ellos – es el mismo del que nuestros vecinos están sedientos.
Dos de estas mujeres caníbales se convirtieron en novicias. Y la hermana Agnese está ayudada por otras monjas "extremas": de hecho acoge a mujeres consagradas que han sido expulsadas de sus congregaciones por algún error. La posibilidad que les ofrece no es fingir que no ha pasado nada, sino volver al camino después de la traición y el arrepentimiento.
Hay una esperanza que se ensucia hasta el fondo y se planta en los puntos ciegos del mundo, aparentemente lejana. Pero es la respuesta a las preguntas más urgentes que todos tenemos aquí, ahora mismo.