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Un crimen contra un menor, cometido por alguien bajo su mismo techo, quien lo mismo puede ser un consanguíneo cercano, pariente político o alguien que, gozando de la confianza, ha penetrado en su intimidad.
Una historia
—Me sobrecogía ver fotografías de familia donde mi agresor aparecía sonriente y posando sus asquerosas manos en mis infantiles hombros, con actitud de protectora confianza —contaba, al dar su testimonio condicionado al anonimato, el varón de edad madura.
Era el hermano de mi madre, que, con el sigilo de una serpiente, formó parte de mi entorno más cercano.
A mis nueve años, lamentablemente yo tenía un padre distante y una madre poco afectiva e incomprensiva, que trabajaba por las tardes.
Fue así que, estando desempleado el perverso sujeto, se ofreció a cuidarme y ayudarme con las tareas escolares en ausencia de mis padres, que irresponsablemente accedieron.
Al principio me engatusó con algunos regalos mientras aparentaba juegos inocentes en los que comenzó a tocarme disimuladamente y a estudiar mis reacciones, hasta que una tarde, de pronto me amenazó con hacer inconfesables comentarios acerca de mí, confundiéndome, atemorizándome, y cometiendo entonces el brutal abuso.
Luego, me trató como si nada hubiera pasado, diciéndome que su asquerosa acción en realidad no tenía nada de malo, mientras que, contradiciéndose, me amenazaba: "Si tratas de decírselo a alguien, nadie te creerá, y a mi sí" o, "no te creerán, y tu familia sufrirá por tu culpa". Argumentos que me vulneraban psicológica y emocionalmente.
Los abusos se repetían mientras que sentía un indescriptible asco, terror y sin capacidad de pedir ayuda o contárselo a alguien. Él lo sabía… yo estaba solo frente a un monstruo.
El daño sufrido me convirtió en un adulto con serios traumas. ¿Cómo no iba a ser así?
Como víctima sufrí un tormento que se convirtió en episodios de depresión, ansiedad y un bajo rendimiento escolar. Se formó así una cauda de realidades que impactaron para siempre en mi autoconcepto y autoestima. Por la incapacidad para olvidar lo vivido fue traduciéndose en irascibilidad, hipersensibilidad, bloqueo emocional, confusión entre sexualidad y afectividad, miedo a la figura masculina y sobre todo, en dudas sobre mi identidad sexual.
Un día me enteré de que mi abusador había muerto, sin que yo pudiera denunciarlo ni que se hiciera justicia, algo que agravó mi vulnerada condición humana.
Hoy la mayor justicia para mí es atreverme a contar mi historia para ayudar a quienes hayan pasado por esta cruel experiencia.
¿Qué hacer si descubres que tu hijo es víctima de un pederasta, y este es tu familiar cercano?
- Esfuércese en no perder su control emocional, pues sería aún más traumático para el niño.
- Tome medidas drásticas e inmediatas para poner una barrera entre el menor y el riesgo.
- Acuda a un psicólogo infantil especialista en abusos sexuales, para atender de la mejor manera al niño psicológicamente.
- La exploración-evaluación y atención medica al niño solo puede ser llevada a cabo por un pediatra especializado en abuso infantil, y médico-legal.
Acciones legales:
- Para denunciar, solicite el servicio de abogados especialistas en atención por abuso sexual a menores y su equipo de psicólogos forenses, ya que este, es un requisito exigible en los debates probatorios en las instancias judiciales.
- Recuerde que es un delito sumamente grave, por lo que debe actuar de inmediato a pesar de su natural preocupación por la confidencialidad y/o desprestigio familiar.
- Tome conciencia de que, en este delito, no hay atenuantes.
- Que la ley considera "denunciantes obligatorios e inmediatos" a familiares y cuidadores, desde “la sospecha” de abuso”, ya que, de lo contrario, pueden ser enjuiciados.
- Que el delito de pederastia no prescribe, por ser de alta criminalidad.
Otros aspectos importantes:
Es importante educar a los hijos en la confianza incondicional en los padres, para que acudan a ellos de inmediato, sin miedo, ante una agresión sexual.
Ante la experiencia traumática y lo que puede ser un profundo daño psicológico en el niño, es necesario un acompañamiento lleno de amor y confianza que reconfigure y sane su autoestima.
Considerar la dimensión espiritual de la persona del niño y de cada uno de los integrantes de la familia, en la orientación hacia una curación profunda de las heridas.
Orfa Astorga de Lira
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