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La vida de Rose Hawthorne pasó por muchas facetas. De una infancia feliz, a un matrimonio lleno de adversidades, con la muerte de su único hijo y el alcoholismo de su marido.
Hija de uno de los autores más célebres de la literatura norteamericana, Rose también había empezado una carrera literaria que dejó para dedicar el resto de sus días a los que más la necesitaban.
Por el camino, encontró en el catolicismo la manera de canalizar sus deseos de caridad cristiana. No fue fácil, pero su mano se convirtió en el consuelo de aquellos que esperaban la muerte entre pobreza y soledad.
El 20 de mayo de 1851 llegaba al mundo Rose Hawthorne, la tercera de los hijos del escritor Nathaniel Hawthorne y la pintora Sophia Peabody. Cuando nació Rose, su padre disfrutaba del éxito de una carrera literaria que parecía imparable.
Su novela más universal, La Letra Escarlata, se había publicado un año antes con gran éxito de crítica y ventas. La infancia de Rose fue una de las etapas más felices de su vida, en una familia alegre en la que sus padres los trataron con respeto y sin ejercer sobre ellos castigos físicos.
Los Hawthorne enseñaron a sus hijos a vivir una vida cristiana dentro de la Iglesia Unitaria y el Movimiento Trascendentalista. En 1853, toda la familia se trasladó a vivir a Inglaterra, donde Nathaniel había aceptado un cargo en el Consulado Americano.
Viaje a Roma
Instalada en el Viejo Continente, Rose viajó varios años por ciudades como Portugal, Francia o Italia, donde quedó impactada al ver al Papa Pío IX.
Ella tenía entonces siete años y coincidió que los Hawthorne estaban en Roma durante la Semana Santa por lo que vieron la salida del pontífice al balcón del Vaticano, algo que Rose recordaría toda su vida.
La vida acomodada y feliz de los Hawthorne se vio truncada en 1864 al morir Nathaniel. Cuatro años antes habían regresado a Nueva Inglaterra donde Sophia, ahora viuda, tuvo que hacer frente a una existencia muy diferente; en la que la escasez y los problemas económicos la obligaron a volver a hacer las maletas y regresar a Europa.
El nuevo destino fue entonces la ciudad alemana de Dresden. Por aquel entonces, en 1868, Rose tenía ya diecisiete años; y fue la primera vez que vio al escritor George Parsons Lathorp, con quien se reencontró en Inglaterra cuando los Hawthorne volvieron a mudarse.
En 1870 fallecía Sophia y pocos meses después Rose y George anunciaban su compromiso; algo que no gustó a su hermano mayor ni al resto de la familia de su madre pues lo consideraron demasiado prematuro. A pesar de todo, Rose y George se casaron en Chelsea.
Matrimonio y viudez
Aquellos que vaticinaba un matrimonio convulso, no se equivocaban. Pronto los problemas económicos empezaron a ahogar a la pareja. En 1876 tuvieron la alegría de dar a luz a un niño. Alegría que se convertiría en terrible dolor cinco años después, cuando el pequeño Francis fallecía prematuramente de difteria.
La muerte de Francis sumió a la pareja en la más profunda desolación. Pero mientras que Rose se volcó en la poesía para canalizar su tristeza, George inició un largo y destructor camino hacia el alcoholismo.
En 1891, instalados ya en Connecticut, la pareja se convertía al catolicismo, algo que desagradó sobremanera a familiares y amigos. Ambos se implicaron activamente en actividades de la Iglesia pero la adicción de George al alcohol no disminuía y convivir con él se hacía cada vez más insoportable.
Desesperada y angustiada, Rose pidió permiso a las autoridades eclesiásticas para poder separarse de él y abandonó toda aspiración literaria para cambiar el rumbo de su vida.
Enfermos terminales
Durante unos años, Rose Hawthorne empezó a estudiar enfermería en un hospital de Nueva York en el que descubrió la dramática situación en la que se encontraban muchos enfermos terminales de cáncer que se encontraban solos y sin recursos.
En aquellos años, muchas personas pensaban que el cáncer era contagioso y de los que contraían la enfermedad muy pocos se curaban. Rose no quiso hacer caso de aquellos miedos colectivos y se centró en darles algo muy valioso, consuelo en sus últimos momentos y ofrecerles una muerte digna.
Para ello, Rose decidió instalarse en una de las zonas más deprimidas de la ciudad, el Lower East Side. Allí alquiló unas habitaciones en las que cuidaría de enfermos desahuciados. Pronto empezó a recibir ayuda de otras personas, entre ellas una joven estudiante llamada Alice Huber quien terminaría convirtiéndose en su gran amiga.
En 1898 fallecía su marido George. Ahora era una mujer viuda que podía tomar una decisión que llevaba tiempo madurando en su interior. Un año después adquiría una casa en la que acogió a más de una decena de enfermos terminales de cáncer.
Aquel hogar, bautizado con el nombre de Casa Libre Santa Rosa para Enfermos Terminales de Cáncer (Saint Rose’s Free Home for Incurable Cancer) fue el inicio de su vida como religiosa.
Nueva congregación
Ella y Alice, con el permiso del Padre Thuente, fueron acogidas en la orden de Dominicas Terciarias mientras las preparaba para abrazar la vida religiosa. Ya en el nuevo siglo, Rose recibía la autorización para fundar una nueva comunidad de hermanas dominicas.
Rose y Alice pronunciaron sus votos y emprendieron juntas la creación de la Congregación de Santa Rosa de Lima de Hermanas Dominicas de Hawthorne. Rose asumía el cargo de reverenda madre con el nombre de Madre Alfonsa.
Desde entonces, hasta el final de sus días, trabajó de manera incansable para cuidar a los enfermos terminales de cáncer que pudieron vivir sus últimos días rodeados de amor y piedad.
"No podemos curar a nuestros pacientes, – decía la Madre Alfonsa – pero podemos asegurar la dignidad y el valor de sus últimos días, y mantenerlos cuidados y libres de dolor".
El 9 de julio de 1926 fallecía en Rosary Hill Home Hawthorne, la casa madre que la congregación había fundado en Nueva York y que en la actualidad mantiene vivo su proyecto.
Desde 2003 se estudia su posible beatificación y canonización. La Iglesia la considera Sierva de Dios.