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Soy un convencido de que lo que no vivo con las personas, con aquellos a los que veo, no podré vivirlo nunca con Dios.
En mis relaciones humanas establezco una forma de actuar y de comportarme. Vivo de una determinada manera los vínculos.
Exijo mucho o doy sin pedir nada. Agradezco o echo en cara lo que no recibo. Miro con optimismo la vida o lleno de melancolía, sin alzar la cabeza al cielo.
Hay rasgos de mis relaciones humanas que se dan en mi relación con Dios.
La gratuidad es algo fundamental para que llegue a darse la intimidad entre personas. El tiempo que invierto en una persona es gratuito, no es obligación.
Gratuidad versus obligación
Lo primero que hay en la Iglesia no son los mandamientos, sino la experiencia de un amor gratuito.
¿Qué impera en mis vínculos humanos? ¿Hay gratuidad u obligación?
Es gratuito mi amor cuando no espero nada y sólo doy. Cuando no busco, no exijo, no obligo.
Sólo me doy sin esperar nada más que reciprocidad en ese amor que entrego, si es que es posible.
Y si no, simplemente permaneceré ahí esperando a tu lado, amando, cuidando la vida.
Dar gratis permite al amor crecer en paz
La gratuidad es una forma de vivir. No hago las cosas porque espere un pago por ellas.
En mis relaciones humanas la gratuidad es fundamental para que el amor crezca en paz.
Regalar mi tiempo
No te doy mi tiempo para obtener algo a cambio. No estoy contigo porque merezca la pena tu compañía, porque tu posición económica y tu poder me beneficien.
Simplemente estoy a tu lado porque quiero perder el tiempo contigo, sin prisas, sin agobios.
El tiempo dado en gratuidad es lo más valioso que tengo. Soy rico en tiempo, aunque me falten muchas cosas. El uso que dé a mi tiempo es lo importante.
Miro con gratuidad las relaciones que voy cuidando. No me quejo, no vivo demandando, agradezco siempre. Esa gratitud es la que salva mi alma y me da paz.