María Montessori, la educadora de los educadores, nos ha dejado clara una premisa que no debemos olvidar: “El juego es el trabajo profesional de los niños”.
- Es la actividad estrella para facilitar su concentración. Seguro que te viene a la memoria la imagen de ese niño enfrascado en el juego que es capaz de alejarse de la realidad durante horas, perdiendo la noción del tiempo y olvidándose incluso de comer o de descansar.
- Potencia la responsabilidad, mediante el cumplimiento de las reglas del propio juego.
- Fomenta la observación de la realidad. Viendo a un niño jugar a ser profesor de sus muñecos, podrás apreciar cómo capta hasta los gestos más insignificantes de su maestro, y cómo incluso es capaz de imitar su registro de voz.
- Y dispara la imaginación, liberando con ella miedos, estrés, etc.
Pensemos en lo que dijo Piaget: “Los niños y niñas no juegan para aprender, aprenden jugando”.
En estos días de enero, somos muchos los que recorreremos los pasillos de las jugueterías buscando los mejores complementos, los que más ayuden a nuestros hijos en “su tarea profesional”. Desde este artículo de Aleteia, quiero hacer un repaso a cómo proceder en esta tarea.
El mejor presente es regalar espacio y tiempo. Respeta dos tardes a la semana para jugar. Dos tardes sin inglés, sin natación o informática. Cambiando el chino mandarino por Lego, Nenucos o Pinypon. Tardes en el parque o en el parquet. Interior o exterior, da lo mismo. Pero tienen que saber que ese es su espacio para jugar. Habilita alguna zona de la casa para su “actividad laboral”. Si tienes la oportunidad, no dudes en acondicionar un cuarto de juegos (el playroom, le llamamos en casa).
No les interrumpas. Creo que cualquier padre puede reconocer ese instante en el que te quedas embelesado viendo jugar a tus hijos. Hablo de esos momentos en los que no notan nuestra presencia: se encuentran como dentro de una burbuja, de una realidad paralela donde controlan todas las circunstancias. Pero todos hemos comprobado lo frágil que es esa burbuja: se rompe instantáneamente cuando descubren que están siendo observados.
No necesitan muchos juguetes. Disponer de una cantidad exagerada de juguetes les amputa la oportunidad de sacarles todo el partido a los mismos, pero sobre todo a su creatividad e imaginación. Es como un armario tan lleno de ropa que hace que la adolescente no sepa qué ponerse: es incapaz de ver, disfrutar y valorar lo que tiene.
Enseñémosles a empeñarse en ser felices. Si quieres hijos felices, potencia con los juegos sus condiciones naturales. Invítales a soñar, a fomentar lo que pueden recrear en la vida real. Ya nos avisó María Montessori que “el juego es el trabajo profesional de los niños”.
El 12 de octubre de 2017, estábamos viendo por televisión, como es tradición en casa, el desfile de las Fuerzas Armadas. Y allí estaba uno de los twelve, obsesionado con los cazas. Llevaba meses buscando todo sobre los cazas en el ordenador, pidiendo pósters de aviones, etc. Mientras veía a mi pequeñajo absorto con los cazas en la televisión, pensé: “Tengo que regalarle juguetes que le abran otras puertas, otras ilusiones, ya que nuestra herencia genética oftalmológica no va a dejar que mi pequeño soñador llegue muy lejos por el camino del aire…”. Por desgracia, no hizo falta. El accidente de uno de los cazas, al regresar a la base aérea tras el desfile, impactó muchísimo a ese renacuajo con vocación de piloto, que ahora quiere ser policía-futbolista.
Debemos estar atentos, y despertar, asombrar, ilusionar a los niños, iluminando aquellos caminos que vayan a poder recorrer. Supongo que practicar ballet clásico desde los 7 años te ayuda a aprender, desde muy joven, lo que significa tener o no condiciones para algo. Y siempre me ha parecido importante ser muy honesto con la realidad para poder ser feliz. Debemos querernos a nosotros mismos, y aceptar cómo somos. Y el juego, que no es sólo juego, tiene un papel muy relevante. ¿Les ayudamos con el juego? ¿Queremos que se empeñen en ser felices? Why not?