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¿Has visitado alguna vez uno de esos monasterios que hace siglos cambiaron la historia de la civilización, ofreciendo con su espiritualidad una imperecedera renovación artística y cultural?
Si hasta ahora no lo habías podido hacer, ya no tienes excusas, pues este 19 de enero, a las 19.30 hora de Madrid (las 12.30 de Ciudad de México, 15.30 de Buenos Aires, 13.30 de Nueva York), la Fundación DeClausura ofrece una visita virtual inédita que puedes vivir desde tu casa u oficina.
En el VIII “Encuentro en torno al claustro”, moderado por Blanca de Ugarte, el arquitecto y fotógrafo, experto en arquitectura cisterciense y fotografía, Ignacio Sánchez de Zárate ayudará a los participantes a comprender las siete claves para visitar y sentir un monasterio.
Con su testimonio de vida, fotografías y dibujos, los participantes en el encuentro virtual descubrirán ideas prácticas y fáciles de recordar para posteriormente poderlas aplicar en una visita física a un monasterio.
Ignacio Sánchez de Zárate ha hecho de su profesión su pasión: en su página web www.cister.org se pueden admirar las 80 abadías de España y Francia que ha fotografiado y estudiado.
– Ignacio, trabajas dando a conocer la arquitectura del Císter, ¿es decisión personal o llegaste por casualidad al interés por la arquitectura monástica?
Fue consecuencia de la suma de muchas casualidades. Mi padre había sido salesiano, muy integrado en la obra de la Iglesia. Soy vasco, pero a los ocho años nos fuimos a vivir a Barcelona Desde que era niño, los veranos, los pasábamos visitando Toledo, Salamanca o Segovia.
Nuestro padre nos explicaba a mi hermana y a mí un montón de historias para hacerlo atractivo. Yo me sentía a gusto en esos lugares. Descubrí que me encontraba muy bien. A lo largo de los años, va quedando en tu interior la semilla, más adelante estudié arquitectura. Fue una decisión personal, ya que no tengo en mi familia ningún arquitecto.
Estudié arquitectura en la Universidad Politécnica de Cataluña. En 1998 se dio un punto de inflexión: participé, en unas conferencias, a través de una asociación, “Amigos de la UNESCO”, en el Archivo Nacional de Cataluña. Conferencias que impartía el historiador Josep María Sas i Travé, sobre la conmemoración de los novecientos años de la instauración de la Orden Cisterciense, que se fundó en 1098.
Los meses que duraron las conferencias puse el foco en concreto en el Císter: tenía unos valores que me resonaron por dentro y me atraparon. Empecé a visitar monasterios, estudiando arquitectura. Cuando era niño, iba a verlos desde una componente personal, vital, me gustaban, pero a partir de entonces podía comprenderlos mejor.
– En tu obra, hay tres palabras que me llaman la atención: “piedra”, “luz”, “silencio”. ¿Qué son para ti?
Comencemos explicando “la piedra”.
Basado en mi experiencia, en lo que he sentido durante años visitando monasterios, la piedra, es un material noble, está en los monasterios medievales. Es más que un simple material del que están hechos estos monasterios. Es un material que se emplea desde los cimientos hasta la cubierta, los muros, los pilares, capiteles y nervios...
Todo está hecho con piedra y eso le confiere una potencia a la piedra, que no podemos obviar. La piedra es un material honesto. La forma y la función van de la mano. Es un material que no necesita recubrimientos. La piedra desnuda, refleja los ideales de pobreza. Este material desigual no necesita de ningún añadido para mostrarse, y mostrarse con precisión. No necesita de ningún tipo de embellecimiento. Esa desnudez de la piedra confirma la honestidad. Cuando estamos en los monasterios, sentimos esa honestidad del material empleado.
Los monjes cistercienses medievales, elegían la piedra ya que garantizaba la durabilidad en el tiempo. Otra característica, muy interesante, que me he descubierto a lo largo de mis visitas, es que hay muchos tipos de piedra. Cada monasterio, está construido con la piedra que estaba accesible, en las canteras próximas. Aunque todos son de piedra, son piedras muy diferentes por lo tanto también, tienen un componente de arraigo en el territorio, y le da vida propia.
La luz
La luz, es el componente principal de la arquitectura: sin luz no existirían las estructuras. La luz es el elemento que realmente crea el espacio. En las iglesias, en los claustros, en los refectorios, salas capitulares, hasta en los dormitorios monásticos, la presencia de la luz es lo que llena el espacio. Concibe de alma a estos lugares. La luz les da la vida, que de otra forma no tendrían. Es importante, comprender la luz, ya que es diferente la luz de mañana a la tarde, o la del verano. Es vital comprender las diferencias que puede haber entre ver un espacio a la primera de la mañana, o a última de la tarde.
La arquitectura cisterciense es maestra a la hora de crear luz en espacios interiores. El mayor desarrollo de le orden cisterciense tiene lugar en un periodo en el que el románico está en plena madurez y ya empiezan a construirse los edificios protogóticos y góticos.
El Císter encuentra su espacio entre el románico, más definido por unos muros gruesos y pocas aberturas, espacios relativamente modestos y con poca luz, y la exuberancia del gótico, caracterizado por ese exceso hasta cierto punto de luz. Tiene mayor luz que el románico, pero no una sobredosis de luz, como las grandes catedrales góticas. En ese control, desde un punto de vista preciso de la luz, genera la vida conventual, en la cual las personas se sienten a gusto. La luz crea el espacio en la arquitectura, genera el marco adecuado para una comunidad.
El silencio
El otro componente, el silencio, tiene que ver con las sensaciones. Es algo básico en una visita a un monasterio. Hay una frase que me gusta recordar: “solo en completo silencio se comienza a escuchar”. Es revelador comprenderlo. Entiendo el silencio desde tres dimensiones: primero el silencio arquitectónico. Habitualmente se dice que la vida contemplativa es una arquitectura silenciosa, no necesita gritar, no genera ruido. Ese marco silencioso te hace ver que estás en una construcción para la cual fue creada. Después está el silencio de la persona, del monje o la monja, que ahí vive. Ese silencio es necesario para encontrarse con uno mismo y encontrar esa paz interior para el dialogo con Dios.
La tercera dimensión básica del silencio es para poder acceder a esa vida de oración en calma.
– ¿Tú hablas de arquitectura coherente? ¿A qué te refieres? ¿Quiere decir que cumple la función para la que fue creada?
En términos arquitectónicos, el Císter mantiene en el tiempo la coherencia en lo funcional: una distribución de cómo debía ser un monasterio, según había sido determinado por Bernardo de Claraval (1090-1153).
Ese esquema funcional, donde el claustro es el centro del monasterio y a su alrededor se colocan todas las piezas: la iglesia, sala capitular, refectorio, dormitorios y el resto de los elementos.
Se trata de un esquema funcional que es bastante rígido. Esa coherencia es el esquema funcional y la solución formal. Lo que más me atrajo de la arquitectura cisterciense es la coherencia entre los ideales cistercienses y su materialización arquitectónica.
Los ideales cistercienses, se basan, en el ascetismo, la austeridad, simplicidad de la vida y pobreza. Esos ideales, que tienen una componente religiosa muy importante, se convierten en materia, en arquitectura, en espacio, Eso me parece una lección de vida para cada uno: intentar ser coherentes, entre el pensamiento y la acción.
Si quieren conocer más sobre el trabajo de Ignacio Sánchez Zárate pueden visitar su web www.cister.org o su cuenta de Instagram @cister.architecture.
Es posible inscribirse gratuitamente para participar en línea en VIII encuentro en torno al claustro, que tendrá lugar el 19 de enero a las 19.30 con la intervención de Ignacio Sánchez Zárate por iniciativa de la Fundación DeClausura.