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Se cumplen 150 años de la publicación del Martín Fierro, una de las obras literarias más importantes de Sudamérica, el poema gauchesco más emblemático, uno de los máximos íconos de la cultura argentina. En la obra de José Hernández, citada por doquier, se encuentran refranes para describir actitudes humanas y sociales que trascienden los tiempos, algunas muy nobles, e ideales, otras más bien lo opuesto, pero propias de una identidad nacional en construcción.
Hace 20 años, el ex Arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco, se sirvió de esta obra para hacer una gran reflexión social para una Argentina que atravesaba entonces una de sus mayores crisis políticas de todos los tiempos.
Con motivo de su mensaje a las Comunidades Educativas al inicio del año lectivo, partió de San Agustín y su visión de la Ciudad de Dios para sugerir una reflexión en un momento decisivo de su patria, en el pico de la crisis. “La Argentina llegó al momento de una decisión crítica, global y fundante, que compete a cada uno de sus habitantes; la decisión de seguir siendo un país, aprender de la experiencia dolorosa de estos años e iniciar un camino nuevo, o hundirse en la miseria, el caos, la pérdida de valores y la descomposición como sociedad”, juzgaba entonces.
El entonces Arzobispo propuso “recorrer los versos del Martín Fierro, en busca de algunas claves que nos permitan descubrir algo de lo nuestro para retomar nuestra historia con un sentimiento de continuidad y dignidad”. Y sin entrar en discusiones entre tradicionalismo y progresismo, propuso entender el Martín Fierro como “una narración, una especie de ‘puesta en escena’ del drama de la constitución de un sentimiento colectivo e inclusivo. Narración que, incluso más allá de su género, de su autor y de su tiempo, puede ser inspiradora para nosotros, ciento treinta años después”.
Consciente de que cerca del 90% de los argentinos no viven en el campo, como vivía el personaje ficticio de Hernández, Bergoglio aclaró que “sólo podemos abrir con provecho nuestro ‘poema nacional’ si caemos en la cuenta de que lo que allí se narra tiene que ver directamente con nosotros aquí y ahora, y no porque seamos gauchos o usemos poncho, sino porque el drama que nos narra Hernández se ubica en la historia real cuyo devenir nos trajo hasta aquí”.
Reconociendo que somos personas históricas y que “cada generación necesita de las anteriores y se debe a las que la siguen” ya que “eso, en gran medida, es ser una Nación”, piensa que la lectura del Martín Fierro nos puede ayudar, en el marco de la globalidad, a “reconocer los avatares de la gente que construyó nuestra nacionalidad, haciendo propios o criticando sus ideales y preguntándonos por las razones de su éxito o fracaso, para seguir adelante en nuestro andar como pueblo”.
Bergoglio observó que el Martín Fierro comienza con una descripción propia del paraíso original, “pinta-dice- una realidad idílica, en la cual el gaucho vive con el ritmo calmo de la naturaleza, rodeado de sus afectos, trabajando con alegría y habilidad, divirtiéndose con sus compañeros, integrado en un modo de vida sencillo y humano”.
Para el hoy Papa Francisco, “no movió al autor una especie de nostalgia por el ‘Edén gauchesco perdido’”, sino que “el recurso literario de pintar una situación ideal al comienzo no es más que una presentación inicial del mismo ideal”. Poner al ideal al principio, acota, “es una idea profundamente bíblica y cristiana”.
El ideal planteado, “la dirección que otorguemos a nuestra convivencia tendrá que ver con el tipo de sociedad que queramos formar”, asegura, y propone un neologismo: “es el telostipo. Ahí está la clave del talante de un pueblo”.
Bergoglio rescata del Poema para ilustrar su idea una imagen familiar presentada por el gaucho en el verso 133
Yo he conocido esta tierra / en que el paisano vivía
y su ranchito tenía / y sus hijos y mujer,
Era una delicia ver / cómo pasaba sus días.
Pero si hay algo que se destaca en el Martín Fierro es el espíritu de denuncia, el sentimiento ante la injusticia, la reacción ante ella. “En los versos del poema se hizo carne cierta sabiduría popular recibida del ambiente, y así en Fierro habla no sólo la conveniencia de promover una mano de obra barata sino la dignidad misma del hombre en su tierra, haciéndose cargo de su destino a través el trabajo, el amor, la fiesta y la fraternidad”, escribe Bergoglio.
Es el pobre en su orfandá / de la fortuna el desecho
Porque naides toma a pecho / el defender a su raza
Debe el gaucho tener casa, / Escuela, Iglesia y derechos.
Para Bergoglio, el Martín Fierro es un poema “incluyente” que denuncia la exclusión y propone la inclusión de todos en la construcción de la patria. Y ve en aquel momento un escenario similar al que vivía la Argentina –quizá vive aún hoy- a principios de siglo XXI. “Me parece significativo el contexto histórico del Martín Fierro: una sociedad en formación, un proyecto que excluye a un importante sector de la población, condenándolo a la orfandad y a la desaparición, y una propuesta de inclusión. ¿No estamos hoy en una situación parecida?”, se pregunta.
“Martín Fierro orienta nuestra mirada hacia nuestra vocación como pueblo, como Nación. Nos invita, a darle forma a nuestro deseo de una sociedad donde todos tengan lugar: el comerciante porteño, el gaucho del litoral, el pastor del norte, el artesano del Noroeste, el aborigen y el inmigrante, en la medida en que ninguno de ellos quiera quedarse él solo con la totalidad, expulsando al otro de la tierra”, sugiere.
En una lectura del valor histórico de la obra de Hernández, basándose en la segunda parte, Bergoglio señala que el Poema Nacional “pretendió ser una especie de ‘manual de virtudes cívicas’ para el gaucho, una ‘llave’ para integrarse en la nueva organización nacional”, y esos consejos, cree, “trascendieron con mucho el significado con que fueron escritos y siguen hoy siendo un espejo de virtudes cívicas no abstractas, sino profundamente encarnadas en nuestra historia”.
Y entre ellos, destaca estos, en los siguientes pasajes:
Sobre la prudencia o la picardía…
Nace el hombre con la astucia / que ha de servirle de guía.
Sin ella sucumbiría, / pero sigún mi experiencia
Se vuelve en unos prudencia / y en los otros picardía.
Hay hombres que de su cencia / tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas, / mas digo sin ser muy ducho,
es mejor que aprender mucho / el aprender cosas buenas.
Sobre la jerarquía de los valores y la ética exitista del "ganador"
Ni el miedo ni la codicia / es bueno que a uno lo asalten.
Ansí no se sobresalten / por los bienes que perezcan.
Al rico nunca le ofrezcan / y al pobre jamás le falten
Al respecto, reflexionaba Bergoglio: “Sólo una opción ética convertida en prácticas concretas, con medios eficaces, es capaz de evitar que el hombre sea depredador del hombre. Pero esto es lo mismo que postular un orden de valores que es más importante que el lucro personal, y por lo tanto un tipo de bienes que es superior a los materiales. Y no estamos hablando de cuestiones que exijan determinada creencia religiosa para ser comprendidas: nos referimos a principios como la dignidad de la persona humana, la solidaridad, el amor.
Sobre el trabajo
El trabajar es la ley / porque es preciso alquirir.
No se espongan a sufrir / una triste situación.
Sangra mucho el corazón / del que tiene que pedir.
El servicio a los más débiles
La cigüeña cuando es vieja / pierde la vista, y procuran
cuidarla en su edá madura / todas sus hijas pequeñas.
Apriendan de las cigüeñas / este ejemplo de ternura.
Sobre el robo, la coima y el "no te metás"
Ave de pico encorvado / le tiene al robo afición.
pero el hombre de razón / no roba jamás un cobre,
pues no es vergüenza ser pobre / y es vergüenza ser ladrón
“Quizás”, escribe, “en nuestro país, esta enseñanza haya sido de las más olvidadas. Pero más allá de ello, además de no permitir ni justificar nunca más el robo y la coima, tendríamos que dar pasos más decididos y positivos. Por ejemplo preguntarnos no sólo qué cosas ajenas no tenemos que tomar, sino más bien qué podemos aportar”.
Sobre las palabras vanas y las verdaderas
Procuren, si son cantores, / el cantar con sentimiento.
No tiemplen el estrumento / por solo el gusto de hablar
y acostúmbrense a cantar / en cosas de jundamento.
Sobre la Palabra y la Amistad
Los hermanos sean unidos, / porque esa es la ley primera.
Tengan unión verdadera / en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos pelean / los devoran los de ajuera
(…)
Pues que de todos los bienes, / en mi inorancia lo infiero,
que le dio al hombre altanero / Su Divina Magestá,
la palabra es el primero, / el segundo es la amistá.
Sobre estas estrofas, que el entonces Arzobispo elige para cerrar su reflexión, ampliaba: “La palabra que nos comunica y vincula, haciéndonos compartir ideas y sentimientos, siempre y cuando hablemos con la verdad. Siempre. Sin excepciones. La amistad, incluso la amistad social, con su ‘brazo largo’ de la justicia, que constituye el mayor tesoro, aquel bien que no se puede sacrificar a ningún otro. Lo que hay que cuidar por sobre todas las cosas”.
Y concluía: “Palabra y amistad. ‘La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros’ (Jn 1,14). No hizo rancho aparte; se hizo amigo nuestro. ‘No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre’ (Jn 15,13-15). Si empezamos ya mismo a valorar estos dos bienes, otra puede ser la historia de nuestro país”.
Puede leerse la reflexión entera sobre el Martín Fierro del cardenal Jorge Bergoglio dada a conocer en la Pascua del 2002 en este vínculo