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Ha sido una cuestión muy debatida en los países emergentes y en los países pobres que no están regidos (del todo) por ideologías totalitarias: el arranque de la vida en la primera infancia, debe ser “parejo”. Es decir, que los hijos de familias de escasos recursos tengan similares oportunidades de desarrollo que los hijos de familias bien alimentadas.
Desde luego, el debate sobre este tema pasa por dos vertientes: la económica y la del desarrollo cerebral de los bebés. La económica implica trasladar dinero (que muchos gobiernos usan para promociones electorales o para financiar compra de armas) a el decil más pobre de la población, mientras que la cuestión del desarrollo del cerebro de los bebés reclama una investigación a fondo.
Afortunadamente, esta investigación se ha realizado ya mediante un experimento calificado de “histórico”, liderado por la Universidad de Columbia; un experimento que mucho podría apoyar a decisiones de política y bien común en países de raíces católicas y con altos niveles de desnutrición y muerte infantil, como es el caso de países de América Latina y el Caribe.
El significado del estudio
Los resultados, que se publicarán el 1 de febrero en un artículo de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS, publicación de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos), son producto de la colaboración de varias universidades y fueron encabezados por Kimberly G. Noble, del Departamento de Desarrollo Humano de la Universidad de Columbia.
Este artículo “demuestra el impacto causal de una intervención de reducción de la pobreza en la actividad cerebral de la primera infancia”, basado en los datos del estudio “Baby's First Years”, un ensayo de control aleatorio que muestra que “una transferencia de efectivo incondicional mensual predecible otorgada a familias de bajos ingresos, puede tener un impacto causal en la actividad cerebral infantil”.
El significado principal del estudio es señalar que, “en el contexto de mayores recursos económicos, las experiencias de los niños cambiaron y su actividad cerebral se adaptó a esas experiencias”. Además, se ha demostrado “que los patrones de actividad cerebral resultantes están asociados con el desarrollo de habilidades cognitivas posteriores”.
¿Qué se demuestra?
Algo sumamente importante: que existe un impacto real, de causa-efecto, en la actividad cerebral infantil si se le dan recursos económicos en efectivo –sin condiciones, cada mes y en una fecha determinada—a familias de escasos recursos. “En el contexto de mayores recursos económicos, las experiencias de los niños cambiaron y su actividad cerebral se adaptó a esas experiencias”.
En otras palabras, el estudio demuestra que los patrones de actividad cerebral resultantes están asociados con el desarrollo de habilidades cognitivas posteriores. “La pobreza en la primera infancia es un factor de riesgo de bajo rendimiento escolar, ingresos reducidos y peor salud, y se ha asociado con diferencias en la estructura y función del cerebro”.
Los autores del artículo señalan que no está claro si la pobreza causa diferencias en el desarrollo neurológico o simplemente está asociada con factores que causan tales diferencias. “Aquí, informamos estimaciones del impacto causal de una intervención de reducción de la pobreza en la actividad cerebral en el primer año de vida”, añaden.
¿Como se hizo el estudio?
Con los datos de una submuestra del estudio “Baby's First Years”, que reclutó a mil díadas diversas de madre e hijo de bajos ingresos. Poco después de dar a luz, las madres fueron asignadas al azar para recibir un regalo en efectivo incondicional mensual grande o nominal. La actividad cerebral infantil se evaluó aproximadamente al año de edad en el hogar del niño.
La medición se llevó a cabo mediante una Electroencefalografía en Reposos (EEG) en donde se presumía que los bebés en el grupo de obsequios de mucho dinero tendrían una mayor potencia de EEG en las bandas de frecuencia media a alta y una potencia reducida en una banda de baja frecuencia en comparación con los bebés en el grupo de obsequios de poco dinero.
“De hecho, los bebés en el grupo de obsequios en efectivo mostraron más poder en las bandas de alta frecuencia. Los tamaños del efecto fueron similares en magnitud a muchas intervenciones educativas escalables, aunque la importancia de las estimaciones varió con la especificación analítica”, dice el artículo de la revista PNAS.
¿Qué concluye?
En resumen, dicen los investigadores de diversas universidades estadounidenses, “usando un riguroso diseño aleatorio, proporcionamos evidencia de que dar transferencias monetarias sin condiciones, mensuales, a las madres que viven en la pobreza durante el primer año de vida de sus hijos puede cambiar la actividad cerebral de los bebés”.
Estos cambios no son cambios menores. De acuerdo con los resultados del experimento, “ reflejan la neuroplasticidad y la adaptación ambiental y muestran un patrón que se ha asociado con el desarrollo de habilidades cognitivas posteriores”. Los bebés mejor alimentados, juntos con sus madres, en los albores de su existencia, pueden tener un arranque similar que los demás bebés.
"Hace muchos años que sabemos que crecer en la pobreza pone a los niños en riesgo de tener un menor rendimiento escolar, menores ingresos y peor salud (…) Este es el primer estudio que muestra que la reducción de la pobreza cambia el desarrollo del cerebro de los niños", dijo Noble al referirse a los resultados de un trabajo que podría orientar muchas políticas humanistas en el mundo, si hubiese alguien interesado en hacerlo.