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Llegamos a una casa nueva con ilusión de un comienzo. Pero a quien no le ha pasado que, a los pocos días, encuentra una gotera, la caldera se rompe, o saltan los plomos cada vez que enchufa la plancha.
Entre las pesadillas más comunes que vivimos las familias, está el cambio de casa y las terribles mudanzas. Pero hay quien pensaría que eso le sucede sólo a la "gente corriente", y no a las monjas de clausura, que viven en "otro mundo".
En 1990 una comunidad de Monjas Jerónimas heredó una casa en el pueblo leonés de Toral de los Guzmanes. Han fundado una casa de oración, llamada hoy Monasterio de Nuestra Señora de Belén.
Desde su llegada a la nueva casa, las averías han sido una constante en la vida de esta familia de monjas jerónimas. Con una dificultad añadida: No hay un "padre de familia" que arregle los desperfectos, ni tampoco tienen ingresos para afrontar la reparación.
Sor Beatriz, su Madre Abadesa, explica que cada día hay menos trabajo de encuadernación, debido a la bajada de encargos a causa de la pandemia. Ya es difícil afrontar los pagos diarios, como para además tener una avería grande. ¡Como tantas familias hoy, afectadas por la crisis de la pandemia!
Así que las hermanas han decidido ponerse manos a la obra ellas mismas. Guiadas por un fontanero, se han puesto a cavar, a abrir las zanjas, a tirar la carretilla, a echar arena.
Cuando cesen las heladas de enero, terminarán ellas mismas el trabajo. Cubrirán la zanja con tierra y pagarán las horas de trabajo al fontanero que las ayuda. ¡Si algo nos dejan claro, es que no hay nada que las asuste, su decisión ante las dificultades es un ejemplo para el mundo!
El ejemplo de estas enternecedoras monjitas con la azada en la mano son una inspiración para cada uno de nosotros, ante las pequeñas y grandes dificultades que todos tenemos en la vida diaria.
En la casa viven nueve hermanas: tres mayores de origen español y otras seis de origen indio. Tienen entre 42 y 90 años. Se dedican a la oración, a servir a la comunidad, a cuidar a sus mayores en la enfermería, a la repostería monacal artesana y a la encuadernación. ¡Y esta temporada, también a la fontanería!
Este artículo está escrito en colaboración con la Fundación DeClausura.