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Un monasterio abandonado que reabrió y es “hospital para el alma”

COLOMBIA

Monasterio en Colombia reabre sus puertas

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Lucía Chamat - Aleteia Colombia - publicado el 21/02/22
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Carmelitas Contemplativos volvieron a abrir en Colombia lo que fue un monasterio de Carmelitas Descalzas, quienes debieron dejar el lugar hace 22 años

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En el año 2000, la violencia que vivía Colombia obligó a las Carmelitas Descalzas de Buga a salir de su monasterio. El lugar, ubicado en lo alto de una montaña, era un punto estratégico y fue escenario de enfrentamientos entre guerrilleros y tropas de soldados.

El pasado 11 de febrero, el monasterio volvió a abrir sus puertas y con un nuevo sagrario. Ahora acoge a los Hermanos Contemplativos del Carmelo, quienes instalaron allí una casa de acogida u ‘hospital para el alma’. Así lo llama el padre Andrés Jaramillo Arbeláez, fundador de la comunidad:

“Quisimos inaugurarlo el día de la Virgen de Lourdes porque es un hospital para el alma. En esta casa ofrecemos consuelo desde la fe y la fraternidad, en una mesa común que arropa a todo el que llega. En el lugar donde una vez imperó la maldad está triunfando la esperanza y el bien”.

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La mano de Dios

Aunque estuvo más de dos décadas deshabitado, lo encontraron bien conservado. “Es como si hubiera quedado dentro de una nevera, algunos espacios parecían como si hubieran sido utilizados el día antes”, dijo el sacerdote a Aleteia. Este hombre asegura complacido que todo ha sido obra de la Providencia Divina.

Las religiosas que habitaban el lugar, muchas de ellas de edad avanzada, debieron salir, principalmente por la violencia que vivió el departamento del Valle del Cauca. En alguna ocasión, un grupo armado ilegal llegó a pasar la noche allí. Era tal la vulnerabilidad que inclusive la misma Iglesia les recomendó irse. Se trasladaron, entonces, a la ciudad de Popayán, donde se fusionaron con otra comunidad.

La propiedad se la vendieron a la misma familia que 20 años atrás les había donado el terreno. Unos años después, el padre falleció y quedó como propietaria su única hija, quien vive fuera de Colombia. Desde entonces, permanecía deshabitada aunque le hacían mantenimiento esporádicamente.

Un buen día, el padre Andrés María de San José (nombre religioso del fundador) le preguntó a monseñor José Roberto Ospina, obispo de Buga, por ese sitio abandonado que tenía en su diócesis.

“Nuestra joven comunidad estaba creciendo en vocaciones y queríamos llegar a otra zona. Monseñor me dijo que siempre le había dolido ese hecho pero había sido imposible comunicarse con la familia para proponerle comprar el lugar, a pesar de los muchos esfuerzos”.

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Paralelamente, uno de los hermanos carmelitas conversó con sacerdote amigo suyo, párroco del sector donde se encuentra el monasterio, quien se ofrece a hacer un nuevo intento. Milagrosamente a los dos días les llegó respuesta positiva y una semana después estaban firmando promesa de venta.

La familia se lo vendió a la diócesis por un precio simbólico. Luego ésta lo entregó en comodato de los Hermanos Contemplativos del Carmelo, quienes estaban ubicados en el municipio de Girardota (departamento de Antioquia).

“Es un lugar de mucho silencio y soledad, a 1800 metros de altura. Tenemos hospedería y varias modalidades de retiro según los místicos del Carmelo”, cuenta el padre Andrés.

En total son 27 habitaciones, una capilla para 100 personas, un coro con capacidad para 30 monjes, dos ermitas, una huerta y cinco talleres. Los carmelitas contemplativos hacen velas, panes, esculturas en cerámicas y trabajan la pintura al óleo y carboncillo, todo ese arte lo llevaron a su segunda casa en Colombia.

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Consolar y contemplar

El padre Andrés fue carmelita descalzo durante 17 años y el Señor puso en su corazón el deseo de fundar un nuevo Carmelo que volviera a los orígenes de los primeros padres ermitaños. Así nacieron hace ocho años los Hermanos Contemplativos del Carmelo en la Diócesis de Girardota, para llevar un estilo de vida monástico, de silencio y soledad en el aquí y el ahora, por se consideran monjes carmelitas del siglo XXI.

Tienen un doble carisma, son contemplativos y consoladores, siguiendo la frase de Santa Teresita: “Amarlo y hacerlo amar”. A través de la contemplación aman a Jesús y a través de la consolación lo hacen amar.

“El carisma de la consolación lo tenemos a través de nuestra casa de acogida, a través de la formación que ofrecemos, de la escucha, de retiros espirituales, consejería y, sobre todo, de la sombra que le podemos generar a los que llegan, ofrecemos mesa, liturgia, formación y recreación. La contemplación la llevamos a través de la búsqueda incansable del rostro de Dios”.

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Este, su segundo monasterio, les permitirá seguir creciendo y poder acoger a los 15 jóvenes que están en lista de espera para ingresar a la comunidad, así como seguir ofreciendo lugares de intimidad y oración, tan necesarios actualmente. Y están seguros de, así como el día de la inauguración superaron las expectativas con la asistencia de 350 personas, serán cientos los que llegarán en busca de consuelo a este "hospital para el alma".

Para conocer más sobre la labor de esta comunidad, pueden consultar sus redes sociales:

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