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En Europa hay sonido de guerra. El ataque de Rusia a Ucrania tiene al mundo en vilo. Mientras los testimonios de dolor y angustia se siguen multiplicando a través de los medios y las redes sociales, a miles de kilómetros del conflicto, en una isla de Chile, la imagen ofrece un poco de respiro.
Se trata de la labor que vienen realizando 11 misioneros de la parroquia San Pedro Coronel en la Isla Santa María (Chile). Ellos son los encargados de avanzar en la reconstrucción de una capilla que había sido demolida con el fin de tener una nueva.
La pandemia del coronavirus generó retrasos en esta obra en la capilla Nuestra Señora del Mar. Derivó en que los misioneros no pudieran presentarse en la isla desde el año 2020. Sin embargo, luego de la espera, el trabajo pudo continuar de manera reciente.
Emoción
La encargada de contar cómo fue el recibimiento fue Claudia Valencia, coordinadora del grupo misionero, quien en declaraciones reproducidas por la Iglesia en Chile contó que los habitantes se “emocionaron”. Es que además del reencuentro, el hecho de avanzar con estos trabajos significa para ellos “volver a tener de nuevo un lugar de oración”.
“Si no está la capilla, no tienen un lugar como para que la comunidad se reúna. Así que fue bien bonito (…) la gente estaba contenta”, expresó.
Según se indicó, hasta el momento los misioneros lograron terminar el cerco y desmalezaron la zona. También se empezó a observar el color predominante: el celeste. El objetivo, ya en marzo, es regresar a la isla para “terminar el portón del inmueble, instalar las ventanas, el piso, la electricidad y la construcción de un baño”.
Ya en uso
No obstante, a pesar de que falta que la reconstrucción termine, la capilla está en condiciones de poder ser utilizada. Incluso, antes de partir de la isla estos misioneros celebraron una misa, además de un bautizo y bendición de hogares. También se recordó que un carabinero (policía) jubilado se quedó a vivir en la isla y su tarea es la de abrir la capilla los domingos en la tarde para que la comunidad tenga el espacio de oración.
Mientras tanto, la “misión sigue”. Pero estas personas se han transformado en verdaderos “mensajeros de la paz”. ¿Acaso este gesto, el de promover espacios de oración, no los convierte en instrumentos de paz?
Sin duda, ayudar a construir una iglesia también es sinónimo de promover la paz. Una palabra muy cotizada a estas horas del otro lado del océano, en Europa, con motivo de la guerra.