Lo que estaba previsto, aunque algunos no lo aceptaran, Rusia ha lanzado un ataque en toda regla contra Ucrania, por tierra, mar y aire. Miles de Ucranianos huyen hacia las fronteras con Polonia para dirigirse Dios sabe dónde. Los ataques rusos han aniquilado toda la capacidad de defensa de Ucrania. Ucrania ya solo tiene soldados de a pie y prácticamente ninguna arma defensiva.
El presidente Volodomir Zelenski lo ha dicho claro esta mañana: “nos estamos quedando solos frente a Rusia”. El presidente americano, Joe Biden, ha dicho que no hará la guerra en Ucrania, pero serán durísimas las sanciones a Rusia, y bloqueó a los cuatro grandes bancos rusos.
Las tropas rusas ya están en Kíev, que es donde quería llegar Putin: Ucrania no será ni de la NATO ni de la Unión Europea. Utiliza la doctrina de su antecesor comunista Leónidas Brezhnev, de la “soberanía limitada”. Una vez ocupada Ucrania, sin que ni Estados Unidos ni la OTAN dispararan un solo tiro. Ucrania no pertenece a la NATO. Rusia hará como en Crimea, convocar un referéndum totalmente controlado por Moscú, y poner en Kiev un gobierno títere, como hizo en Bielorrusia con Lukashenko, que ha barrido dictatorialmente a la oposición democrática.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, ha lanzado varios mensajes pidiendo la retirada de Rusia del territorio ucraniano.
Todos los mandatarios occidentales, incluso Japón y Corea han condenado la invasión rusa. El ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania la ha comparado con la invasión nazi. Pero Rusia avanza, contra todo derecho, del derecho internacional. Ha pisoteado los más elementales principios de respetar los derechos de los pueblos.
Ucrania no quiere vivir bajo la bota de Rusia. Ya ha vivido muchos años (70), en la era comunista. Muchos millones murieron de hambre (el Holomodor, o genocidio por hambre). Se deshicieron del preisdente Víctor Yanukóvich en las revueltas de Madián, fue de los primeros y el principal país de la ex Unión Soviética en independizarse de Moscú.
El gobierno de Moscú, dirigido por el dictador Vladimir Putin, había montado una campaña de desinformación potente diciendo dos cosas principales: NO queremos invadir Ucrania, y Ucrania no es una nación, ni un país. Pues que se lo digan a los ucranianos. La historia de Ucrania comienza en el año 882 con el establecimiento de la Rus de Kiev, lugar que los rusos consideran el origen de Rusia.
Ucrania es un país con muchas riquezas y exporta muchos cereales, trigo, cebada, maíz… y es muy rico en mineral de hierro. Además, posee una gran industria de mísiles, aviones, y tecnología moderna.
El nivel de vida de Ucrania es inferior al europeo, con un PIB per cápita de 3.283 euros, y sus principales mercados son, por este orden, Europa (ceca del 40 por ciento), Asia Central, cerca del 35 por 100, y Rusia, un 17 por ciento. El endeudamiento de Ucrania supone el 82 por 100 del PIB, pero Rusia no alcanza el 20 por ciento.
Todo el mundo sabe que esto no va a acabar así y que tarde o temprano habrá que sentarse a negociar. Rusia quiere negociar desde una posición de fuerza por su ocupación militar casi sin resistencia, y el mundo occidental solo ha levantado el arma económica de las sanciones.
Mientras tanto, suenan los obuses, los morteros de artillería, las metralletas, el rumor de aviones y los movimientos de barcos de guerra por los mares de Azof y Negro. Ucrania se desangra, y en estos momentos se puede decir que Rusia controla todos los accesos al mar de Ucrania. Se habla de más de 200 muertos en Ucrania, el más triste de todos los datos: la guerra solo puede traer muerte y hambre. La guerra huele a muerto, a odio, a deshumanización. ¿Por qué esta guerra?
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