Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Una vez más, una estrella del celuloide y la música utiliza el manido recurso de mezclar obscenidad con religión para provocar comentarios. Se trata de Jennifer López y su nueva canción “Church”, cuyo videoclip juega a una provocación ya vista y que resulta casi antigua y rancia. Sin embargo, el hecho es que su propuesta es de muy mal gusto, aunque, no por repetida deja de resultar ofensiva.
La canción forma parte de la banda sonora de la película “Merry me”, protagonizada por Lopez, junto a Maluma, y que ha pasado sin pena ni gloria por las pantallas de cine. En el vídeo del tema pareciera que Lopez y sus bailarines se encuentran en lo que supuestamente es una iglesia.
Durante la coreografía, Lopez y su entourage bailan con movimientos sensuales, se santiguan en numerosas ocasiones y, todo ello, cada vez más ligeros de ropa. Lopez lleva además una cruz al cuello.
El texto de la canción tampoco tiene desperdicio: “You've opened my gates and showed me the truth / I'm born again, I'm feelin' renewed /You showed me the way, I'm baptized in you.”
De hecho, en el momento en el que Lopez canta “You've opened my gates and showed me the truth”, -es decir, “abriste mis puertas y me enseñaste la verdad”-, la cantante hace un movimiento brusco bastante obsceno abriendo sus piernas. No será el único. Mientras repite la palabra “church” varias veces, la cantante pasa su mano acariciando su cuerpo para terminar tocando sus partes íntimas.
¿Por qué tanta vulgaridad?
La respuesta puede estar en una maniobra promocional ante el estreno del filme que une a dos de las estrellas más seguidas de la música pop latina. Al final, lo que se busca con este tipo de “provocaciones” es causar impacto en los medios de comunicación, que se cree el mayor escándalo posible y que este pueda traducirse en entradas vendidas en las salas de cine. Esta táctica se usa especialmente cuando el producto promocionado es de escasa calidad u originalidad.
Lo que resulta curioso y, en cierto modo también triste, es que más de tres décadas después de que Madonna recurriera a este tipo de provocación con el tema y el videoclip “Like a prayer”, se siga empleando esta manida combinación de sensualidad y religión para causar impacto.
Por suerte o, más bien por desgracia, el público ya se ha acostumbrado a este tipo de cosas. Los católicos se preguntan por qué se hace solo con la religión católica y otros credos son respetados.
Quizá la respuesta esté en que estos artistas recurren a la provocación a los cristianos precisamente porque constituyen la gran parte de su público dado que procede países occidentales que son, a su vez, de los que ellos provienen y a los que dirigen sus trabajos.
En cualquier caso, conviene quizá aquí recordar la catequesis que hace unas semanas, durante el rezo del Ángelus, dio el Papa Francisco sobre el poner la otra mejilla. Primero recordó que el discípulo de Jesús “está llamado a no ceder al instinto y al odio, sino a ir más allá, mucho más allá”.
Explicó que, si no se reacciona a los prepotentes, no significa que “el abuso tenga vía libre”, porque el Señor no nos pide “cosas imposibles e injustas”. No es así.
El Papa aclaró que “poner la otra mejilla no significa sufrir en silencio y ceder a la injusticia” e insistió en que lo que hay que hacer es desenmascarar el mal que se esconde tras una determinada acción y denunciar lo que es injusto: “Poner la otra mejilla no es el repliegue del perdedor, sino la acción de quien tiene una fuerza interior más grande, que vence el mal con el bien, que abre una brecha en el corazón del enemigo, desenmascarando lo absurdo de su odio”.