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Las imágenes de lo acontecido en México durante el fin de semana también dieron la vuelta al mundo. Sucedió en el interior del Estadio La Corregidora mientras se desarrollaba el encuentro entre los equipos de Querétaro y Atlas.
Sin embargo, entre imágenes que conmovieron a todos, un gesto también genera esperanza por estas horas. Se trata de la actitud de un niño que decidió darle una prenda a una aficionada de Altas para que pudiera salir ilesa de la zona de enfrentamientos.
“Gracias al niño de Querétaro que me dio su camisa para poder salir del estadio con bien, espero de todo corazón Dios te bendiga mucho”, expresó la joven a través de las redes sociales.
La mujer también mostró en redes sociales la camiseta que de alguna manera logró protegerla y expresó voluntad de devolvérsela al niño.
¿Pero qué fue lo que pasó? Un país dividido, una vergüenza nacional
Querétaro -en el corazón de México- había sido referente de reconciliación nacional y lucha por la libertad. En esta ciudad de un millón de habitantes se fraguó la Independencia nacional entre 1808 y 1810. Se restauró la República tras el segundo imperio encabezado por Maximiliano de Habsburgo (1867) y concluyó formalmente la revolución mexicana con la firma, el 5 de febrero de 1917, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, misma que actualmente rige al país.
Eso era hasta el sábado 5 de marzo de 2022. La tarde soleada y cálida, un cielo profundamente azul y un atardecer que hizo recordar en alguna ocasión a Jorge Luis Borges con el rosa de Bengala arropan el partido de fútbol entre el equipo local "los Gallos Blancos" de Querétaro y el reciente club campeón de la Liga Mexicana de Fútbol, el Club Atlas de Guadalajara.
De hecho, el encuentro transcurría con el marcador de uno a cero a favor del Atlas. Corría el segundo tiempo, nada presagiaba lo que iba a caer sobre el mundialista Estadio de la Corregidora. Un estadio, que fue construido como sede del Mundial de Fútbol de 1986 y que fuera inaugurado, justamente, el 5 de febrero de 1985. Eso para conmemorar la Constitución y las leyes que norman la vida de México
De pronto, una pelea entre las dos barras de aficionados comenzó en la tribuna. Nadie los detuvo. No había policía, ni seguridad, solamente seguridad privada, contratada por el Club Querétaro. Había indicios de peleas anteriores entre las barras de ambos equipos (en México se les llama "porras"), aunque la rivalidad entre Gallos Blancos y Atlas se remontaba a algunos años atrás cuando el equipo de Guadalajara había mandado a la Segunda División del fútbol mexicano al equipo de Querétaro, lo cual da qué pensar sobre la inacción de las autoridades estatales, encargadas de cuidar el inmueble.
La pelea fue creciendo. Involucró a individuos seguramente alcoholizados o drogados que desataron una furia que ha hecho calificar a la prensa este 5 de marzo como "el día más negro del futbol mexicano".
Escenas de barbarie, subidas a redes sociales por aficionados que se encontraban en el Estadio Corregidora (por cierto, en honor a la Corregidora de Querétaro, doña Josefa Ortiz de Domínguez, quien fue una de las conspiradoras que iniciaron la Independencia de México) dan muestra fehaciente del horror de violencia que se ha impuesto en México. En un país donde, diariamente, desde la tribuna presidencial, se provoca una moderna "lucha de clases" y que ha dividido al país que ya rebasa los cien mil muertos por la guerra entre cárteles de la droga y la inseguridad brutal que campea es cera de las tres cuartas partes de los 32 estados que componen al país. Querétaro era la excepción.
Una "ínsula de paz", advertían los reclamos publicitarios de urbanizaciones que han atraído a miles de mexicanos que huyen de ciudades rodeadas por la violencia. Hasta el 5 de marzo.
En la cancha donde el futbolista español Emilio Butragueño -durante las eliminatorias del Mundial de 1986- inmortalizó su figura metiendo cuatro goles en un solo partido (ante el representativo de Dinamarca), público y rijosos protagonizaron escenas dantescas.
Individuos golpeando impunemente a personas que habían perdido el sentido, sin faltar mujeres y menores de edad golpeados, obligaron a suspender el partido. La Liga Mexicana de Fútbol suspendió también la jornada del domingo y todas las instancias han abierto el expediente para castigar "con todo el rigor de la ley" a los responsables. Una frase trillada que en México se ha convertido en muletilla para amparar la impunidad.
El mensaje de la Iglesia de México
La Conferencia del Episcopado Mexicano, por cierto encabezada por el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, ordenado sacerdote en la Diócesis de Querétaro, ha expresado su profundo pesar por los hechos. Y reprochó -mediante un comunicado- "enérgicamente cualquier episodio de violencia, por mínima que sea".
Peor aún este episodio que ha dejado más de 20 lesionados, dos de ellos de extrema gravedad, que ha dado la vuelta al mundo, como muestra, en las tribunas de un estadio en el que familias enteras estuvieron expuestas, de la terrible descomposición social que asola al segundo país con mayor número de católicos del mundo.
Las declaraciones del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, de las autoridades de la Liga Mexicana de Fútbol y de los distintos niveles de gobierno del país hacen énfasis en el castigo. El problema de fondo es la prevención. Y la educación. Los obispos lo corroboran: o todos nos comprometemos con la paz o México va a naufragar en el mar proceloso de la violencia. Lo del Corregidora es un aviso. En el corazón del país.
La otra cara del fútbol
Finalmente, mientras todo esto ocurrió, en Colombia otra imagen se transformó en una especie de contracara en tiempos de tanta violencia. En este caso con dos equipos también rivales como América de Cali y Deportivo Cali. Según las crónicas locales, una vez finalizado el encuentro del sábado 6 de marzo, la parcialidad de Deportivo Cali, que perdió el partido, aplaudió a los jugadores.
En tiempos de tanta violencia, no solo por lo que sucedió en México, bien vale la pena atesorar estos gestos, entre ellos también el del niño de Querétaro.