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Damià Tarragó es el mayor de cuatro hermanos de una familia de Sarral, un pequeño pueblo de Tarragona (España). Tanto en su colegio como en su casa fue educado en la fe y las costumbres cristianas.
A los 18 años inicio su formación universitaria en Pamplona, donde estudió la carrera de Derecho que luego complementó con otros estudios de Criminología y un postgrado en Derecho de empresa.
Sin embargo, hace unos años lo dejó todo para entrar en el seminario.
Hablamos con él sobre su vocación y sobre cómo ser fiel a la llamada de Dios.
Después de estudiar Derecho y Criminología y realizar un postgrado en Derecho de Empresa, te dedicaste durante 15 años a la abogacía. ¿Qué ocurrió para que lo hayas dejado todo?
Hubo un momento en el que experimenté de una manera muy intensa la presencia de Dios en mi vida.
Entonces fui plenamente consciente de que Dios me amaba y que tenía una vocación para mí.
Una vez identificada esta vocación, la seguí, al principio un poco cauteloso. Pero muy pronto empecé a ponerlo todo en manos del Señor... ¿qué podía hacer si no?
Lo que Él me pedía era demasiado grande para mí, ya que implicaba dejar atrás años de estudios y de vida profesional…
Sin embargo, cuando descubres la llamada de Dios, nada de lo que dejas, aunque aparentemente tenga un grandísimo valor, se puede comparar con ella, a pesar de las dificultades que van surgiendo en el camino.
Esa llamada a ser sacerdote, ¿fue un momento concreto o fue más bien un camino largo?
Se trató más bien del resultado de un proceso que, en mi caso, empezó al darme cuenta de que lo que estaba haciendo, aunque parecía que todo era perfecto, en realidad no lo era tanto.
Entonces me cuestioné mi propia realidad, y quise descubrir el sentido de mi vida. Si me gusta lo que hago, ¿por qué no me siento plenamente feliz?
En el momento en que fui consciente de que no lo era, me cuestioné si había algo que pudiera hacerme feliz de verdad.
Finalmente, descubrí la vocación que Dios me tenía preparada. Esa propuesta que te presenta Dios en forma de vocación, depende de cada uno aceptarla o no. Yo la acepté.
¿Qué papel tuvo la Virgen María en este proceso?
Pues fue determinante. Ella siempre me ha acompañado. Finalmente, fue durante una peregrinación a Medjugorje donde pude descubrir definitivamente mi vocación.
Ella siempre ha estado muy presente en mi vida, ya que desde muy pequeño mi padre, con un profundo amor a María, junto a mi madre, nos enseñaron a mis hermanos y a mí esta entrañable devoción.
María siempre está muy pendiente de todos y cada uno de sus hijos. De eso puedo dar fe.
Durante los últimos años has formado parte de un grupo de música y de plegaria, Reina de la Paz Musics, que ha dedicado muchas horas a la adoración y oración frente al Santísimo. ¿Estar frente a la Custodia, junto a Jesús sacramentado, te ha ayudado a descubrir a Dios, a sentirte elegido por Él y a discernir tu vocación?
Como he explicado antes, fue precisamente durante una adoración eucarística en Medjugorje donde pude ver claro lo que Dios me estaba proponiendo.
Desde ese momento deposité mi confianza en Él y con el tiempo solo he podido confirmar que mi decisión de seguir la vocación que Dios me proponía fue la mejor.
Por otra parte, gracias a la música y a los cantos he podido ayudar a otros a encontrar el camino hacia Dios y a vivir esta experiencia que tuve la suerte de vivir yo.
Atreverse a decir "sí"
¿Crees que la falta de vocaciones se debe a que Dios no llama o a que no oímos bien?
Dios siempre llama y lo hace a cada uno en particular. Nos llama a todos a ser santos. Esta es la gran vocación de un seguidor de Jesucristo.
Depende de la vocación que cada uno tenga, hará de una forma u otra ese camino de santidad.
En mi caso esa llamada ha sido al ministerio presbiteral, pero hay otras maneras de seguir ese camino: el matrimonio, la vida consagrada, el compromiso laical…
Hay que estar atentos, discernir bien y atreverse a decir sí.
En tu opinión, ¿cómo crees que podríamos acercar más a los niños, jóvenes o familias a Dios?
Sinceramente creo que lo importante es ser auténticos testimonios de Cristo en nuestra sociedad, en nuestra familia, en nuestro entorno laboral…
Y como testimonios suyos mostrarles el gran amor que Él nos tiene, especialmente a ellos, los más jóvenes.
Ser coherentes con nuestra fe, ser valientes y auténticos, creo que esa es la cuestión.
En tu discurso de agradecimiento el día de la ordenación como diácono, hablaste de que todos -laicos, sacerdotes o religiosos- estamos llamados a la santidad. Es algo que nos parece muy lejano e inalcanzable, pero a lo que todos estamos llamados. ¿Por qué se nos olvida tan fácilmente?
Creo que la razón principal es que no somos conscientes de cuánto nos ama Dios. Dios es nuestro Padre amoroso y nos quiere como hijos suyos que somos.
Si reflexionáramos y nos paráramos a pensar, descubriríamos lo que Dios desea para nosotros: que compartamos ese amor con Él y con los demás, en esta vida y en la vida eterna.
A estas alturas de tu vida -estás a punto de cumplir 50 años-, y después de tantos años dedicándote a la abogacía, supongo que tu familia se sorprendió bastante cuando les anunciaste tu idea y tu decisión de entrar en el seminario. ¿Cómo se lo planteaste y cómo fue su reacción?
No fue fácil plantearlo, porque sabía que les iba a generar un poco de desconcierto, como luego inicialmente sucedió.
Después de muchos años dedicado al ejercicio de la abogacía, al asesoramiento jurídico y a la actividad empresarial, yo iba a abandonarlo todo, y eso era difícil de asumir para ellos.
En un primer momento su reacción fue de sorpresa y de confusión, ya que no era previsible mi “sí” a una opción como esta y a ingresar en el seminario.
No fue fácil, pero hoy todos se alegran por mi felicidad y comparten mi alegría. Siempre los tuve a mi lado de una manera u otra.
La vocación al diaconado y al sacerdocio es una entrega y una vocación de servicio a Dios y a los demás. ¿Has pensado de qué manera puedes servir a la comunidad cristiana?
Claro, siguiendo el camino hacia la santidad, que Jesucristo viva en mí y yo viva en Él.
Mi principal anhelo es ser siempre fiel a la llamada de Dios, llevar la Buena Nueva de Jesucristo allá donde no se conozca, se haya diluido o incluso olvidado.
Y siempre atender a los más necesitados y estar al servicio y disposición de lo que la Iglesia necesite para cumplir su misión.
Damià sirve ahora como diácono en varias parroquias de algunas poblaciones de Tarragona y espera ser ordenado sacerdote muy pronto.