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Convertir las carencias en juegos. Todos los días la misma rutina. Mientras el precio de la luz marca las cifras más caras de la historia, Pedro y Jennifer no pueden encenderla durante la tarde. No tienen dinero para pagar su factura. Deben elegir entre la comida o la calefacción. Una situación dramática para ellos, que convierten en algo más amable para sus dos hijos. Estos tienen 11 y 15 años y estudian 4º de primaria y 2º de la ESO. Como el resto de chavales de su edad, tienen que hacer deberes, utilizar el ordenador o ver la televisión un ratito.
Sin embargo, como no pueden encenderla durante la tarde, su día a día es distinto al de los niños de su clase.
Sonrisas en lugar de sufrimiento
La imaginación y creatividad de su padre han hecho que el rato de apagón en casa sea un juego que motiva y apetece a los pequeños. “De 5 a 7 apagamos las luces y nos metemos en la habitación de los niños con tan solo una linternita”. Pedro, que ha construido su propio juego, lo hace como “un campeonato, una competición” en la que los niños disfrutan y se olvidan de que durante esas 3 horas no se enciende la luz en casa.
Después, a eso de las 8, Jennifer y Pedro conectan la luz para que los niños terminen sus deberes en el ordenador y puedan ver la tele un ratito.
Al día siguiente “haremos la misma rutina, lo toman como un juego. Mi hijo pequeño quiere la revancha del campeonato del día anterior y se mete en la habitación con la linternita encantado”.
Vivir gracias a la ayuda
En tan sólo 2 años sus facturas han pasado de 60 a 120 euros al mes, cifra que no pueden pagar. Pedro, Jennifer y sus dos hijos reciben la ayuda de Cáritas para poder seguir adelante. Esta ONG de la Iglesia Católica les ayuda a preparar su currículum y a moverlo para encontrar un empleo. Pedro lo busca como carnicero o de lo que surja. Su mujer, de momento, ha tenido más suerte y es la que trae dinero a casa porque trabaja en una institución con gente especial y limpia casas en sus días libres.
Dejar Venezuela
Llegar hasta aquí no ha sido nada fácil. Pedro era conductor y su mujer secretaria del Instituto Nacional del Deporte. Tenía allí a toda su familia pero decidieron probar suerte en España para dar un futuro mejor a sus dos hijos de 11 y 15 años. “Tenía todo y dejarlo de un día para otro fue muy difícil, dejas familia y toda tu vida”.
Al llegar, los problemas con los papeles por el confinamiento hicieron su adaptación aún más dura.
Formarse para el futuro
Pedro sabía conducir, en su país “manejaba”, como él dice, “motos y carros” pero aquí tuvo que reconvertirse. Hizo un curso de manipulador de alimentos y carnicería. Comenzó a buscar trabajo pero no hubo suerte. Los altos precios de los alimentos y la factura de la luz les han tenido que hacer escoger. Comprar comida o encender la calefacción.