Un estudiante de primaria con hábitos operativos buenos es aquel que tenazmente, reflexivamente, atentamente realiza sus tareas en el aula. Es aquel que escucha lo que dice el maestro, retiene en la memoria los conceptos fundamentales, los pone en juego para realizar las tareas encargadas por el profesor y finalmente adquiere, gracias a su determinación, un saber, una competencia, unos contenidos.
Este estudiante no ha copiado las tareas del compañero, ni se ha despistado, sin embargo, sí se ha focalizado en los ejercicios y ha resuelto laboriosamente los retos planteados. No ha perdido el tiempo valioso de su presencia en el aula y de hecho se está preparando para ser un profesional competente que trabaja bien y honradamente.
Quizá, en una palabra, se convertirá en aquel ginecólogo que una mujer elegiría para asistir el parto de su futuro hijo, y también, el ginecólogo que el padre de este mismo futuro niño elegiría para que asistiera el mencionado parto de su esposa. Nadie quiere ser servido/atendido/asesorado por gente incompetente y mala. Nadie. Este es aquel alumno de primaria, hoy médico, que sacó todo el provecho a sus estudios.
Enfoques previos a las Funciones ejecutivas
Un enfoque es el clásico y nos habla de las virtudes de la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza (y virtudes relacionadas), que empieza en Platón y sobre todo en Aristóteles y culmina en Tomás de Aquino y seguidores suyos, que, a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX, trabajan en las escuelas más reputadas y, en concreto, en la educación del carácter. Y otro es el que ofrece la neurociencia más reciente hablando de las Funciones ejecutivas (FEs).
Las FEs, que la literatura científica señala como capitales en el progreso escolar, en el aprendizaje, en la adquisición de hábitos de conducta, son aquellas que están detrás de las elecciones más prudentes, de las decisiones más creativas, informadas y flexibles; detrás del más templado auto-control; detrás del trabajo más esforzado y del ejercicio de las acciones más justas. ¿Una acción injusta en el mundo escolar?: copiar, desaprovechar el dinero/esfuerzo que los propios padres invierten en la educación de los hijos, acosar a los compañeros, maltratar el material, etc.
Hay paralelismos (que no identidad) entre las virtudes cardinales y las cuatro funciones psicológicas, cognitivas y mentales que se suelen mencionar como fundamentales en el mundo de las Funciones ejecutivas (FEs):
Quizá las FEs tienen una menor perspectiva ética y una insistencia mayor en el plano de la cognición-acción. Sin embargo, el control de la acción, la inhibición del impulso toca los planos de la templanza, la fortaleza y la prudencia de un modo muy significativo y a la vez ético. Y desde luego la virtud de la prudencia, en muchos aspectos es la sabiduría, actúa de un modo parecido al pensamiento mejor informado, oportunamente flexible, cognitivamente despierto.
En el mundo de la psicología positiva, con Seligman, se habla de fortalezas de carácter, un universo muy cercano a las virtudes clásicas que aquí no se puede acometer y que también está relacionado con las funciones ejecutivas.
Las funciones ejecutivas y su papel en la escuela
Las FEs se desarrollan, en estrecho contacto con los aprendizajes vitales, en unos circuitos neuronales muy delicados que se sitúan en la corteza prefrontal del cerebro. Esta zona cerebral podría denominarse, con cuidado y hablando un poco de una forma metafórica, como el lugar de la razón, de la planeación de objetivos y metas y de la resolución de problemas.
Escolarmente ya podemos comenzar a señalar que las FEs y su fomento es capital para el éxito académico. Por ejemplo, la memoria de trabajo (1) permite tener a mano, en la mente, un importante número de conceptos y calidad de estrategias necesarias para resolver problemas.
La riqueza del vocabulario es vital. La memoria de trabajo está muy presente en la lectura comprensiva, en el discurso oral y escrito. Entender es manejar conceptos, significados, estructuras gramaticales, tiempos verbales: ¿hay algo más necesario para el estudiante de una escuela de los últimos cursos de primaria que la comprensión del lenguaje oído, leído?
O en la resolución de problemas de matemáticas que exigen un plan y sus alternativas, que necesitan que se relacionen conceptos, presentes en la memoria, que inicialmente parecen no converger bien. Pero sigamos con nuestro estudiante: necesita estar concentrado y fijar su atención (3) y este trabajo intelectual exige un esfuerzo sostenido que evita divagar durante la clase, dentro de la mente, sobre pensamientos inoportunos; o que facilita dejar de mirar esa mosca que revolotea en la ventana y me aparta de la explicación del profesor.
Estamos hablando de la atención selectiva y focalizada que es uno de los ejes más importantes del aprendizaje. Pero no solo se inhiben los pensamientos indeseados para el aprendizaje, también se inhiben las acciones de las que nos podemos arrepentir: contestar al profesor abruptamente o darle un puñetazo al compañero de pupitre que nos molesta o simplemente mirar el móvil a escondidas ininterrumpidamente.
Estamos hablando del control inhibitorio (2), del control que inhibe el impulso que podría suponer una reacción automática ante un estímulo. Un control inhibitorio que nos da fuerzas para seguir trabajando en una dirección planeada. En cuarto lugar, está el pensamiento flexible (4), que, sobre la base de la memoria de trabajo y del control inhibitorio (externo e interno), permite una ductilidad intelectual grande y capaz de generar unas nuevas soluciones, un camino totalmente nuevo e inexplorado.
Y todo eso sucede sobre la base de una tenacidad que maneja información muy relevante y estratégica. De tal forma que todo el progreso cognitivo-conductual prospera hacia la adquisición de unas facultades capaces de producir un pensamiento auténticamente pionero y radicalmente innovador.
La escuela debe promover las funciones ejecutivas
Las funciones ejecutivas son, hablamos metafóricamente, como un músculo cerebral que se puede fortalecer y hacer más ágil. Rafa Nadal es un tenista que ha logrado un brazo, una muñeca, unos músculos y tendones, unos nervios auténticamente privilegiados y hábilmente inteligentes.
Tenía sus facultades de base, pero el entrenamiento, la paciencia, la fortaleza de carácter han hecho de él un deportista excepcional. Y sabemos que la familia está detrás de la educación de este carácter.
Igualmente, en la escuela, es necesario entrenar las funciones ejecutivas, que son más pobres y frágiles entre los estudiantes de estratos sociales bajos, para apostar por el éxito escolar y la movilidad social.
Y la ciencia ha demostrado empíricamente que el éxito escolar depende en mayor medida de estas fortalezas y de estas funciones ejecutivas, que del Coeficiente Intelectual (Heckman).
Es decir, en la escuela, en el trabajo, en la vida no solo triunfan los brillantes (aquellos que sacan 150 puntos en los tests y se dice a veces que son superdotados) sino más bien los que trabajan, estudian, hincan los codos, y sobre la base de planes bien ejecutados alcanzan sus fines. Incluso los más brillantes están más cerca de estrellarse en la vida que los más tenaces y prudentes. Y estos últimos tienen quizá menos coeficiente intelectual, pero mucha más determinación, valentía y audacia.