El nuevo trabajo de investigación de Zavala, que acaba de salir a las principales librerías de España y puede adquirirse también en Amazon, provocará a buen seguro en el lector un terremoto interior de ocho puntos en la escala de Richter.
El poder intercesor del protagonista ha hecho posible que algunas personas recobrasen la vida, los ciegos viesen, los paralíticos caminasen o los incrédulos creyesen. Parapetado ahora en un arsenal de documentos inéditos, empezando por el proceso de canonización durante tantos años en paradero desconocido, el autor hace emerger al fin con todo su esplendor a este increíble personaje para asombro de una sociedad secularizada como la actual, presa del positivismo y la desesperanza.
Fray Sebastián de Jesús gozó también de fama de santidad post mortem. Lo mismo que su alma gemela el Padre Pío, él también estaba llamado a convertirse en un meteorito del Medievo en pleno segundo milenio. “Haré más ruido muerto que vivo”, prometió en su día el Padre Pío, ofreciéndose a seguir salvando almas desde el mismo Paraíso. Y desde luego, su hermano franciscano tampoco ha faltado a su palabra empezando ya a hacer de las suyas nada más subir al Cielo.
Aún tuvo el detalle el protagonista de aparecerse a su hermana María Concepción para despedirse de ella antes de morir. La bilocación le llevaba de un rincón a otro en cuestión de segundos y sin el menor cansancio.
Trabajaba María Concepción entonces en la casa de Benito Saavedra, en Écija, cuando de repente la mujer dejó escapar un grito de sobresalto. Enseguida cundió la alarma en toda la familia, que acudió a comprobar qué sucedía. Don Benito le preguntó muy preocupado y ella sólo acertó a decir: “¡Mi hermano está muerto, pero ha venido a despedirse de mí!”.
Se daba además la circunstancia de que, cuando se apareció a su hermana, nadie tenía constancia de que el fraile se hallase al borde la muerte, ni mucho menos que ya hubiese expirado. Sólo cuando la noticia del fallecimiento se hizo ya pública, pudieron comprobar todos atónitos que la aparición se había producido justo el mismo día.
Con su estampa y retrato volvieron a nacer muchas personas, como la mujer malagueña que estuvo durante cuatro días interminables sufriendo dolores de parto sin poder alumbrar a la criatura que llevaba en las entrañas. Los médicos la daban ya por muerta, cuando un señor de Sevilla, enterado del trance por el que atravesaba la infortunada mujer, le entregó una estampa del fraile a su marido y éste se la puso a ella en el vientre. Poco después, pudo dar ya a luz a una hermosa criatura.
La fe de una madre como Magdalena de Sayas sirvió también para curar a su hijo por intercesión del fraile, quien le había profetizado en su día que concebiría a un niño que llegaría a ser un gran hombre. Muerto fray Sebastián, nació, en efecto, la criatura. Pero, siendo ya mayor, padeció unas viruelas que le dejaron ciego y con muy escasas esperanzas de vida. La madre recordó entonces el vaticinio y, en lugar de resignarse, cogió una estampa del fraile, se la puso a su hijo en los párpados e interpeló al religioso para que cumpliese su palabra. En aquel mismo instante, se le desprendieron al muchacho las costras putrefactas de los ojos y quedó curado para siempre.
Josefa de Ugués también conminó al fraile a que cumpliese su palabra dada después de muerto. Máxime, cuando aquél había profetizado en su día que su hijo, Antonio Laiglesia, sería sacerdote. Pero enfermo de gravedad a causa del tabardillo, la vida del muchacho amenazaba con apagarse como una vela. La madre agarró entonces el retrato de fray Sebastián, se lo puso a su hijo en el pecho y éste quedó sanado al día siguiente, ordenándose finalmente sacerdote.