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No nos resulta posible seguir el minuto a minuto de la situación bélica en Ucrania (a menos que seas el jefe de estado o un general de uno de los ejércitos combatientes). Pero es posible que nos afecten las emociones de las personas que tienen una imagen catastrófica o paranoica de la realidad; y que tengamos reacciones de estrés, habiendo perdido la claridad de pensamiento.
La parte tranquila y amorosa de ti te salvará
Nos mantendremos serenos primero por nosotros mismos. Hoy, más que nunca, necesitamos nutrir dentro de nosotros esa parte adulta de nosotros mismos que ve lo que está pasando en nosotros y sabe cómo cuidarnos. Es la parte que es realista, amable, compasiva, eficiente.
Como una madre buena, ingeniosa, amorosa y cálida que puede preparar un chocolate caliente y cantar una canción llena de esperanza incluso en un refugio bajo las bombas.
Cada uno de nosotros tiene esa parte, pese a que desde fuera pesan los mensajes que nos asustan, nos juzgan, nos derriban. En una situación en la que sentimos una amenaza, también puede darse el caso de que la voz más fuerte en nosotros sea la de un niño que se siente solo, abandonado, indefenso y sin ayuda (sobre todo cuando en nuestra historia sucedieron tales experiencias en las primeras etapas de la vida).
Necesita aún más la claridad, el apoyo y la fuerza de un guardián interno adulto que se agachará a su lado, tomará su mano y le dirá: “¡Oye, estás muy asustado, lo sé! Nos encargaremos de ti, yo te cuidaré".
Pasando a la observación
Obtenemos acceso a esta parte solidaria de nosotros mismos cuando hacemos una pausa y prestamos atención a lo que sucede dentro de nosotros. Pasamos a la observación. Estamos empezando a ver lo que está pasando con nosotros. Esta parte de nosotros que nos observa advierte: "El pánico me está inundando", "Siento una gran conmoción". Y lo nota con compasión y aceptación: “Sí, es muy difícil”.
¿Lo que es bueno para ti?
También ayuda notar lo que le está pasando a nuestro cuerpo. Tal vez nuestro estómago está apretado. Tal vez los músculos estén tan tensos que nos resulte difícil respirar.
Reconectarnos con nuestro propio cuerpo es muy importante, porque cuando estamos bajo estrés, podemos desconectarnos reflexivamente (no sentir frío o estar alterados por una enfermedad, sino pasar el día sintiéndonos ocupados o aturdidos).
Restauramos el suelo bajo nuestros pies cuando cuidamos la fisiología (comer, beber, dormir), el confort térmico, la apariencia (¡sí! Ahora es importante sentirse bien con uno mismo y verse bien, porque nos dará valor a nosotros y a los demás).
Esta parte bondadosa de nosotros sabe lo que es bueno para uno mismo. Cuántos mensajes somos capaces de ver, para luego poder lidiar con la vida o el sueño. Qué llamada telefónica debe terminarse rápido, porque el contacto nos hace sentir peor y no mejor.
Cuando estamos con nosotros (y el guardián en nosotros sostiene de la mano al niño tiernamente asustado), podemos comenzar a restaurar el camino a la libertad.
Podemos hacerlo a través del contacto con personas que estén bien adaptadas, que no pierdan la esperanza; que actúen con prudencia y que puedan bromear (el humor alivia la tensión).
La capacidad de actuar vuelve a nosotros al ayudar a los necesitados, porque entonces comenzamos a ver que no somos indefensos; que podemos hacer algo (con toda la humildad y el realismo en la evaluación de nuestras propias capacidades). Y finalmente recuperamos la calma haciendo lo que podemos por nuestra parte (familia, trabajo, hogar).
Aquí y ahora
Es importante que sepamos que, por mucho que pensemos en la catástrofe, no la detendremos si llegara a ocurrir. Y que cada rayo de esperanza, fuerza, amor y decisión libre nos está empujando hacia adelante y ayudándonos a superarla.
Por lo tanto, tiene mucho sentido hacer el aquí y el ahora, marcarse objetivos y tareas realistas; estar cerca y recargar la batería mientras hacemos lo que nos gusta. Nuestro sistema nervioso necesita urgentemente estas pausas y reinicios, y eso es antes de que se nos agoten las baterías.
Como creyentes, siempre podemos estar respaldados por la conciencia de que Dios siempre estará con nosotros y con todas las víctimas de esta guerra. Amoroso, fiel, compasivo, curativo de heridas. Aquí y del otro lado.