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Zita, la sirvienta maltratada que no se olvidó de los pobres

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Aliénor Goudet - publicado el 27/04/22
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Esta santa empleada doméstica en Italia en el siglo XIII demostró virtudes excepcionales: a pesar de su vida difícil, nunca olvidó a las personas menos afortunadas

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En 1218 nació una niña en el seno de una familia pobre de la Toscana. Criada por un padre trabajador y una madre muy piadosa, Zita aprendió rápidamente la humildad, el sentido del servicio y el amor a Dios.

También tenía un carácter muy suave y flexible a la voluntad de Dios. Su mayor lección es nunca olvidar que hay personas más pobres que uno mismo.

Sin quejarse y siempre con una sonrisa, iba todos los días al mercado a vender las verduras de sus padres.

Su familia era tan pobre que a la edad de 12 años la colocaron con la familia Fatinelli en Lucca para ser sirvienta.

Una pobre que ayudaba a los pobres

A pesar de la dureza de sus amos, era asidua en sus tareas y buena con todos.

Se levantaba muy temprano en la mañana para ir a misa y siempre ofrecía la mitad de su comida a los mendigos.

Por la noche, dormía en el suelo para dejar su cama a las mujeres de la calle.

Su paciencia y amabilidad despertaron los celos de los demás sirvientes. Era insultada y calumniada, pero soportaba las pruebas con gracia y dignidad, sin albergar el menor sentimiento de venganza.

Zita terminó conquistando los corazones de sus amos y sus compañeros. Cuando murió en 1278, toda la ciudad le rindió homenaje. Y se informa que muchos milagros ocurren en su tumba.

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