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Dentro del amplio conjunto de trabajos de ilustración de obras literarias que realizó Salvador Dalí ocupa un lugar muy especial su trabajo para la Divina Comedia de Dante, al que se dedicó con especial entusiasmo, por la admiración que sentía hacia la obra.
Fue un encargo del Gobierno de Italia -aunque finalmente rechazó el resultado- que coincide con la reconversión espiritual del pintor, que le lleva, por un lado, a un retorno a la fe católica, y, por otro, a una ‘vuelta al orden’ en su expresión artística, tras los años ‘locos’ que dedicó a las vanguardias y sus rupturas.
Todo comienza en 1949, cuando las autoridades italianas acuden a Dalí, que acaba de regresar a España, a Port Lligat (Gerona), tras ocho años de exilio, fundamentalmente en Estados Unidos. Quieren que ilustre la magna obra de Dante Alighieri con motivo del 700 aniversario del nacimiento del poeta, previsto para 1965.
Su regreso a la fe
El pintor se toma muy en serio el encargo, que está considerado por los expertos como uno de sus trabajos más logrados en el terreno de la ilustración literaria.
Para Dalí, no se trata de un libro cualquiera, pues lo conoce desde niño, por una versión infantil que compartía con su hermana, pero también lo ha leído de adulto, en una versión francesa del siglo XVIII de su biblioteca personal.
Y, además, el encargo le llega en un momento clave de su vida, cuando, tras los años de experimentación y ruptura con la tradición, decide un cierto “retorno al orden”.
Ese regreso se manifiesta, por un lado, en un creciente interés por la mística y por San Juan de la Cruz, así como en un regreso a su fe católica.
En esta época Dalí es recibido en audiencia privada por el papa Pío XII y el pintor profesa abiertamente su catolicismo, que se traduce en su obra en un renovado interés por la iconografía religiosa, y en la pintura de cristos, madonas y ángeles.
El célebre ‘Cristo’ de Dalí, que desde una cruz elevada mira el destino de los hombres, es de estas fechas, de 1951.
Pero late en el pintor de Figueres otra inquietud que también conecta con el universo de Dante Alighieri: su afán por volver a la tradición pictórica, que para él está encarnada de forma muy especial en pintores como Rafael, Leonardo o Miguel Ángel, admiradores los tres de la ‘Comedia’ del poeta italiano.
“El regreso de Dalí adquiere una forma de síntesis”, explica Carlos Varela, director del área de colecciones de la Fundación Fundos. “Si la tesis es el clasicismo, y la antítesis, la ruptura total de las vanguardias, la síntesis que Dalí busca recupera la tradición sin renunciar a sus formas personales de expresión”.
Una tradición que para Dalí adquiere su máxima expresión en pintores como Velázquez, Zurbarán o Miguel Ángel, a los que rinde homenaje en su trabajo de estos años. Una de las ilustraciones para la ‘Divina Comedia’, ‘La aparición de Cristo’, correspondiente al canto 14 del Paraíso, muestra una composición heredera de la estética de Zurbarán.
Varela es, junto a César García, uno de los dos comisarios de la exposición ‘La Divina Comedia en el arte’, que puede verse hasta el 12 de junio en la Sala de las Francesas de Valladolid y luego rodará por otras ciudades de Castilla y León.
La exposición permite contemplar una selección de 60 de las ilustraciones que realizó para la obra de Dante a partir de una de las pocas colecciones completas de xilografías que se conservan en todo el mundo, la de la Fundación Fundos. Una colección, además, autentificada por la propia firma del creador.
“Dalí era un hombre muy espiritual. De hecho, toda su vida y su carrera se basan en eso. Por eso es muy sugerente que sus obras se expongan en una antigua iglesia. Él hubiera estado encantado”, explica Carlos Varela. “Dalí decía que las mayores obras de arte en el mundo eran el Papado y la Monarquía británica”.
Pero retomemos la historia de su célebre encargo. En 1954 Dalí entrega un centenar de acuarelas al gobierno italiano y al año siguiente se exponen en Roma, Venecia y Milán. Pero la acogida popular no es tan favorable como el pintor esperaba.
La crítica acusa a sus obras de “pornografía” por el modo cómo se ilustra las depravaciones del Infierno, y el público en general no reconoce en su trabajo, tan formalmente innovador, a una figura esencial de su identidad nacional.
A la vista de la polémica, el gobierno italiano cancela el proyecto y devuelve las acuarelas a Dalí quien, unos años después, en 1959, llegará a un acuerdo con el editor francés Joseph Foret para convertirlas en xilografías.
Una colección completa de xilografías se conserva en el Museo Dalí de Figueres (y se expuso a finales del año pasado con motivo del centenario) y otra en la Casa Botines de la Fundación Fundos de Castilla y León. La colección de acuarelas originales, en cambio, se conserva desperdigada por distintas colecciones por todo el mundo.
Hay otro elemento más que explica la especial identificación de Dalí con la figura de Dante. A la postre la ‘Divina Comedia’ es un proceso de mejoramiento espiritual con el que su creador también superaba las locuras de su juventud. Dalí también se reconoció ahí, en ese retorno a las grandes verdades.
Y finalmente le sedujo también el afán de Alighieri de compendiar todo el saber teológico y cultural de su momento en una obra nueva y de naturaleza diferente a todo lo anterior. En cierto modo, Dalí aspiraba a hacer algo similar son su pintura.
La exposición de Valladolid muestra que Dalí no es, ni mucho menos, el único artista interesado en la obra de Dante. En los últimos siete siglos son legión los que se han sentido tentados a ilustrar sus cantos.
Muy especialmente, ha seducido la parte del Infierno, todo sea dicho, que con su colección de monstruosos castigos y depravaciones ha excitado especialmente la imaginación de los pintores.
Entre los muchos artistas que han ilustrado la comedia se encuentran Gustavo Doré, Miquel Barceló, Botticelli, Miguel Ángel, John Flaxman, o William Blake, entre otros.