El papa Francisco dijo que la unidad es un don "que viene de arriba". Ciertamente, dice, es necesario rezar y trabajar para conseguirla.
"La unidad es un camino. No se trata de un proyecto que hay que escribir, un plan estudiado en un escritorio".
"Sin embargo, la consecución de la unidad no es principalmente un fruto de la tierra, sino del Cielo; no es principalmente el resultado de nuestro compromiso, de nuestros esfuerzos y de nuestros acuerdos, sino de la acción del Espíritu Santo, al que debemos abrir nuestro corazón con confianza para que nos conduzca por los caminos de la plena comunión. La unidad es una gracia, un regalo".
Así lo afirmó el Papa al recibir en el Vaticano a una veintena de jóvenes sacerdotes y monjes miembros de las Iglesias ortodoxas orientales de diferentes tradiciones.
Y les dio las "gracias por las semillas de amor y esperanza que sembráis en diversas regiones todavía marcadas por la violencia y los conflictos demasiado a menudo olvidados".
En la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Papa acogió al pequeño grupo de jóvenes consagrados que llegaron a Roma desde Egipto, Armenia, Líbano, Siria, India, Etiopía y Eritrea.
"Es hermoso", dijo, "que vuestra visita tenga lugar en la víspera de la solemnidad de Pentecostés", el próximo domingo según el calendario latino.
Y añadió que quería ofrecer cuatro breves reflexiones inspiradas en esa fiesta, que se refieren a la "plena unidad que anhelamos".
Unidad sí, pero no a la uniformidad
La unidad es la armonía y la delegación pan-ortodoxa presente en la reunión lo atestigua.
"La unidad no es la uniformidad y tampoco es el fruto de un compromiso o de frágiles equilibrios diplomáticos.
La unidad es la armonía en la diversidad de carismas suscitados por el Espíritu.
Porque al Espíritu Santo le gusta suscitar tanto la multiplicidad como la unidad, como en Pentecostés, donde las diferentes lenguas no se redujeron a una, sino que se asimilaron en su pluralidad".
La unidad es un camino
La unidad es un camino, afirmó el Sucesor de Pedro.
"No se trata de un proyecto que hay que escribir, un plan estudiado en un escritorio; no se hace en la inmovilidad, sino en el movimiento, en el nuevo dinamismo que el Espíritu, a partir de Pentecostés, imparte a los discípulos".
Se hace camino al andar, a medida que se avanza. Unidad que - dijo- crece al "compartir, paso a paso, en la voluntad común de acoger las alegrías y las dificultades del viaje, en las sorpresas que surgen en el camino. Como escribe san Pablo a los Gálatas, estamos obligados a caminar según el Espíritu (Gal 5,16.25)".
El Papa proclamó a san Ireneo Doctor de la Unidad de la Iglesia. Y por ello, recordó que "la Iglesia es tôn adelphôn synodia, expresión que puede traducirse como "una caravana de hermanos".
"Aquí, en esta caravana, crece y madura la unidad, que -al estilo de Dios- no llega como un milagro repentino y llamativo, sino en el compartir paciente y perseverante de un viaje hecho juntos".
La unidad no es simplemente un fin en sí misma
Por último, el Obispo de Roma señaló que la "unidad no es simplemente un fin en sí misma, sino que está vinculada a la fecundidad del anuncio: la unidad es para la misión. Como Jesús rezó: "Que todos sean uno... para que el mundo crea" (Jn 17,21)".
"En Pentecostés la Iglesia nació misionera. Y hoy el mundo sigue esperando, incluso sin saberlo, conocer el Evangelio de la caridad, la libertad y la paz que estamos llamados a testimoniar unos con otros, no unos contra otros o alejados unos de otros".
El Papa agradeció "el testimonio común" que ofrecen estas "Iglesias, y pienso especialmente en aquellos -y son muchos- que han sellado con sangre su fe en Cristo".
"Queridos hermanos y hermanas, que la cruz de Cristo sea la brújula que nos guíe en nuestro camino hacia la plena unidad". Al final, el Papa invitó a cada uno en su lengua, a "rezar juntos el Padre Nuestro".