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Vivir no siempre es fácil. No siempre tenemos el coraje para enfrentar las tormentas, no siempre creemos en nuestra capacidad para superar los obstáculos y enfrentar las olas; a veces estamos cansados y simplemente "vivimos" dejando que las situaciones nos arrastren.
Siempre hay situaciones que nos abruman y que no podemos manejar: la vida pasa, fluye, pero no podemos captarla.
Tal vez sean los demás quienes nos digan qué hacer, mientras que nosotros no logramos convertirnos en protagonistas de nuestra vida.
Hoy quisiera mirar de cerca el ejemplo de 3 mujeres que parecían cansadas, 3 mujeres envueltas en situaciones que superaban sus fuerzas y, para las que parecía, ya no había salida.
La hemorroísa
La mujer con hemorragia parece bloqueada más por el juicio de los demás que por su situación física.
Todos le dicen qué hacer: los médicos y las personas que tiene a su alrededor, hacen diagnósticos, ponen etiquetas, administran soluciones.
Sin embargo, el texto nos dice que son estas prescripciones las que empeoran su condición.
De hecho, estos consejos no son gratuitos, tienen un precio, y esta mujer va perdiendo así todas sus posesiones, prácticamente perdiéndose a sí misma, vaciándose, porque ya no decide sobre su vida.
Además, es impura a los ojos de los demás y se ve obligada a vivir aislada.
Es significativo entonces que el momento en el que sana es cuando rompe la receta que otros han escrito para ella. Sana cuando, contraviniendo la prohibición de estar aislada, toca el manto de Jesús, más aún, el borde, casi sigilosamente, tratando de no ser vista.
Esta mujer ha aprendido por las malas a ser discreta, pero también ha mantenido su confianza en Dios: sabe que cuando ella no puede, Dios todo lo puede.
La hija de Jairo
Esta historia se entrelaza con la de una niña cuyo padre le pidió ayuda a Jesús.
Esta niña puede recordarnos a muchos niños y adolescentes a los que les cuesta vivir, tal vez solo están esperando que alguien venga y confíe en ellos.
De hecho, aquí Jesús es el adulto que anima: toma a la niña de la mano, entra en contacto con ella, no se aleja. Él había sido tocado por la hemorroísa, ahora es Él quien toca a la hija de Jairo.
Jesús la invita a ponerse en pie, la niña se levanta y sus padres son invitados a darle de comer para apoyarla en su camino.
Todos pasamos por situaciones de desánimo, momentos en los que tenemos miedo de vivir o tenemos miedo de no poder afrontar las situaciones complicadas a las que nos enfrentamos.
En Jesús podemos encontrar la fuerza para retomar nuestra vida y volver a ponernos en pie, en Él podemos volver a la vida.
La Samaritana
La Samaritana era una mujer que no se hallaba, que estaba cansada de buscar y que se había acostumbrado a un amor de migajas.
Quizá era un amor que le daba seguridad porque no conocía otro, o quizás había perdido la ilusión.
Jesús la invita a "dejar su cántaro", símbolo de todo lo que aparentemente es importante para ella, pero que pierde valor ante un amor verdadero: el amor de Dios.
Todos tenemos un cántaro o más de uno. ¿Cuál es tu cántaro interior, ese que te pesa, el que te aleja del amor de Dios?
Dejémoslo poco a poco aparte y con el corazón escuchemos la voz de Jesús, que nos ofrece otra agua, una que nos acerca a la vida.
“Nuestra historia, aunque con frecuencia está marcada por el dolor, por las incertidumbres, a veces por las crisis, es una historia de salvación y de «restablecimiento de la situación anterior».
En Jesús acaban todos nuestros exilios, y toda lágrima se enjuga en el misterio de su cruz, de la muerte transformada en vida, como el grano de trigo que se parte en la tierra y se convierte en espiga”.