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El proceso de independencia del virreinato del Río del Plata fue, como la gran mayoría de procesos de desconexión del Imperio Español, un proceso militar cuyos protagonistas fueron mayoritariamente hombres. Ellos tomaron las armas y lucharon en el campo de batalla.
El futuro estado argentino, como todas las jóvenes naciones, necesitaba también de símbolos con los que identificar y construir su futuro.
María Catalina Echevarría pasaría a la historia por haber sido quien elaboró la primera bandera Argentina de la historia.
Una historia silenciada
Su historia ha pasado de generación en generación, pero su biografía y su papel en la historia argentina quedó silenciada durante años.
María Catalina Echevarría de Vidal nació en Rosario, el 1 de abril de 1782.
Hija de Fermín de Echevarría, de origen vasco, y la criolla Tomasa de Acevedo, María Catalina quedó huérfana siendo una niña.
El maestro Pedro Tuella y su esposa Nicolasa Costey se hicieron cargo de la pequeña y su hermano Vicente Anastasio, a los que cuidaron como si fueran sus propios hijos.
Se casó en 1810 con Juan Manuel Vidal con quien tendría una hija, Natalia Vidal de Fernández, y se instalaron cerca de sus padres adoptivos, a los que siempre amó con los que siempre se sintió en deuda.
Ese mismo año tomaba el Santo Hábito Franciscano como hermana terciaria. En la primavera de 1814 profesaba como miembro de la Orden Terciaria en el Colegio de Propaganda Fide.
La Historia en mayúsculas de Argentina y la de la una sencilla mujer como María Catalina se cruzaron a principios de 1812.
El general Manuel Belgrano había llegado a la Villa del Rosario para fortificar las costas del río Paraná. Amigo de Vicente, el hermano de María Catalina, se hospedó en casa de los Echevarría.
Una bandera de colores
María Catalina fue testigo directo de los trabajos realizados por las tropas para fortificar la zona y oponer resistencia a los ejércitos realistas.
Las labores de defensa eran importantes; la simbología que debía afianzar el ideal patriótico argentino, también.
Fue por eso por lo que el general Belgrano pidió un favor, aparentemente sencillo, pero de gran valor simbólico, a la hermana de Vicente.
María Catalina hizo lo que le pedía, elaborar una bandera de colores celeste y blanco, culminada con unos flecos de oro blanco.
Ayudada por otras mujeres, María Catalina realizó el encargo con gran esmero, utilizando los colores de la escarapela nacional y a partir de telas de seda donadas por su padre adoptivo, quien regentaba un almacén textil.
Una vez finalizada, se acercó a las Baterías de Artillerías Independencia y Libertad, en las barracas del río Paraná y la entregó solemnemente a Conde Maciel, quien la izó el 27 de febrero de 1812 ante la atenta mirada del general Belgrano.
María Catalina asistió a aquel acto en el que no se esperaba que acudiera ninguna mujer. La bandera que había elaborado uniría a todo un pueblo y marcaría el inicio de la andadura de Argentina como nación.
Cuando quedó viuda, María Catalina se trasladó a vivir a una residencia que tenía en la localidad de San Lorenzo donde tuvo una vida tranquila hasta su muerte el 18 de julio de 1866, a los 84 años de edad.
Sus restos reposan en el atrio del convento de San Lorenzo y una placa de mármol la recuerda, colocada a instancias de su hija.
María Catalina Echevarría fue testigo y parte de uno de los acontecimientos clave en la historia del nacimiento de la nación Argentina.
Y a pesar de que los hechos fueron protagonizados principalmente por políticos y militares, ella fue la única mujer cuyo nombre prevaleció. Un nombre que fue grabado en el Monumento a la Bandera en Rosario.
En la misma ciudad, en su catedral, una vidriera en la que se recrea la jura de bandera, aparece también su hacedora, María Catalina Echevarría.