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De chef a monje carmelita contemplativo y, ahora, psicólogo

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Lucía Chamat - Aleteia Colombia - publicado el 05/07/22
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¿Cómo se une la vocación de monje con el oficio de chef y la psicología? El hermano Juan Diego del Niño Jesús, un monje colombiano del siglo XXI, lo hace en medio de su apostolado para la consolación de almas

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Es poco común ver en las clases de psicoanálisis, en medio de discusiones académicas sobre las teorías de Freud, a un monje de hábito y sandalias. Es más frecuente encontrarse con religiosos en facultades de filosofía o teología.

Si se trata, además, de un monje de clausura, la situación es aún más curiosa. Esa fue la realidad del hermano Juan Diego del Niño Jesús durante sus estudios de psicología en la Universidad Luis Amigó de Colombia.

Mientras contaba su historia a Aleteia, este monje del siglo XXI aseguró que nunca había creído en la psicología, pero sentía que algo hacía falta en su apostolado para fortalecer el acompañamiento espiritual, y la vocación de consolación y acogida de las almas que caracteriza a su comunidad, los Hermanos Contemplativos del Carmelo.

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De la clausura monástica a las aulas

«Yo hice votos perpetuos como monje porque no sentí el llamado al sacerdocio, y como parte de mi misión doy acompañamiento a quienes acuden a nuestro monasterio, ante sus necesidades espirituales. Sin embargo, sabía que quería hacerlo de una manera diferente. Fue entonces cuando el Señor me regaló la luz para integrar la espiritualidad y la psicología», dijo.

Esa claridad la tuvo estando en el Monasterio de Santa Teresa de Ávila (España), después de pedir de rodillas iluminación para su vocación: «Saliendo de allí nos encontramos a un sacerdote que nos preguntó ‘¿Están visitando a la santa más humana?’. Efectivamente fue muy humana y ahí supe que quería ser un ‘monje humano’, fue entonces cuando se me vino a la cabeza la psicología».

Con el apoyo de su prior y la comunidad encontró la mejor opción, una universidad virtual en la que solamente debía asistir los sábados a clases presenciales. Esos días cambiaba la oración, el silencio y la soledad de su monasterio por los trayectos en metro, el ruido de los estudiantes, además de algunas burlas y críticas.

Durante su carrera compartió con varios ateos, con otros que le manifestaban estar peleados con la Iglesia, pero la mayoría lo respetaban y lo querían. Ese gran retro de unirse al ritmo que vivían sus compañeros terminó siendo para el consagrado una ganancia a nivel personal y de su fe.

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Un llamado dentro del llamado

El hermano Juan Diego del Niño Jesús se acaba de graduar después de cinco años de «sacrificio fecundo» que marcaron su vida. «La psicología en mi vocación religiosa se convierte en un llamado dentro del llamado, como decía la madre Teresa de Calcuta. Con ella puedo favorecer los procesos personales para que tengan un encuentro con el Señor desde la sanidad de sus vidas. Una persona con buena salud mental va a estar más dispuesta a encontrar a Dios».

Son muchas las anécdotas que guarda de su paso por la Universidad Luis Amigó, como cuando se acercó al psicoanálisis de Freud, quien tuvo una postura muy atea, y resultó ser de las materias que más le gustaron. Sin embargo, los temas complejos y las actitudes de algunos profesores que eran duros con él, nunca le afectaron.

«Yo siempre pensaba que estaba ahí para cumplir el sueño a Dios, porque Él quiere que los hospitales para el alma de mi comunidad tengan más herramientas de consolación».

Lo que representa este paso en su vida queda demostrado constantemente, como cuando escuchaba a un hombre de 35 que quería entregarse a Dios de manera distinta pero cuando hablaba de su padre lloraba sin consuelo. «Supe que había un gran dolor en su alma y debía sanarlo antes de avanzar en su relación con Dios. Una vez identificó y sanó los asuntos inconclusos en la relación con su padre, pudo asumir radicalmente su fe».

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Pasión por la cocina

El hermano Juan Diego del Niño Jesús es chef de profesión, heredó la pasión por la cocina de su abuela y su tía, a quienes ayudaba con las cenas navideñas, y eso lo llevó a estudiar gastronomía. Pensaba que tenía el futuro claro hasta cuando hizo prácticas en un hotel de los Carmelitas Descalzos. «Conocí de cerca la vida de esa comunidad y sentí el llamado de Dios, supe que quería vivir un noviciado eterno», contó a Aleteia.

Fue así como hace ocho años y medio –a pesar de lo difícil que fue al principio para su mamá por ser único y muy mimado– ingresó a los Hermanos Contemplativos del Carmelo, una congregación de clausura monástica que por esa época nacía en Colombia. Esto quiere decir que no están totalmente aislados y tienen espacios de acogida; ellos lo hacen especialmente los domingos cuando decenas de personas asisten a la misa y compran almuerzos y productos que allí elaboran para su sostenimiento. Allí el aporte del hermano Juan, como chef, es fundamental.

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También cuentan con algunas habitaciones para ofrecer hospitalidad a quienes deseen hacer retiros espirituales individuales.

Con los conocimientos adquiridos en la universidad, el hermano Juan Diego va a reforzar la ayuda que brinda su comunidad y lograr más frutos espirituales, porque sabe que estudió una carrera para el servicio de las almas.

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